La vida de una palabra de Samuel Bossini

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FRONTISPICIO VERTEBRADO UN DÍA PARA  ANUNCIAR LA VIDA DE UNA PALABRA, QUE ESCRIBIÓ

EL POETA SAMUEL BOSSINI, AMIGO EN UN ALLÁ CONTINENTAL AJENO A LOS DESENCUENTROS

Una palabra alienta sobre océanos invisibles, una palabra lúcida en la orogenia de los aconcaguas. Es la palabra de una vida, acaso

la vida de una palabra.

Dice la desolación, dice y clama la inminencia del vértigo; está anunciando la desaparición: el gredal del desierto se convertirá en un hábito y nadie más sabrá de nosotros.

Así es la leyenda en el mapa de la última derrota. Hasta el viento nos abandona.

Quedan luciérnagas extinguidas, queda un revuelo de almas en el desván y los llaveros dan saltos mortales. Alguien machaca aún su nube entre los dientes. ¿Para qué, para qué? Nuestro único oficio era esperar sin esperanza.

No pierdas el tiempo; confórmate con el sobrante de la harina que arrojas a los ojos de un perro. Si la harina no alcanza,

confórmate y no llores

El Corazón del ingenuo entiende que el partir y el volver lo resuelven diez mil monjas versátiles.

Ingenuidad, ingenuidad. Desconfía:

estamos señalados con hierros y nuestro regreso es improbable. Dime adiós, por si acaso.

Corazón desterrado: lleva tus valijas vacías, tómate un atajo; esto es el fin. Tú, el Deseante, tardas aún murmurando que el Amor viene ya, que ya está llegando, que llega como un murciélago transparente. Ah, Corazón, Corazón, al Amor no le esperan las sábanas propicias. Su hora ya fue. Ciertamente, no queda tiempo ni sábanas.

Quizá llegue, acaso, la Melancolía como una unción de arsénico. Ah el arsénico elemental intrínseco,

¡Qué canícula, qué contrición, qué desastre!

Alguien o Alguno, quién sabe; Nadie o Ninguno, quizá (qué avaricia de nombres, qué usura), se ha puesto a hablar. Apenas ha dicho que el olvido es un regreso. Cinco palabras incomprensibles. Nada.

Mil cien búfalos bífidos, tres prelados domésticos, veinticinco abismos y diez mil selvas vírgenes, con la oportuna anuencia de las multinacionales ausentes, han celebrado concilio. Se trata del valor aforístico de «El olvido es un regreso». Lamentablemente, no ha habido consenso. ¡Qué incompostura, qué cáscara! Esto es la escolopendra, el vaticinio disensual, la órdiga, el fin

de la enfiteusis democrática.

Es como transitar con la lengua atada a un zapato, como cuando regresamos de ningún lugar y solicitas las dietas. En resumen,

el olvido no era la salvación. Aquí no se salva nadie y nadie va a volver. Se acabó.

Queríamos recuperar a nuestras madres, sus manos blancas espantando moscardas, pero no, ya no hay madres desvelando febrículas.

Sólo hay moscas.

Ha terminado la extenuante aventura de las andalucías y las patagonias, cada uno se parece a su herida y el espejo no quiere reflejar lo que ve. Únicamente quiere reflejar lo que odia. Los espejos

están aprendiendo a odiar.

Kepler ha vuelto a medir los cielos y no le salen las cuentas; Dios mismo, ayer republicano, hoy está desolado, tiene la escarapela rota; el cierzo es un mal milano, una bestia, y anda volando oblicuo. Amigo mío, efectivamente,

esto se acabó.

Frotas una calavera y sólo suena una pavana absurda. Asperón, asperón. Preferiría ser sordo para siempre, pero no es posible. No se sabe qué pueda ser esa mentira inútil, la que dicen «siempre». Además, los sordos

no poblarán la tierra.

Nada explica todo, por tanto, todo está inexplicado, y ya es muy sabido que no podemos volver. Para este viaje, 

no necesitas alforjas.

Nacer, amar, aborrecer, morir. Cuánto argumento, cuantísima púrpura harapienta. ¿Para qué, para qué tanto? Para morir, basta no ser. A morir, pues, solamente, nada de nacer, no interesa. Hay demasiadas, lágrimas adventicias. Derrumben, por favor, derrumben

esa incongruencia, esa albóndiga,

no averigüen la geometría del sexo vermicular, no molesten.

