Cómo comenzó su relación con el arte?
Desde que tengo uso de razón dibujo lo que veo y lo que imagino. Descubrí que era una forma de entender las cosas, de conocerlas, de poseerlas. Pasaban a existir y a ser mías. Es un impulso que me viene incorporado de fábrica. No ha sido una elección. Sentía la atracción de las imágenes de los libros de arte, las historietas, incluso los dibujos de los libros de texto. Me gastaba la paga en tebeos y en colores para pintar las paredes… Siendo de Madrid, mi nacimiento en Linares fue casual, mi madre me llevaba al Museo del Prado a pasear los días de frio y lluvia. Luego me compraba en la cantina del museo un pepito de ternera, un bocadillo de filete, y yo era feliz. Aprendí a ver, a mirar, a llenar los ojos para alimentar a las manos, para traducir el mundo a imágenes sobre un papel. Mi relación con el arte surgió de una manera natural, sin querer. Sin saberlo.
Usted es un referente en lo que se dio en llamar la Movida de los años 80. ¿Qué ha quedado en su experiencia, en su obra, de aquellos días?
Con la Transición, tras la dictadura, nació un mundo nuevo. Mi generación salía entonces de la adolescencia. Nos inventamos la vida. Descubrimos una libertad gozosa. Todo valía. La revolución del 68 nos llegó diez años tarde. Lo pillamos todo con fuerza. El underground, el Punk, el Glam. La Posmodernidad entendida como la destrucción de barreras entre lo culto y lo popular. Hoy lo llamaríamos transversalidad. He leído hace poco que la Transvanguardia, el Pop neoyorquino de Keith Haring y Basquiat y la Movida Madrileña son las verdaderas manifestaciones artística posmodernas. Entonces no sabíamos nada de esto. Hacíamos la vida en la calle. Usábamos el papel impreso como vehículo de conquista del mundo. Revistas, fanzines, posters, postales. Pintábamos cuadros y hacíamos comics. Todo a la vez. Hacíamos revistas que inundaban las calles. La Luna, Madrid Me Mata, Madriz…Queríamos llegar a todos los rincones de la sociedad, desde lo más cotidiano, incluso lo vulgar, hasta los más altos templos del arte y la cultura. Queda de aquella época la búsqueda de una mirada personal. Tratar de no estar condicionados por reglas ajenas. El discurrir de la creatividad por caminos nuevos, inusitados. El amor por la improvisación, el divertimento, lo lúdico. La intención de infectar a la sociedad con lo que se quiere transmitir, con imágenes, ideas y sensaciones. No trabajar sólo para iniciados, o para un gremio que juzga según criterios impuestos en cada momento por el mercado, que es la gran autoridad hoy día en el mundo del arte. Aunque también el mercado es interesante. Nos da ciertas pautas de por donde va la vida y el pensamiento. Todo es interesante. Todo pertenece al tiempo que vivimos, al presente, al ahora.
¿Por qué cree que hoy la movida de los años 80 sería imposible?
Cada época tiene su mierda, sus reglas, su sensibilidad. Cosas y conceptos que antes no importaban nada son ahora delicadísimos temas de discusión. Jardines de otros tiempos son hoy campos minados. En los años 70 Antonio el bailarín fue a la cárcel por cagarse en los muertos de Cristo. Blasfemar era delito. Hoy día puedes meterte en un lio por usar palabras que gentes sensibles, pero implacables, duras, en posesión de criterios incontestables, consideran inapropiadas. Pensábamos que la libertad que se conquistó entonces era para siempre, que iría a más. Que eran formas y derechos ganados para siempre. Que va. Nunca ha habido tantas reglas como hay a estas alturas del siglo XXI, tanta “protección” a unos y a otros, la quieran o no. Hoy día hay quien considera que lo lúdico es simplemente frívolo y sospechan del arte que no se compromete con sus ideas, sus dictados y sus compromisos no es válido. Es arte degenerado. No hay un cuadro mental de riesgo, libertad y tolerancia que haga posible aquella posmodernidad para otra Movida social que surja de la calle sin límites ni presiones. Pero están surgiendo otras transversalidades. Los creadores jóvenes se están expresando a través de comics, de diseño gráfico y de videojuegos, de animación, de fotografía. Aunque todo va rapidísimo. A lo mejor el año que viene todo es al revés y vuelve la tolerancia, la relajación, la belleza y la libertad. Es un deseo.
