¿Cómo se inicia usted en la fotografía?
He leído tantas veces la historia de infinidad de fotógrafos con el famoso regalo de la cámara a los doce años que ya no sé si es una fábula o una jocosa realidad. A mí también me la regalaron a esa edad, pero el verdadero inicio para mí fue en 1986 al tener consciencia de estar fotografiando con sentido de utilidad. Ese año comienzo a fotografiar dentro del “Cerro El Ávila”, que es el amante indisoluble de mi ciudad, Caracas, así comencé con mis primeros autorretratos, las primeras fotografías de naturaleza y las panorámicas.
Ese camino me llevaría, por esos años, a documentar expediciones de montaña por Latinoamérica, Europa y África. Se puede decir que fue la montaña la que despertó mi amor por la imagen. El interés por el ser humano llegó mucho después.
Según los críticos, su fotolibro: Pido, prometo y pago, habla de la religiosidad. ¿Está de acuerdo?
Es una interpretación que no se ajusta fielmente a lo que busco plantear, ya que suelo separar religión y espiritualidad. En todo caso, este criterio puede estar influido por el hecho de que ese trabajo se desarrolla en el marco de la celebración religiosa de la Semana Santa, pero no es un trabajo sobre la religión. No es la institución, la iglesia, la que convoca mi interés por esas vidas y sus actuaciones.
Prefiero que se entienda como el testimonio de un hombre que quedó impactado visualmente por los sacrificios a los que se someten estos seres; los cuales, en calidad de penitentes, intentan agradar, pagar y lograr los favores solicitados a su Dios.
El libro fue realizado con la perspectiva de confiar profundamente en la inteligencia de ese lector visual que navegará sus páginas y que, por momentos, sentirá tropezar y ser tocado en su propia humanidad. El discurso es muy abierto, cada uno lo sufre o lo goza de manera particular; a veces sucede incluso que el lector lo haga de una manera más profunda que la que yo mismo he logrado experimentar, y eso me emociona enormemente.
Según los críticos: para Santos, la religión también es una elaborada versión sobre el sesgo del castigo y la rigidez de la religión como reconstrucción del acto moral punitivo: Pido, prometo y pago tiene una evidente y dura percepción sobre el transcurrir del tiempo, la intención divinizada del castigo y la amenaza que transforma en una idea directamente relacionada con la religiosidad. ¿Comparte esa mirada? ¿De alguna manera ve su obra como conservadora?
Yo soy un testigo de estos actos de autocastigo, los muestro en el libro y aún me impresionan, no obstante, no juzgo como buenas o malas esas prácticas autoflagelantes, no tengo ese derecho.
De igual manera, en lo personal, no creo que un padre necesite que sus hijos cometan actos de dolor y castigo para sentirse alabado, para perdonar, o entregar el bien solicitado; pero claro, esa es sólo mi opinión.
Comento con mis alumnos, a quienes guío en sus trabajos –generalmente de corte muy personal e íntimo–, que me gustan los finales luminosos; les indico que desarrollen sus propuestas de tal manera que transiten y se sumerjan en sus propias oscuridades, pero que las finalicen saliendo a la luz. En otras palabras: que sean transformados por su autosanación.
Dice usted: Mi problema es con la institución, no con la fe. ¿Se define como un artista religioso?
Diría yo que, en suma, me intereso más por la espiritualidad que por la religión. No tengo nada en contra de ninguna iglesia, porque en realidad me nutro de muchas y, de hecho, creo en la absoluta libertad de creencias. Sin embargo tengo clara la diferencia entre la iglesia como institución y la espiritualidad como vínculo con lo divino. Intento, además, no ser predicador de mis propias creencias.
Muchos fotógrafos acostumbran decir que son artistas plásticos, desdeñando así el hecho fotográfico.
Voy a hablar por mí mismo y expresar mi desacuerdo con el “apellidado del oficio”. No he encontrado necesario llamarme “artista plástico”, “fotógrafo artista”, “fotógrafo autoral” o calificaciones parecidas. Creo que los fotógrafos podemos usar con orgullo el nombre de nuestro oficio o profesión, como lo hacen los pintores, escultores, cantantes o cineastas, quienes no tienen la necesidad de agregar la palabra artista a sus respectivos oficios. A mí me sonaría horrible, por ejemplo, hablar de “pintor artista” o “cineasta artista”, sería una redundancia de mal gusto.
