Daniel-Pascal Zorn: en torno a los best sellers filosóficos o de cómo (no) traducir Populärphilosophie

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Texto y traducciones de Gerardo Antonio Cortés Mariño

 

El problema es en parte terminológico. En alemán, el vocablo es Populärphilosophie y a grandes rasgos designa un conjunto de textos que busca difundir la filosofía de manera sencilla, divertida y, sobre todo, limpia de toda la paja intelectual que no sea aplicable a la vida cotidiana. Si se traduce al español Populärphilosophie a partir de las palabras que componen el término, entonces se puede ver el problema: Populärphilosophie – filosofía popular. ¿Diríamos, por ejemplo, que Fernando Savater es un filósofo popular? Tiene, sin duda, popularidad, pero… ¿filósofo popular? Don Juan, el personaje de los libros de Carlos Castaneda, correspondería con lo que se entiende en español —al menos en el español de México— por filósofo popular, sin embargo, Fernando Savater, Lou Marinoff, Rolf Dobelli, o Richard David Precht, entre muchos otros autores de best sellers filosóficos, representan una tendencia editorial que no tendría porqué designarse únicamente como “superación personal” (título del estante en el que se encuentran estos libros en algunas librerías) o como “filosofía popular” (con su respectiva nota al pie que especifique que se usa el adjetivo popular en su sentido de conocido o famoso).

            Y digo que el problema es en parte terminológico porque también existe la dificultad de desarrollar un discurso consistente que articule el mal sabor de boca que deja un libro que coloca a Warren Buffett, Boecio, Bill Gates y Séneca dentro de la oferta de los “sorprendentes caminos hacia la felicidad, la riqueza y el éxito”[1]. Si bien es claro que un libro de filosofía que alcance el estatus de world best seller ya puede despertar sospechas en torno a lo verdaderamente filosófico que pueda ser, también es verdad que los argumentos en contra de esta tendencia editorial se reblandecen cuando se plantea la siguiente pregunta: ¿cuál es el problema de que alguien que no tiene contacto con la filosofía en su cotidianidad se acerque a esta disciplina a través de un libro de Populärphilosophie?

            Una respuesta la ofrece Daniel-Pascal Zorn en Shooting Stars. Según sus planteamientos, la pregunta anterior, formulada así, no tendría por qué suscitar críticas; para acercarse a la filosofía cada uno puede tomar el rumbo que le plazca. Pero el hecho es que la Populärphilosophie no tiene la intención de ser un simple acercamiento a la filosofía, sino que en muchos casos pretende ser la vía a través de la cual las diversas problemáticas filosóficas se vuelven finalmente simples, inteligibles y útiles. En este sentido, la Populärphilosophie se entiende a sí misma en oposición a la filosofía académica. Ella no sólo sintetiza el conocimiento que se apila por años en cátedras, seminarios y posgrados, sino que filtra sus contenidos para que éstos correspondan con las condiciones ‘reales’ del ser humano moderno. A partir de estas características podemos comenzar a citar el texto de Zorn ensayando una primera traducción de Populärphilosophie como filosofía de difusión popular:

En lugar de rumiar cada palabra en polvorientos coloquios, los filósofos de difusión popular hacen las preguntas importantes, porque éstas son relevantes y nos afectan. Por eso las personas los escuchan y compran sus libros. Los filósofos de difusión popular trasmiten de manera comprensible lo que otros estudian durante años, separan lo interesante de lo redundante contribuyendo así al futuro de la filosofía, que de otro modo estaría amenazada a desaparecer en los precipicios de la retórica académica. […] La filosofía de difusión popular sale a la calle o se sienta en talk-shows, explica con facilidad planteamientos filosóficos y no se avergüenza de ninguna respuesta. Ella se entiende a sí misma como filosofía que es popular porque enseña para qué se puede usar la filosofía (pp. 13-14).