¿Encuentra, por parte de los artistas, un mayor compromiso en la relación del arte con la vida en los años 80 que en la actualidad?
Hoy día hay una parte del arte que es posible gracias a subvenciones, becas y ayudas que piden unos requisitos concretos, como ser de determinado sexo, edad, nacionalidad o pensamiento, así como imponen una técnica y unos temas, sociales, políticos, sanitarios, ecológicos… a los que hay que adherirse para acceder. Los artistas deben muchas veces contentar y adaptarse a las exigencias de las administraciones públicas u organizaciones convocantes, en lugar de poder expresar sus propios intereses. También hay por supuesto artistas que son muy libres y consiguen ser dueños de sus proyectos. El compromiso personal depende de los medios de disponga uno para hacer lo que le de la real gana. Creo que esto es en el arte y en todo. En los 80 éramos jóvenes y con muy pocas necesidades. Vivir era arte. El compromiso era con la vida. El arte, la creación, llegó como una fruta madura.
Usted ha señalado la violencia en la tauromaquia. ¿Cree que puede provenir de la misma sociedad? ¿Esa violencia también está en el arte?
La tauromaquia tuvo su tiempo. Fue una manifestación, un rito primitivo, de admiración a la fuerza y a la belleza animal, a la violencia del ciclo imparable de la vida y la muerte. Fue la celebración de la astucia y el valor del ser humano y la búsqueda de héroes para el pueblo necesitado de emociones. Hoy día todo eso lo encontramos en las redes, en el cine, en las series. La intolerancia, la envidia, la violencia, la injusticia… siempre estarán presentes en la sociedad. No nos podemos engañar. El ser humano es un depredador implacable. De ahí su éxito como especie. Pero tres pilares dieron estructura a la sociedad occidental: la filosofía griega, el derecho romano y el humanismo cristiano. O sea la defensa contra la ignorancia, contra los abusos del poder en la sociedad y la defensa del más débil, del necesitado. Hacemos cosas malas pero al menos lo sabemos. El arte participa de la violencia. Los encargos y adquisiciones de los poderosos, reyes y papas, gente violenta en general, hicieron posible las artes durante siglos. Hoy día no podemos olvidar que una parte del mercado del arte, especialmente la primera línea, se sostiene con dinero de origen turbio, o al menos dinero generador de inmensas injusticias. Son tiempos difíciles, pero, ¿cuáles no lo han sido?
Quienes estudian su obra consideran que luego de los años 90 su obra se ha vuelto más intimista. ¿Está de acuerdo?
Es verdad que al comenzar en los años 80 el estímulo visual era tan potente que sólo tenía que mirar a mi alrededor y pintar. Al final de la década estaba ya un poco saturado, así que me fui un año a Marruecos, Marrakech y Esauira y después otro a Nueva York, buscando alimento para los ojos. Buscando en soledad contrastes en escenarios tan opuestos, lo que me encontré fue el mundo que sin darme cuenta había surgido en mi interior. La introspección me llevó por otros caminos. El año 1990 termine viviendo en Mallorca, en Sóller, y empezó una nueva etapa más racional, con más referencias literarias y pictóricas. Una obra como metafísica y simbólica. Además fue un cambio de ciclo. En los 80 interesaba en España un arte que nos reivindicase, que fuese netamente nuestro. Así la Movida tuvo un éxito internacional muy rápido. Lo español estaba de moda. Entrados los 90 se quiso equiparar este país con el resto del mundo y se comenzó a potenciar un tipo de arte y pensamiento que nos colocase junto al mundo occidental al que pertenecíamos. Lo internacional triunfó frente a lo nacional. Aún tardó un tiempo en ser denostado lo de los 80, pero todo va y viene. Es la rueda de la fortuna.