Otro tema es que hoy mucha gente se considera fotógrafo por el solo hecho de tener y usar un dispositivo que hace fotografías, sea una cámara o un teléfono móvil. En mi casa tengo algunos instrumentos de escritura, me precio de escribir adecuadamente, pero no me puedo considerar solo por ello un escritor. Lo mismo debería pasar con el término fotógrafo.
La banca nacional, donde laboró varios años, y la empresa privada, ¿dejaron huellas en su obra?
Toda experiencia vivida nos conforma, nunca se puede renegar de lo vivido porque El Creador tiene caminos muy singulares para llevarnos a nuestro destino. Es casi seguro que esas experiencias aportaron orden, estructura, fijación de objetivos y mucho hastío por la rutina, que hace que uno no quiera volver a transitar esos caminos. Una vez que pruebas la libertad, es difícil abandonarla.
¿Cuál es su proceso de trabajo?
Esta pregunta daría para escribir páginas enteras; sin embargo puedo decir que dependiendo del proyecto en el que esté lo primero es el interés en la «cosa» a fotografiar, si creo que no me genera pasión enseguida lo dejo.
En segundo lugar, hago investigación documental y visual, busco referentes y trabajos ya realizados y si consigo algo similar a lo que imaginaba, o no logro conseguir una forma nueva de presentarlo, lo dejo. Tengo que sentir que aporto algo nuevo para que me movilicen las emociones.
Lo que sigue es comenzar a trabajar, por lo general años y normalmente en solitario: fotografiar, editar, ordenar, reflexionar, continuar fotografiando, y seguir investigando hasta que siento que el tema se agota o ya cubrió mi interés por él.
Con el material fotográfico en mano, y teniendo cierta edición ya hecha –amplia por supuesto–, entran los amigos, quienes, con sus opiniones, me ayudan a decantar, a seleccionar e hilvanar lecturas para los discursos finales. Estos amigos son muchas veces curadores, fotógrafos y a veces amabas cosas.
Finalmente busco la manera de visibilizarlo. En lo posible, me inclino más por el formato libro que por el formato de la exposición, pero si son ambas mejor.
¿Han variado mucho sus criterios sobre la fotografía?
En todo proceso de vida hay crecimiento, y, por supuesto, eso hace que los pilares, en los cuales uno basaba inicialmente sus creaciones, se movilicen, se amplíen, e inclusive se derrumben.
Al principio mis intereses estaban relacionados con la naturaleza, los grandes espacios, y la montaña. Por lo tanto, en lo personal, constituía la búsqueda de la libertad que las grandes ciudades no me daban. Pero entonces, en el año 2005, sucedió que sentí la necesidad de ampliar mis competencias y pasé de ser un fotógrafo autodidacta a uno que requería estudiar de manera formal. Tuve la suerte de conectar con un círculo virtuoso de fotógrafos venezolanos, quienes además de su reconocida trayectoria eran excelentes docentes, y fueron ellos quienes, generosamente, me brindaron acceso y oportunidad a un bagaje de información que yo desconocía. Esto fue neurálgico en mi desarrollo como autor, porque hasta ese momento no había fotografiado al ser humano, y se abrió para mí un nuevo mundo, una nueva razón para contar historias.
Quienes estudian su obra afirman que su obra se centra en tres ejes: la espiritualidad, la naturaleza y la sexualidad. ¿Está de acuerdo?
Si bien es cierto que esos son actualmente los tres intereses o pilares principales en las que se centran mis propuestas autorales, no es menos cierto que, en ocasiones, se me presentan otros intereses que desarrollo con igual pasión.
Creo en el cambio constante, aunque bien dicen que uno trabaja siempre los mismos temas en distintas facetas a lo largo de su vida. Es posible que esto sea verdad también para mí.
¿Qué lugar ocupa la fotografía de contenido político en su obra?
Hasta mi anterior libro, Pido, prometo y pago, se podría decir que nada era aparentemente de contenido político, aunque hay quienes defienden la tesis que dice que toda obra, creación u opinión, tiene algún contenido político.