A no ser, tal vez, quizá, en cualquier caso,

que un día, veloz y compulsiva, contumazmente nuestra, aparezca la única, la última palabra; aquella semejante

a la que anuncia, pura y volcánica, mi amigo Samuel Bossini, ciudadano mortal y poeta no ya transpirenaico,

vidente y confesor en cauda hirviente, ultramarino en sus diástoles;

la palabra que lleva en sí misma la vida natural, y la lleva

como una centella en su vientre, en aquel mismo modo

de las madres que sólo podían amar llevando                                                                           un cuchillo en la boca.

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Este frontispicio se escribió trenzando frases y palabras de su redactor con otras que se toman del libro La vida de una palabra, de Samuel Bossini. Éstas, que aparecen en letra cursiva, retienen esencial y completa la autoría de Bossini, sin perjuicio de que, en algunos casos, por necesidad rítmica o de acomodación al contexto, aparezcan términos con variantes en sus desinencias. También, en dos o tres ocasiones, hay mutación de una o más palabras por sinónimos o agrupaciones léxicas que crean sinonimia o equivalencia. Todo esto se ha hecho respetando, cuanto fue posible, el sentido y las connotaciones poéticas dispuestas originalmente por el autor.

POEMAS DE SAMUEL BOSSINI

Día de extrema oscuridad en las manos del vidente. El vidente enrojeció. Dejó caer su Labio sobre trozos de tierra seca. Algo de Amor capturó su Ojo. Como en toda derrota está nítido lo no hecho, lo que no fue tomado. El cielo despojó de acción al viento. Las aves llegaron con sus picos quebrados hasta la laguna. Era el comienzo del desierto. El inicio de la pesadez. El vacío es el peor amo para las sienes. El hombre, como especie aspira, a que todo torne a su sitio. Pero es evidente: lo desaparecido transforma. Lo nuevo, minuto a minuto, acentuará lo vago. Un día, con la obsesión de huir, lo nuevo, lo desaparecido y el desierto nos convertirán en hábito y nadie más sabrá de nosotros.

Miserable día. Sólo el capote de un simio asoma en las calles, como si el Ojo hubiese perdido, al inclinarse, el Alma. El día descarga sus sacos pesados. En una esquina el Ojo se detiene. Al ver hacia atrás, cree tener las exactas palabras que el Amor valora. Pero es hacia delante donde el Corazón empuja. Intenta que las rodillas no se conviertan en el mapa de las derrotas. El Ojo se mueve brusco de una sien a otra. El Ojo espera que la lluvia lave el salón abandonado en que se ha convertido lo visto. De los aguaceros llega alivio para el Cuerpo cansado. Ahora el Ojo descansa esperando no sentir que la tierra asusta, como él, con sólo cerrarse.

Animales cansados. Luciérnaga destruida. Bichuelo fijado en el orillo del sombrero. Revoloteo de almas en un desván. No podemos asir las almas. Es imposible que giren y el Beso… un Beso muy fuerte que respire agua/vaho. Las almas oscuras viven en el Rostro desgastado por el reflejo de las paredes y el silabeante sonido de los llaveros que dan saltos. Llevan detrás de su sombra el boceto de un primer Amor. Almas como isla medrosa que boquea. Entre los yuyos, las almas sorben del cuello de los insectos la interminable serenidad y así logran cierto volumen frente al espejo.

Desviar el relámpago.

Casi la calma.

Casi la nada.

Casi la nada

El reloj se hiela.

La mano nueve el Agua

y construye Huecos en la memoria.

Construye asfixias.

Una calle conduce hasta una boca abierta.

Basta con cercar lo posible,

para acabar el día con alguna salud.

Una gota de Agua abre el cráneo del soñador.

Queda el Alma presa de un dulce fuego.

Quien sueña dibuja en un muro su Boca abierta.

La extranjera a Lubicz Milosz

Todo lo sabías de mí. Conocías mi cuarto de baño. El peine que dejaba distraída en el marco de la ventana para que me lo traigas. Aún recuerdo tus ojos sorprendidos cuando te dije que te amaba. Yo sólo soñé a tu lado y podía ver como tu dios hería. Y como la Palabra Amor te laceraba. ¿Qué debía hacer? ¿Cuánto deben los huesos y la paciencia ir detrás del que se ama y te rechaza y te rechaza? ¿Detrás de aquel que puede tirar los días de tu Vida en el primer Hueco que encuentre, en el primer tacho hediondo que se cruce? Pero qué importa. Te tuve a mi lado y estaría muerta si jamás hubiese sucedido. Fontaneibleau está lejos para mí. ¿Por qué ese sitio? ¿Por qué no seguir en París? Con sólo bajar tus ojos en la calle e ignorarme, estaría creada la distancia aborrecible con su manto negro. En la distancia el cuerpo se arruga y se parece cada día más a un pié en el barro. ¿Cuánto de Lubicz Milosz se parece a mí ahora? No me sobresalta ningún ruido de pasos que no sea el tuyo. No me sobresalta el hambre ni la mugre. La melancolía trae tus pasos hasta la puerta de mi oído y río nerviosa, con cierto escalofrío. Nunca más algo tan bello como tu alma. Nunca más algo tan misterioso como tu Silencio sobre las sobras de un plato.