¿Cuánto de la velocidad con la que hoy se mueve el mundo lo ha influenciado entendiendo que su obra hace pie en lo urbano, la ciudad y lo que ella contiene?
La velocidad de la vida nos ha venido por tener acceso a medios que nos permiten trabajar mucho más con el mismo esfuerzo. Los viajes son baratos y rápidos. El tiempo se comprime. Las herramientas digitales nos ahorran procesos y pasos que eran lentos y trabajosos. Los materiales nos llegan prácticamente de inmediato, así como la información. Podemos hacer muchas más cosas en el periodo de una vida. Saliendo de la adolescencia, a finales de los 70, cuando empezaba a estudiar en la Escuela de Arquitectura, empecé a trabajar en una vieja imprenta, una linotipia del Madrid decimonónico, junto a lo que fue la universidad Central de San Bernardo. Las viejas máquinas Minerva de golpe vertical, las impresoras de rodillo, los tipos de madera, los metálicos, la caja baja y la caja alta, los fotograbados, el olor a plomo derretido de la linotipia, y el querido olor a tinta, la música de las maquinas funcionando. En la oficina del señor Gil, el encargado, se reunían viejos tipógrafos anarquistas, inventores de tintas y jubilados de artes gráficas que me apadrinaron. Aprendí en un par años, tardes enteras escuchando y viendo trabajar a un ritmo magníficamente lento e inoperante. Luego llegó el offset, la fotocomposición, las prisas y un mundo nuevo que terminó con aquel. Este proceso lo he vuelto a vivir cíclicamente en las últimas décadas. Siempre a más rápido. El mundo digital ha terminado con todo lo anterior. El antiguo AC y DC con Cristo como referencia temporal, debería ser sustituido por ASJ y DSJ, antes y después de Steve Jobs. Es decir 2009 es el nuevo año cero, cuando se presenta el IPhone y por ende los Smartphones en general. Es un mundo nuevo. Quizás ahora la Inteligencia Artificial sea otro aún más nuevo, antes de que hayamos podido digerir el anterior. Seguimos observando con atención, tratando de entender y no quedarnos atrás.
¿Qué le ha sumado a su obra el arte digital?
Somos la generación que ha vivido tres siglos. Mi infancia se desarrolló en unos escenarios que podían haber sido del siglo XIX. Burros en los caminos, casas en el campo con agua de pozo, sin electricidad, sin televisión, lumbre para calentarse, caminar mucho, curas, monjas y niños por las calles, ir de visita y miedo y fascinación por lo desconocido. Con el turismo y la Transición llegó el siglo XX. De alguna manera con la muerte de Franco terminaron las guerras carlistas, que tuvieron a España en el atraso desde 1833 hasta 1975. Es un enfrentamiento continuo de más de cien años enfrentando a unos españoles con otros. Así lo he sentido siempre. El siglo XX llegó con mucho retraso pero nos pusimos al día lo más rápido posible. Y llegó el siglo XXI, poco a poco al principio, eclosionando en 2009. Aparecieron unas herramientas digitales nuevas que permitían plantearse nuevos retos técnicos por precios asumibles. Propuestas impensables en esos siglos anteriores. Ha sido una oportunidad para darle a mi obra una dimensión nueva, el movimiento, y la posibilidad de las proyecciones públicas en fachadas. Obras de dimensiones colosales, comparables a los grandes murales que he tenido la oportunidad de realizar. Hoy día no concibo una exposición importante, sea institucional o en una galería privada, sin la presencia de piezas tecnológicas digitales: esculturas hechas con impresoras 3D a partir de archivos de modelados digitales y piezas en movimiento proyectadas en grandes formatos o en monitores generando instalaciones experienciales. La visión y la interpretación de la obra cambia con estos componentes digitales, generando un cuerpo intelectual nuevo. Lo digital es el presente.