A pesar de que designa una de sus pretensiones más importantes, el término con el que aquí traducimos Populärphilosophie —además de ser demasiado largo— carece de la referencia a otra de las características esenciales del fenómeno de los Populärphilosophen, esto es, a su asociación con las reglas del mercado. Para poder difundirse exitosamente, la Populärphilosophie debe aceptar ciertas reglas implícitas en el mercado editorial de masas. Una condición que termina por trazar las características de su contenido, mismas que a continuación se mencionan en pasajes donde traducimos Populärphilosophie por filosofía pop:

[1] Los filósofos pop apelan a lo obvio. El mundo, el mercado, la vida. Ellos apelan a conceptos y experiencias con las que cualquiera puede hacer algo y sobre las que cualquiera puede decir algo. […] Lo obvio —afirman los filósofos pop— es aquello que vuelve a la filosofía relevante: nuestro presente, nuestra falta de orientación, nuestros intereses (p. 24).

 

[2] Los filósofos pop no sólo aspiran a hacer más popular la filosofía. También aspiran a volverse ellos mismos más populares. La filosofía pop está estructurada como una lucha en torno a la atención, por ello se deben aprovechar los temas ‘ardientes’ del momento o aquellos que por su éxito siempre se pueden reeditar (p. 26).

 

[3] Hay que añadir un tercer aspecto, uno que es decisivo para su popularidad: los filósofos pop tienen que orientarse a partir de las expectativas del público. Al igual que los bufones de la corte, a quienes les es permitido ofender e insultar al rey siempre y cuando lo entretengan, los filósofos pop pueden desafiar al público siempre y cuando no se le exija de más (pp. 27-28).

Como muestran las citas, el término filosofía pop tiene varias ventajas como traducción de Populärphilosophie. De manera similar al origen y sentido del concepto música pop, el término filosofía pop también hace referencia a una oferta comercial basada en tendencias mediáticas que aspira a acaparar el mercado siguiendo estratégicamente las expectativas de su público. Al igual que un cantante o banda pop, un filósofo pop puede (y a menudo debe) ofrecer productos novedosos que desafíen a su público sin por ello comprometerlo demasiado; una sobrecarga puede traducirse en menos libros vendidos, menos asistentes a las conferencias o menos likes.  La filosofía pop debe jugar con el límite de las expectativas, pero nunca rebasarlo. En este sentido, Zorn deduce que la Populärphilosophie entraña una función ideológica:

Justo con relación a esto la filosofía pop tiene una función ideológica. Ella ofrece un cuestionamiento controlado y guiado del status quo que además se presenta ratificado por la autoridad de autores conocidos. […] La filosofía pop simula una actitud crítica que se vincula con muchos intereses, excepto con el que haría que todo se viniera abajo: el interés del conocimiento radical, la actitud radical de la filosofía (pp. 41-42).

Contrario a lo que se podría pensar, Zorn no relaciona “la actitud radical de la filosofía” con la filosofía académica. Al igual que la filosofía pop, aquélla también tiene sus pretensiones de autenticidad, sus jerarquías y su propio mercado:

Ciencia, control metódico, trabajo de equipo, un lenguaje claro sin pretensiones de genialidad […] Esta descripción no está menos orientada a un mercado que la publicidad que usan los filósofos pop para su entrada a la filosofía. El mercado es, no obstante, otro: fue hecho de manera consciente en la toma de institutos completos por aquellos que miden la filosofía con el criterio de la investigación de las ciencias naturales, por aquellos que así hacen ciencia (pp. 84-85).

            Pero no son sólo las aspiraciones o los condicionamientos externos los que enajenan a la Populärphilosophie y a la filosofía académica; según Zorn, es sobre todo su concepción de la filosofía como una serie de contenidos fijos lo que ha propiciado que cada una de estas tendencias refuerce su discurso. Frente a estas posturas, el autor plantea una tercera vía que, más que rivalizar con las anteriores, busca profundizar en el elemento que las une. Zorn llama a esta perspectiva simplemente “la filosofía”:

Sólo cuando la filosofía pop y la académica comprendan que la tercera vía, la que media entre ellas, es la filosofía, podrán encontrar la salida a su círculo improductivo. Y sólo cuando entiendan que ante todo ‘la filosofía’ no es ninguna pila de saberes, contenidos, temas o métodos, sino una actitud, una praxis y un problema radical de su transmisión que surge de esta actitud, podrán encontrar un camino que los vuelva compañeros en vez de rivales (p. 10).