Si yo intentase salir, si solamente cerrase tras de mí la puerta,
¿qué harías?
, dijiste. Lo que he hecho hasta ahora: esperarte. Decirles a las otras que Lubicz Milosz vendrá y mi amor será su abrigo y el mío. Nada cambia tanto que nos regale otra vez la mejor parte. Llueve sobre los jardines desiertos y no sobre mí. Sobre mí cae la ceniza fina de tu sonrisa antes de darme la espalda. Para siempre.

Sin ninguna misericordia. Sin piedad. Así debe ser el adiós. Una Boca bien abierta que se seca y es la rechazada y una boca bien cerrada, es el que abandona. Y luego quedaremos unidos por muchas muertes y también por la llegada de otros que se irán con una parte nuestra, con nuestras muertes.

Envejezco y cada ruido es algo nuevo y viejo a la vez que me ata y me asfixia. Misterio que abre su mano sobre nuestras almas indicando que oscurece. Que nada cambiará. Que lo último que nos dijimos forma parte de los hilados de mi sábana. Y en vos, ese Dios que no te deja amar. Porque amarnos es el único pecado que puede vencer a Dios. Y ya no te pediría más nada. Estarías solo para mí. Sin ojos tristes. Sin delgadez ni languidez. Dios cuida poco al que se inmola por él y a la vez ama a otra.

Se sabe desde siempre que estar junto a alguien es soñar que se ama junto a alguien. Y lo que llamamos esfumarse es construirse en relieve.

Al menos nosotros no seremos de los que se mueren sin saber que se han amado. Ni de los que te desean que te mueras de lo mismo que ellos y un poco más, por abandonar.

Se deben renovar las maldiciones. Se puede hacer hundiendo la cabeza en la arena. También jugando a beber del tedio lo que la alegría niega. La maldición mancha cada sábana, cada lomo de pez. Cierra las ventanas. Llena de olor el corazón y la espalda. Una nube entra en la boca y el cuerpo recupera sus sueños. En las encías se escriben las nuevas y mejores maldiciones. Se quiebra el madero en tu puerta y en la mía. El vaho seca las aguas. Cada cabeza pierde su parte de niño en cualquier amanecer. Brilla falsamente la palma de la mano. La abandonada apretó un trapo sucio y lo ondea.

El humo cubre las alas. Dios baja a ver el fuego. Las mujeres arrinconan las verdes hojas para la próxima primavera. Alguien reza. Alguien reza. El aceite se derrama por el suelo. Desde el callejón llega la voz del ángel. Cree que las maldiciones no llegarán a él. Rueda el anillo de Dios, el que vino a mirar el fuego. Llueven plumas negras. Llueve hierba y llueven gritos.

Bajo un alero nos cubrimos. Fuimos entregados por Dios al gran viento.

La maldición llega y nos da de lleno.

Tenga piedad de nosotros la piel fresca y sana.

Contra quien apunta el Adiós, se esconde en el espejo.

El espejo no refleja lo que ve.

Refleja más nuestro olor que la imagen.

Si hay respuesta, que sea desmesurada. Que de un golpe abra el mundo. Que el Deambulador gire de felicidad. Que el polvillo rodeé, suba y caiga con más peso del que se elevó. Nadie toma conciencia hasta que punto la pupila de un Ojo suplica ayuda. Los ojos y las manos cantan para que la lluvia no se agote. Existe una agitación que no pasa por los pulmones. ¿Qué surge y se oculta? Quietud propia del Sueño. Ya que del Sueño es desde donde todo surge y todo vuelve a integrase. Relieve de Amor que busca quedar fijo en un vidrio, hasta que lo borre un trapo.

Un extraño vacío.

Una aparente quietud.

Nunca descanses ni confíes,

cuando el lento movimiento consume tu oxígeno.

Que el Alma engendra al Dios que la engendra…

sigue siendo verdad.

No es falso velo, es arpillera sucia. Tampoco es un detrás de la trama porque tal cosa no existe. Tampoco texto que propone. Texto que propone no ha dicho. Es juego, pero del que saben jugar los que han pateado lejos de ellos la máscara. Un abrirse del Corazón en un bajo escalera. Murmullo que va corriendo como una gota de Agua helada por detrás de la oreja.