Ahora bien, en mi más reciente libro, Piso 9, que fue presentado este pasado mes de octubre, algo cambió. Este nuevo trabajo me aleja de mis tres fundamentos antes mencionados y me introducen en la elaboración de un discurso donde, más que fotógrafo, me siento un ciudadano crítico pero temeroso que da su opinión y testimonio de lo que ve desde su ventana. Me siento como la voz de muchos que ven lo mismo, pero no tienen la posibilidad de expresarlo: mi vecino del piso 11, la niña del quinto piso, los vecinos del edificio de enfrente, los vecinos de otras zonas de mi ciudad. En todo caso, muchos somos los que vemos el mismo mal espectáculo y sufrimos un dolor similar, sólo que yo tengo la oportunidad o el privilegio de testimoniarlo a través de mi registro fotográfico.
¿Se siente cómodo con las curadurías?
A veces sí, a veces no. Como en toda relación humana, esta comodidad ha dependido de cuánto ha respetado mis criterios el curador. No creo en una curaduría donde el eje principal del fotógrafo no sea respetado. Por eso algunos curadores dicen que es mejor trabajar con muertos que con vivos porque así no tienen que lidiar con el criterio del fotógrafo.
Pero el creador debe aceptar que el curador también es un autor y que éste debe poner parte de él en el resultado final. Es una forma de matrimonio: hay los que se lleven mal y los que se llevan bien. Mi experiencia hasta ahora ha sido positiva.
¿Cómo se encuentra actualmente la fotografía en Venezuela?
En los momentos de profunda crisis, como la que está viviendo desde hace unos años Venezuela, la creatividad y las ganas de producir se potencian, aunque, lógicamente, los elevados costos y escasez de los insumos y equipos dificultan enormemente la labor de materializar obras.
Otra gran pared a superar es internacionalizar un trabajo, especialmente como autor. Actualmente es casi imposible por lo costoso que resulta promocionar las obras fuera del territorio venezolano, sea en exposiciones o participaciones a convocatorias. Aun enviar un simple libro para que sea visto en el exterior es difícil. Por suerte las redes sociales son ventanas al mundo que, de momento, no nos las han cerrado.
La verdad es que soy muy optimista, las crisis paren a seres críticos y pensantes que desarrollan ideas y buscan crear problemas a las viejas soluciones. La comodidad no suele ser buen potenciador de las creaciones. Por eso la fotografía goza de buena salud en Venezuela.
¿Qué lugar cree que tienen las ferias de arte en cuanto a la difusión de la fotografía? ¿Resultan beneficiosas?
Desconozco el lugar que tienen las ferias de arte en relación con otro tipo de eventos que exponen fotografías; sin embargo, todo evento en el cual se exponga buena fotografía es, en principio, beneficioso para todo el sector. Esto porque se permite al público conocer, aumentar y cimentar su cultura visual, pero claro estoy hablando de buena fotografía, ¿será eso lo que se exhibe en las ferias de arte?
Un aparte muy distinto me merece decir, es el que considero deberían tener las ferias internacionales de fotografía: tipo ParisPhoto en Francia, BAphoto en Argentina entre otras. Esta opinión es de carácter referencial, aún no he tenido la ocasión de asistir a uno de estos eventos como exponente o visitante. Espero que muy pronto los creadores venezolanos tengamos posibilidades materiales, o reales, de salir y de participar en eventos de gran importancia fuera de nuestras fronteras, tales como ferias y festivales, como antes se hacía. Eso sería realmente enriquecedor para la cultura en general.
¿Cree beneficioso el lugar que ocupa la fotografía en el Mercado del Arte, tan cuestionado como tan poco regulado?
¿Tiene la fotografía un lugar relevante en el mercado del arte? Lamentablemente, creo que no. Ojalá en algunos años le pueda contestar esta pregunta de una forma más optimista.
En todo caso, toda fotografía que se aleje del concepto decorativo del arte y que sea molesta, será muy difícil que esté dentro de ese circuito, y es bueno que no lo esté, porque su función no es la de decorar paredes.
¿Corre riesgo la fotografía, como le sucedió a la pintura, de ser más valorada por los precios que por la calidad? ¿Hay alguna defensa ante eso?
La educación es la clave. Un público culto visualmente, con herramientas para valorar contenidos y apreciar las buenas propuestas de calidad, es primordial. Por otra parte, la buena crítica, ni complaciente ni muy influenciada por el señor dinero, sería lo deseable.