            Formulada de esta manera, la propuesta del autor genera dos cuestiones que el texto debe aclarar: en primer lugar, ¿cuál es la característica de la actitud propia de la filosofía? y, en segundo, ¿en qué radica su problema de transmisión?

            Sobre lo primero, Zorn sostiene que una actitud verdaderamente filosófica se caracteriza por su radicalidad, esto es, por su intención de poner una y otra vez en duda convicciones y supuestos hasta llegar, de ser necesario, a preguntarse por los fundamentos últimos:

La filosofía está entonces atenta a los supuestos, en particular a los suyos, los cuestiona de una manera que podemos entender como radical; hay que seguir cuestionando hasta topar con un límite. Si este límite es positivo o negativo, si radica en un ultimo principio o más bien en la comunicación común, si la razón última se escapa permanentemente o si está dada en la inmediatez, en cualquier caso, la pregunta por el fundamento, la causa, el principio, lo último y lo más alto es decisiva para la filosofía (p. 31).

            Como muestran varios episodios de los primeros diálogos platónicos, una actitud filosófica radical no es necesariamente agradable o interesante para cualquiera. Al poner en duda los supuestos de sus interlocutores, Sócrates no ganaba popularidad entre los ciudadanos de Atenas, muy al contrario, su postura lo llevó en última instancia a la muerte. De ahí que Zorn afirme que por definición una actitud filosófica no puede adaptarse cómodamente a su entorno: “Esta exigencia radical lleva a la filosofía a distanciarse lo más posible de su entorno social, ya que éste funciona como tal, justo porque ahí simplemente se aceptan ciertos supuestos. Alguien que pone en duda todo, también pone en duda este orden” (pp. 31-32).

            La característica aquí mencionada de la actitud radical de la filosofía permite explicar el problema de su transmisión. Si el entorno social se construye a partir de la conformidad con ciertos supuestos y muchas de nuestras actitudes se forman en el entorno en el que vivimos, eso significa que nuestras actitudes están estrechamente relacionadas con los supuestos que implícita o explícitamente aceptamos en nuestra vida cotidiana. ¿Qué medios didácticos se pueden utilizar entonces para formar una actitud que en lugar de sentirse tranquila con las convicciones que la sostienen, las ponga sistemáticamente en duda? Un dilema que a mi juicio toma un matiz un tanto exagerado —por no decir innecesariamente rebuscado— cuando el autor lo expone con estas palabras: “¿cómo se le puede enseñar a alguien aquello que no sabe [la actitud filosófica radical], cuando eso que carece es la condición para que lo pueda aprender?” (p. 33).

            De acuerdo con Zorn, una de las soluciones paradigmáticas a este problema la dio Platón en sus primeros textos. La forma dialógica en la que construye la crítica y el hecho de que Sócrates no intente sustituir los supuestos de sus interlocutores por otros (la intención de Sócrates en los primeros diálogos es propiciar mayor claridad en torno a los fundamentos morales de la sociedad ateniense, no promover una doctrina) son para el autor de Shooting Stars un recurso didáctico que le permite a Platón brindarle a sus alumnos y lectores la oportunidad de que ellos mismos reconozcan las condiciones dentro de las que surge la filosofía: “Por lo tanto, Sócrates no enseña filosofía en los diálogos de Platón, sino que en realidad crea las condiciones que la hacen posible” (p. 47).

            Más adelante, Zorn profundiza en las ideas pedagógicas de Platón a partir de una interpretación de la conocida alegoría de la caverna. Según la lectura del autor, la descripción a través de la cual el prisionero aprende a distinguir entre el mundo sombrío y el verdadero, y la manera en la que en vano intenta liberar a los demás encadenados instruyéndolos en sus descubrimientos, es una prueba de que para Platón la filosofía no se puede enseñar en forma de contenidos. El fracaso de querer enseñarle a los prisioneros la ruta para salir de la caverna radica en el intento de sustituir abruptamente un supuesto por otro. Para evitar que lo tomen por loco, el primer liberado debe más bien generar un proceso a través del cual los encadenados mismos puedan encontrar la vía que él recorrió. En este sentido, “[l]a filosofía debe ser clara con respecto al ‘cómo’, al cómo del desencadenamiento y al cómo de la salida [de la caverna]. La filosofía debe suavizar el deslumbramiento y la ceguera a través de las formas de la costumbre. […] ¿Cómo se ve el camino hacia la formación [Bildung]? Ésta radica en acostumbrar a los seres humanos muy lentamente a su liberación” (p. 65).

