Acaso por mi obsesión respecto a las casas, a las ciudades. Acaso sea el deseo profundo en mí de pertenecer a un sitio. Acaso porque aprendí a distinguir las estaciones desde un lugar que no es el mío. Acaso todo junto me ha traído a esta página para hablar de Cincinnati Historia personal de Manuel Iris. Pues bien, he arribado a la cima para dar testimonio de mi lectura.
De Manuel Iris (Campeche, 1983) se sabe que es un poeta migrante, que arraigó su palabra al país del norte, pero cuando uno se marcha así, empieza a no ser de ningún sitio, a extrañarlo todo, incluso a uno mismo y eso es lo que veo en este libro. Un poeta que testifica sus desdoblamientos a través de poemas en donde la fragmentación hace de quien escribe un ser reconstruido, fuerte. O es que erige esa fortaleza en la poesía. De tres partes está armado Cincinnati: “Ventana”, “Nueva Nieve” y “Poemas escritos en CLudlow Avenue”.
La poesía empuña todo el libro. La poesía, el trabajo delicado y discreto que se hace con las palabras, ese involucrarse con los versos hasta que nazcan y sean luminosos. El oficio verdadero es lo que enviste a Manuel Iris y se agradece que su escritura sea lenta (como él mismo lo ha declarado). No se trata de un libro estructurado, compacto, ceñido a la fórmula unitaria. Es un libro de poemas, unidades abiertas, completas porque cada uno de los poemas podría existir independientemente, se nota lo depurado, insisto, lo honesto de cada uno y esto se agradece.
De la primera parte: “Ventana” encontré un poema alegre, y en éste la alegría se extiende hasta provocar la culpa de quien enuncia. Porque estoy acostumbrada a leer poemas de la carencia, los que son alegres me irritaban. Pero el gusto también oculta algo de melancolía, quizá la culpa, quizá el atrevimiento del bienestar. Se pide perdón en el poema que abajo transcribo, por tener casa, por la alegría, por quizá, creer no merecerlo. Y yo, perdono la ofensa, celebro que en un poema alguien se sienta bien de tener un sitio.
Itinerante
I
Sonriendo bajo la lluvia
quiero pedir perdón, porque sé bien- lo dijo ya el maestro-
que vale mucho más sufrir que ser vencido.
Pero es, amigos míos, que hoy lo supe
mirando mis maletas, mis libros, mi pan
con soledad distinta:
Tengo casa.
Como hecha de veneno, como si hubiera sido arrebatada a alguien
me duele esta alegría de que tengo casa.
No pienso merecerlo
y no celebro.
Se los digo:
Mi casa llega iluminando un cuarto
que nunca será nuestro.
Mi casa duerme y yo la miro y duermo.
Tengo casa.
Esta sección de Cincinnati llamada “Ventana” también es una provocación del poeta al lector. Nos deja entrever la vida cotidiana, íntima. Los secretos que se guardan bajo llave, entre cortinas. Las ventanas son ojos, se sabe. Y en este libro nos permiten descubrir la luz dentro de los cuerpos. Como en el poema “La vecina ideal…”
La vecina ideal, te digo. Sales de la ducha y llevas solamente una toalla en la cabeza. Te pones crema junto a la ventana.
La vecina ideal, me dices, y te ríes.
Continúas.
El cuarto entero está recién nacido. La luz está esperando que sucedas. Acechas hacia fuera y no percibes el milagro de que tu reflejo, imitando tus gestos, también acecha hacia tu desnudez.
“Nueva nieve” es una sección dedicada al paisaje blanco, a la extrañeza de lo ajeno. Porque la poesía nada es sin paisaje. Si no se alimenta de árboles y sol, la poesía se marchita y para Manuel Iris, que sabe indagar en el afuera, la albura del agua ha sido detonante de versos en donde se piensa lo que no. Y están sus ojos ante el asombro, describiendo la nieve:
Nueva nieve
(…)
II
Sube, baja
se confunde
gira de pronto
y se va contra sí misma.
Ni arena ni llovizna
debo decir que juega.
No viene al caso la palabra danza.
Finalmente, en “Poemas escritos en Ludlow Avenue” se reúnen los textos en donde el poeta se arraiga. De algún sitio tenemos que ser y los poetas son de la palabra, a ella pertenecen, a ella se consagran. Con la palabra se construye el poeta un estandarte para estar y defender lo suyo. En los poemas de esta sección se invita abiertamente a cantar y vivir con dignidad. A manera de arte poética es como entiendo la reunión de estos poemas. Apuntes en donde se explora el silencio y la habitación que es a veces el poema. Un sitio para resguardar la enfermedad, para testificar los vuelos, la juventud, la terquedad de la escritura que es vida. Y finalmente, a modo de los desterrados que, entre la añoranza y el descubrimiento de los nuevo, se afianzan a ser del lenguaje, de la palabra, del verso y la poesía.
Arte poética
Terca, la hoja amarilla
no se suelta de la rama.
La observo en su disputa
contra el viento y la lluvia,
contra la gravedad.
Llevo días mirando
su callado esfuerzo,
su tragedia diminuta.
Su persistencia
no merece olvido.
Es por eso
que la he puesto aquí,
en este verso
del que no caerá.
4 de octubre de 2018
Manuel Iris, Cincinnati Historia personal, Cuadrivio/ Secretaría de Cultura, México, 2018, 58p.
ISBN: 978-607-9330-82-2