¿Cómo es su experiencia en la incursión del cine de animación?
Llevaba estudiando y valorando el movimiento en toda mi obra desde el principio. El movimiento de las personas, especialmente de las de ciudad. Quise entonces dar el paso de trabajar sobre el movimiento, poner a los dibujos a moverse con una perfección hipnótica. En 2007 tuve la oportunidad de trabajar un año en El Cairo, Egipto, con una productora de animación, financiado por un productor independiente de Misisipi. Una historia rocambolesca. Era más barato que en cualquier otro sitio, pero no había allí conocimiento ni tecnología para lo que estaba buscando. De ahí pasamos a trabajar en Madrid, tras un breve paso por Potsdam en Berlín, y con más medios entramos en la tecnología del siglo XXI. Con una nueva productora, Magic Films, y nueva financiación, trabajamos con modelados 3D y captura de movimiento, desarrollando softwares para conseguir el objetivo: el movimiento perfecto. La culminación de este proyecto fue la proyección en Madrid en 2015, sobre la fachada del edificio de Tabacalera. El Ministerio de Cultura abrió el camino para las intervenciones públicas que han continuado en diversos formatos los últimos años.
Usted es autor del nombre Madriz, revista emblemática de los años 80. ¿Qué le dejó esa experiencia junto con otras revistas de la época como La Luna de Madrid, Madrid me mata?
El amor al papel impreso. Creo que generacionalmente somos los últimos acumuladores de papel en todas sus manifestaciones. Libros, cartas, postales, revistas antiguas, revistas nuevas, catálogos, cuadernos de notas, notas sueltas, agendas viejas, comics…Nuestra vida y nuestro conocimiento está sobre papel. Cuando Blanca Sánchez comisariaba la gran exposición de La Movida en 2007 me decía que le producía mucha ternura el hecho de que las casas de todos nosotros eran muy parecidas. El horror vacui en las paredes, llenas de papeles y recuerdos, salpicadas de fotos, de dibujos, unos enmarcados y otros con chinchetas, de pinturas grandes y pequeñas. Anaqueles llenos de libros y objetos en los que reconocerse. Y pilas de libros y pequeñas esculturas y discos de vinilo. Un desorden grato, confortable, estimulante. A principios de los 80 entendimos que eran las revistas el medio de infiltrarnos en el mundo. Y lo hicimos. Además donde se podían juntar poetas con músicos, con pintores, con filósofos, con fotógrafos, con diletantes y con amantes del conocimiento y también de la diversión. El haber participado en aquellas revistas y después en otras como Sur Exprés, El Europeo o El Canto de la Tripulación me ha dejado una forma totalmente transversal de entender la cultura. Sin compartimientos estancos, sin reglas estrictas, todo en el mismo crisol.
Usted fundó Port Said Ediciones, especializada en la edición de carteles que sirvió para difundir su obra y de otros muchos artistas. ¿Quedó satisfecho de esa vivencia?