            Por más adecuado que nos parezca, los apartados dedicados a la didáctica y pedagogía platónica muestran algunos puntos vulnerables del término con el que hasta ahora hemos traducido Populärphilosophie. Si, como afirma Zorn, desde la antigüedad clásica han existido formas de Populärphilosophie (la sofística, por ejemplo, en la época de Platón), sería evidentemente anacrónico designar a Gorgias y sus seguidores como filósofos pop. Otro intento para encontrar un término adecuado a las características que Zorn le da a la Populärphilosophie se presenta al final de su ensayo. Ahí, el autor primero exhorta a la filosofía académica a cambiar su perspectiva: más que buscar transmitir contenidos, métodos o sistemas, la academia debería trabajar en la formación de una sensibilidad que permita identificar las inconsistencias de los supuestos del entorno social y del proceder filosófico mismo. En concreto, lo que el autor propone es la “formación de una atención filosófica [die Ausbildung einer philosophischen Aufmerksamkeit]” (p. 93).

            En el caso de la Populärphilosophie, Zorn afirma que ésta puede aprovechar su libertad (a fin de cuentas, ésta no está constreñida al rígido proceder académico) para poder ser una verdadera introducción a la praxis filosófica. Lo anterior implicaría, por un lado, un distanciamiento de las expectativas del mercado, pero, por otro, el desarrollo de una vía alternativa a la academia para difundir el ejercicio de la atención filosófica. Visto desde esta perspectiva, podríamos intentar traducir Populärphilosophie no desde lo que es, sino a partir de lo que debería ser; y así, en lugar de designarla como filosofía popular, filosofía de difusión popular o filosofía pop, ésta podría ser simplemente filosofía no académica:

Por el contrario, la filosofía no académica ya no debe presentarse como la competencia de la filosofía académica. […] Ella ya no tendría que ser la versión popular de la filosofía académica o de la tradición filosófica, sino filosofía que sigue siendo filosofía porque puede hacer de manera independiente lo que puede hacer la filosofía académica en el marco de la investigación, esto es, enseñar la atención filosófica [philosophische Aufmerksamkeit] (p. 97).

            Así como las anteriores traducciones, con certeza tendrá el término filosofía no académica sus complicaciones (Nietzsche es un filósofo no académico y no por ello un Populärphilosoph), así como también tendrá sus complicaciones el acercamiento al problema de la traducción de Populärphilosophie desde la perspectiva terminológica (habría que justificar que el vocablo Populärphilosophie pertenece a un ámbito de especialidad); sin embargo, traer a cuenta las dificultades de traducir este vocablo a la luz de un ensayo como el de Zorn permite mostrar las implicaciones que puede tener el modo en el que se designa un fenómeno en torno al cual giran polémicas como la aquí expuesta. Las opciones están ahí, a ellas se les sumarán otras hasta que alguna termine por reunir la mayor cantidad de propiedades de la Populärphilosophie o hasta que una simplemente se vuelva más popular que las demás. Asimismo, esta reseña deberá completarse con otra que analice el título —¡por demás pop!— de Shooting Stars y que sopese las pretensiones del texto a partir de las generalizaciones y clasificaciones que lo sustentan.

Daniel-Pascal Zorn, Shooting Stars. Philosophie zwischen Pop und Akademie, Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main, 2019, pp. 99.

 

[1] Rolf Dobelli, El arte de la buena vida. Sorprendentes atajos para alcanzar la felicidad, la riqueza y el éxito, trad. Johanna Malcher, Paidós, México, 2018.