¿Por qué los fotógrafos latinoamericanos no tienen tanta presencia como los de otros continentes, teniendo en cuenta los grandes talentos que existen?
Los centros de valoración y validación siguen siendo USA y Europa. A Latinoamérica y África se les sigue viendo como productores visuales exóticos, somos la periferia.
Por otra parte, poco a poco eso va cambiando, son ya muchos los fotógrafos de estas tierras que proyectan exitosamente sus trabajos fuera de nuestro continente sin la necesidad de encajar en estéticas del realismo mágico ni visiones foráneas de nuestras culturas. Era sólo cuestión de tiempo y madurez, aunque hay que seguir conquistando terreno.
¿Qué peso de poder tienen los coleccionistas en el mundo de la fotografía?
No puedo responder acertadamente más allá de una opinión porque desconozco ese mundo y sus reglas. En Venezuela, salvo muy contadas excepciones, no existe el coleccionismo de obras fotográficas.
Puedo, sin embargo, mencionar a una institución privada que está apostando duro en ese sentido, que es la AFU: Archivo de la Fotografía Urbana. Ellos están comprando archivos a los autores o, cuando estos ya no están con nosotros, a sus familiares. Mantienen una importante colección de fotografías en papel, una extensa colección de libros de fotografía venezolana y latinoamericana, y además están haciendo una labor muy importante de preservación y difusión de obra fotográfica. Inclusive llevan un tiempo haciendo alianzas editoriales con importantes instituciones fuera de Venezuela, que ya han rendido excelentes frutos.
Otro apartado del que conozco más y el cual creo que sí está creciendo, es el coleccionismo de libros de fotografía, sobre todo con el boom de esa, ¿será nueva?, especie, que llaman fotolibro. En Iberoamérica, por ejemplo, a partir de los trabajos de Martin Parr y Horacio Fernández, se ha revalorizado mucho este formato. Esto ha hecho deseables muchos libros, tanto los que ya son clásicos como los de reciente creación. Hoy en día hay un interés creciente por esa forma de presentar fotografía y yo me identifico perfectamente con esa corriente.
¿Qué opinión tiene de las tecnologías en la fotografía, en especial de photoshop?
La tecnología nos debería encantar a todos los fotógrafos. Muchas creaciones tecnológicas nos permiten pensar nuevos caminos y herramientas para el desarrollo de ideas de manera más fácil y fluida. Todo es tecnología: la creación de la fotografía en el siglo XIX fue un maravilloso invento parido, justamente, por la tecnología. El Photoshop al igual que el Lightroom, por ejemplo, son magníficas herramientas de edición que, bien utilizadas, son fantásticos laboratorios digitales y también herramientas fabulosas para la creación extra fotográfica, si así se requiere. Las herramientas se pueden usar adecuadamente o no, sin embargo, lo que hay que entender es que la herramienta no sustituye a la creatividad, ella sale del interior del creador.
El cine, la literatura ¿tienen influencia en su obra?
Se puede decir que me dejo permear por ambas, aunque mis influencias más fuertes vienen de la fotografía y la pintura, tanto clásica como contemporánea. A mis alumnos siempre les recomiendo dejarse influenciar por todas las ramas del arte, porque es importante saber que nosotros y nuestras obras son consecuencia de lo que comemos, de lo que soñamos, de las películas que vemos, de los libros que leemos, de nuestros amores, de la música que escuchamos, de nuestros recuerdos, de nuestras luces y oscuridades, y tanto de nuestras desgracias como de nuestras alegrías.
¿En qué proyecto se encuentra?
Acabamos de sacar de imprenta en octubre de este año mi quinto libro Piso 9, que ha tenido muy buena acogida. Ya estoy organizando material para mi próximo proyecto editorial, el cual debería estar viendo la luz a mediados del año próximo. También me encuentro trabajando para una exposición individual con una serie nueva acerca de mis particulares desnudos.
Esto de ser fotógrafo es un proceso sin pausa, tengo material para cuatro nuevos libros y sigo trabajando en nuevos proyectos llevados en paralelo. Es una maravilla trabajar en lo que te apasiona y amas, porque no se siente como trabajo, es casi todo el tiempo un gran disfrute.
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