Sí. España era entonces un país pobre. No lo sabíamos, pero los materiales eran malos, de poca calidad. No había papel bueno, ni pinturas con pigmentos suficientes. Se editaba pobremente, ahorrando en todo. La fotomecánica se pagaba por cm2, y por lo tanto se hacía pequeña. El papel era de poco peso y poca calidad. Viajando por Europa vi que existían otros mundos. Los alemanes en aquella época eran los dioses de las artes gráficas. Editaban maravillas impensables para nosotros. Por otro lado éramos, y somos, un país de grandes talentos artísticos desaprovechados. Así nació Port Said Ediciones. Con la pequeña inversión de un grupo de amigos empezamos a hacer fotomecánicas enormes, las imprentas se escandalizaban, y a editar sobre papeles de altísima calidad y gramaje, creo que alrededor de 300 grs o más. Los autores eran, éramos, pintores y dibujantes españoles como Mariscal, Ceesepe, Navarro Baldeweg o José Guerrero entre otros. El estreno fue glorioso. Fuimos a presentar la propuesta al Festival de Angulema en Francia. El primer día habíamos vendido toda la producción. Tuvimos que pedir que nos reenviasen material desde la imprenta en Barcelona. Los años siguientes seguimos editando obras de autores españoles, dándoles difusión en formatos de gran calidad. Personalmente muchas de mis obras de entonces terminaron siendo carteles que me encontraba después por toda Europa, incluso por Estados Unidos, a lo largo de los años. Otra vez el amor al papel impreso.
Su novela gráfica Sic Transit o la muerte de Olivares es considera el inicio de la novela gráfica en España. ¿Tiene pensado seguir incursionando en ese género y cómo cree que ese género está transitando hoy en España?
España no tiene el público suficiente en este campo como para que se pueda convertir en un negocio interesante. No somos Francia, donde se hacen tiradas de más de cien mil o doscientos mil ejemplares. Pero los tiempos están cambiando. Los artistas jóvenes están incursionando en el terreno del comic y la novela gráfica en las facultades de Bellas Artes. Se está convirtiendo en un medio de expresión válido y respetado. Creo que los tiempos se adecuan a la fórmula de contar ideas, relatos, mensajes y sensaciones a través de la combinación de palabras e imágenes. Es perfecto para este mundo de tiempos cortos e intensos que exigen las redes. El relato visual es el futuro. Me siento muy cómodo con estos formatos. Disfruto. En los últimos años he tenido la oportunidad de preparar relatos gráficos para el diario El Mundo. Varios veranos me han dejado rellenar a mi gusto una página los domingos de Agosto. Siguiendo una antiquísima tradición de la prensa, se publicaron historias por entregas. Ahora estoy preparando un proyecto de relato gráfico, Protégete de los protectores, para una editora de arte, Fueradcarta, con un formato muy innovador a caballo entre la obra gráfica y el objeto de arte. Saldrá en septiembre de 2024. En 2025 está apalabrada con una gran editorial la edición de una antología de relatos gráficos de los últimos cuarenta años.
¿Está de acuerdo con quienes aseguran que su exposición Pintan Bastos marca una nueva época, una nueva mirada en su obra?
Esa exposición tuvo lugar en la mítica galería Moriarty que fue el aglutinante de la Movida. A la vuelta de Nueva York me encerré en la sierra de Tramuntana en Mallorca tratando de encontrar caminos nuevos. De la reflexión, la soledad y me imagino que de cierta maduración propia de ser más mayor, surgió el simbolismo que no he abandonado ya nunca. Todo son símbolos. Las figuras de los objetos significan conceptos y esos significados son personales, a veces distintos para cada uno. Lo he explicado antes. Ese fue un momento de introspección, el primero de varios posteriores. Los palos de la baraja, los toros, los toreros, las banderas de España, el Mediterráneo, los escudos heráldicos, los retratos de antepasados. Todos eran símbolos de la melancolía del paso del tiempo. Parecía que se terminaba algo. Tiene gracia decir esto tres décadas más tarde. Nada terminaba en realidad. Todo ha continuado. Pero con aquella exposición murió uno de los varios yo que he sido.
Usted ha realizado trabajos para el Ministerio de Cultura, El Ministerio de Asuntos Exteriores. ¿Quedó conforme? ¿Cómo compatibilizó el encargo de una obra con su libertad?
Nunca han tratado de influir en los trabajos que han comisionado. Precisamente me llamaron por estar interesados en las obras tecnológicas que estaba desarrollando. En todos los casos me han proporcionado los medios materiales para poder intervenir a gran formato en las calles de la ciudad. La verdadera falta de libertad la he sentido más bien por la falta de medios, hablamos de equipos muy caros, tanto de compra como de alquiler. Lo tecnológico exige presupuestos altos. Sólo la administración o las grandes empresas se lo pueden permitir.
¿Qué lugar tiene en su obra lo social y lo político?
Soy un ciudadano que observa con dolor el sufrimiento, la injusticia, la mentira, el abuso, la violencia y el mal en general en el mundo. Mi obra se alimenta de lo que ven mis ojos y de lo que interpreta mi mente. También de lo que leo, de lo que escucho y de lo que me cuentan. Vivo en una ciudad. Es mi fuente de información. Esto hace que todo lo que hago sea social, aunque no necesariamente responda a las cuestiones que interesan a otros. Me considero un francotirador en mis intereses y en mi mirada. En cuanto a lo político, fui durante cuatro años presidente de AVAM, la asociación profesional de artistas de Madrid y también un tiempo presidente de una asociación de ámbito nacional, AVeR, Artistas Visuales en Red. En este periodo perdí la virginidad respecto a la política real y respecto a los políticos. Las reuniones del sector, o particulares, en ministerios, comunidades y ayuntamientos rara vez servían para algo. Pocas veces tuve la sensación de que alguien fuese a hacer algo por arreglar entuertos del sector o injusticias palmarias que los reglamentos y legislaciones estaban perpetuando. Aprendí que la operatividad y la eficacia la ponían sobre la mesa casi siempre los funcionarios. Las grandes palabras políticas, las grandes ideas, las teorías cósmicas, me parecen armas de opresión de los individuos. Me imagino que este pensamiento político se refleja en mi obra.
¿Son las Ferias de arte un vínculo adecuado para la proximidad del artista y el público?
Las ferias han ido cambiando en sus planteamientos y su espíritu. Hoy día son terreno de las galerías. Pero estar presente en las ferias es importante para los artistas, por figurar, por existir. El conocimiento que el público puede tener de un artista a través de una feria es superficial, sólo de toma de contacto, suscitar un interés, un guiño. Sólo a través de exposiciones individuales más amplias, o de acciones o intervenciones personales, se puede empezar a entender a un autor y conectar con su mundo y sus planteamientos. Y mejor aun, se está generalizando el concepto de visitas a talleres y lugares de trabajo de los artistas, la idea de los open studios, donde muchas veces se junta el publico, la intermediación y la crítica con el autor en su salsa. Los tiempos están cambiando. Ya veremos por donde va esto.
¿Sus estudios de arquitectura los considera una influencia decisiva en su obra?
Tuve la inmensa fortuna de tener unos maestros excepcionales en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, ETSAM, que me abrieron los ojos a un mundo de conocimiento, sensibilidad y erudición que quiero creer que me ha marcado para todo. Rafael Moneo ya entonces un mito, Víctor d’Ors explicando la filosofía de la belleza en Estética, Juan Navarro Baldeweg exhibiendo una paciencia y una comprensión infinita ante los primeros proyectos imposibles que le presentábamos, Sáenz de Oiza hablando sin parar, saltando de un tema a otro, del número tres al diseño del Morgan, de su hermana monja a la necesidad de las dificultades para crear. Carvajal el temible, Alberto Campo, Ignacio Vicens, que me abrió los ojos a la belleza clásica. Y las visitas a la escuela de Tadao Ando y de Mario Botta entre otros, gente de prestigio enorme que fueron y han sido un estímulo enorme en toda mi obra. Tengo la sensación al cabo del tiempo que tuve la formación más próxima al Humanismo que existía en aquel momento. Y si, muchas cosas permanecen en mí y van saliendo cíclicamente y poco a poco a lo largo de toda una vida.
Se habla de la Inteligencia Artificial y de la influencia que tendrá en nuestras vidas. ¿Será posible que la Inteligencia Artificial haga a un lado a los artistas y ella cree las obras de arte?
He aprendido que sobre este tema no sé nada. Todo puede ocurrir y luego no ser definitivo y luego aparecer otra cosa y luego que vuelva lo anterior. Y más tarde que el mundo cambie de gustos y de paradigmas…Que lo que hoy vale mañana no y viceversa. Dudo, pero es por intuición, que los artistas puedan desaparecer. El ser humano es duro y listo. Y rabioso. Y hábil. Sólo desde lo absurdo del ser humano se pueden generar nuevas sensaciones artísticas. Y tenemos la necesidad de hacerlo. Posiblemente cambien las herramientas pero el arte seguirá siendo íntimamente humano. Creo yo.
¿Qué lugar ocupan las redes? ¿Las consulta?
Pertenezco a mi tiempo. Siempre lo he hecho. Las redes, desde 2009, año cero DSJ, son parte de nuestra vida. El trabajo de un artista se hace con la finalidad de llegar a un número determinado de gente. El máximo posible para algunos, o bien unos pocos elegidos para otros. Yo soy de los que quiere que la obra llegue a mucha gente, quiero transmitir y contar mi visión del mundo. Las redes hacen que una imagen llegue a miles de personas, cifras impensables para un museo, no digamos ya para una galería o una sala. También sigo a los artistas que me interesan y he recuperado el contacto con otros que tenía perdidos. Pero creo que todos estamos teniendo estas mismas experiencias. Es un mundo que ha llegado para quedarse por un tiempo, pienso que largo. Aparte, todos sabemos que las pantallas nos están cambiando la capacidad de concentración. Nos cuesta más leer. Nos cuesta ver películas larguísimas. Nuestro cerebro se está adaptando rapidísimamente a estos nuevos estímulos de conocimiento. Me estoy resistiendo un poco, pero ahí vamos de cabeza todos nos guste o no.
¿En qué proyecto se encuentra?
R.- Este año 2024 tengo dos exposiciones importantes. Una en el Centro Conde Duque de Madrid de mayo a octubre. Es un site specific de grandes piezas sobre nuevos materiales y obra tecnológica. Se titula Cada vez que miras. Es una propuesta sobre la ciudad, lo externo, lo interno y sus habitantes, en un espacio singular. Es obra nueva y un paso más en la reflexión y la visión sobre nosotros y la ciudad que comenzó en los 80. Otro gran proyecto es una antológica en el Museo de Artes Decorativas, del Ministerio de Cultura, que abarca todo el trabajo que no es estrictamente arte, siendo este concepto confuso y de paredes líquidas. Por entendernos, la columna vertebral de la exposición son carteles, un medio en el que he estado siempre. Desde los de la editorial Port Said a los de la Expo de Sevilla del 92 o de las Olimpiadas de Barcelona. Yo pensaba que habría hecho unos cincuenta como mucho, pero los documentalistas van por tres veces esa cantidad. También van comics, ilustraciones, postales, logotipos, tipografías, camisetas… Todo el trabajo que se ha desarrollado desde el primer cartel en 1975, yo tenía 16 años, de un concierto en el CEU de Suso Saiz, entonces compañero de clase y hoy un reconocido compositor y músico, hasta hoy día con los carteles de Madrid Flamenco o el del Festival de danza de Cartagena o los del Ateneo de Madrid. Es una vida presente en la calle, de la que estoy un poquitín orgulloso viendo todo ese trabajo recopilado. Ambos proyectos están comisariados por Julieta de Haro, gran conocedora de mi obra y con la que trabajo los últimos años. Aparte seguimos con publicaciones, colaboraciones y proyectos más pequeños, pero no menos satisfactorios. Por último, en 2025, hay prevista una gran exhibición de obra monumental en el Museo de Arte Contemporáneo Florencio de la Fuente en Huete, Cuenca, situado en el antiguo Monasterio de Santa María de la Merced.