¡Cómo me gustan esas reuniones con Adolfo!
La conversación abierta y el alma tranquila. Las aprecio muchísimo.
Alejandro Rossi, Diario, 27-2-1987
Sobre el Diario de Rossi, su gestión en el FCE, la situación actual de México y el porvenir de la hispanidad
David Noria: A propósito de la publicación del Diario de Alejandro Rossi, quisiera evocar dos lugares donde lo menciona para tener su impresión. En la entrada del 3 de mayo del 1985, Rossi dice de una visita al Fondo de Cultura Económica: “Nada en particular, salvo ver a Castañón instalado en las oficinas de la subdirección. […] Con la circulación rápida, atento, alerta, con muchas energías. Así lo veo. Se le quitarán telarañas, esas aburridas ideas marginales, y dejará a un lado las racionalizaciones exageradas de actitudes ambiguas. Buen muchacho”.
Adolfo Castañón: Rossi está hablando del momento en el que yo ocupé la Gerencia de producción del Fondo de Cultura y me instalé en la oficina de Jaime García Terrés. Fue un momento importante en mi desarrollo personal, literario y editorial. Dejé de ser un lector salvaje para ser un lector más profesional o institucional. Alejandro Rossi tuvo que ver de alguna manera con ese tránsito. Obviamente él me menciona antes. Habíamos desarrollado una amistad que para mí fue muy importante y lo sigue siendo. Ahí transluce sus ideas a propósito de mi pequeña historia previa y de lo que vendría. Yo había entrado primero al FCE en 1975 o 76, después me salí y regresé en 79. Me admitió de nuevo García Terrés. Entre 1979 y 1985 estuve trabajando como lector, traductor, dictaminador y estuve muy impregnado en la gestión editorial. Eso culminó con el nombramiento de gerente, puesto que tuve desde 1985 hasta 2003. O sea que yo estuve en una posición de poder o de mando más de 18 años, como gerente de producción, gerente editorial, y como coordinador después. Me tocó ser testigo de la gestión de Guillermo Ramírez Hernández, José Luis Martínez, Jaime García Terrés, Enrique González Pedrero, Miguel de la Madrid, Gonzalo Celorio y Consuelo Sáizar.
David Noria: Unas páginas más adelante, Rossi dice: “¡Es increíble cómo ha cambiado Adolfo en una semana!” El contexto es que usted se convierte en un funcionario. ¿Cómo asumió usted ese papel? ¿En su fuero interno pensaba en una labor meramente literaria o que implicaba una responsabilidad con México e Hispanoamérica? ¿Cuáles eran los valores en que usted pensaba en tanto funcionario?
Adolfo Castañón: Yo nunca me creí que el que atravesara la condición administrativa de ser un corrector a ser un gerente tuviera demasiada importancia. Pero sí me di cuenta de que yo tenía que ser responsable de una serie de valores y lo único que sucedió fue que esos valores que yo ya conocía y traía, empecé a concentrarlos, echarlos para afuera y organizarlos. Esos valores tenían que ver con mi formación personal por haber sido el hijo de Jesús Castañón Rodríguez, que había sido el redactor del Boletín Bibliográfico de la Secretaría de Hacienda. Había nacido en un entorno de libros y me sentía de cierto modo comprometido con la cultura mexicana e hispanoamericana. Alejandro Rossi sabía todo eso.
Alejandro era siempre muy asertivo y le gustaban las expresiones contrastadas, como que yo había cambiado demasiado. Yo no creo haber cambiado demasiado. Simplemente asumí una nueva responsabilidad que tenía que ver con que yo dejé de ser una persona que se dedicaba a corregir pruebas para ser una persona que también tenía que firmar contratos, recibos, y saber por dónde estaba pasando el flujo económico de la editorial. Siempre le di mucha atención a eso. Desde el primer momento tuve conciencia de que al ser nombrado funcionario, gerente, yo adquiría un compromiso que tenía que ver no sólo con la selección de libros, sino también, digamos, con una cierta honestidad y probidad. Parte de esa honestidad y probidad está relacionada con que durante todo ese tiempo que yo estuve como funcionario del FCE, nunca publiqué un solo libro mío. No abusé de mis poderes. Y esa moderación me dio una cierta legitimidad. Esa legitimidad también me la gané porque había la práctica, los fines de año, de hacerles regalos a los funcionarios y yo tuve la buena idea de que la primera vez que me regalaron cosas, a finales del 1985, lo que hice fue rifarlas entre todos los compañeros de la gerencia para que los proveedores vieran que yo no era susceptible de ser tan sobornable, por así decirlo. Todo eso está más o menos entrelineado en la caracterización que hace Alejandro.
David Noria: En ese sentido, recuerdo que al presentar su colección de poesía, la Campana en el tiempo, decía que usted estaba orgulloso de los poemas que había escrito pero también de los que no había escrito, y de lo que usted sabe y no ha dicho o no ha escrito: mencionaba la política. Se entiende que en esas palabras hay lecciones aprendidas, experiencias, cosas vistas, pero que también ha optado usted por la discreción. Y entonces yo le pregunto: al momento de aconsejar a las generaciones que siguen sobre lo que eventualmente enfrentarán, ¿cómo asume usted esa elección de la discreción?
Adolfo Castañón: Agregaría que estoy más orgulloso de los libros que he traducido y editado que de los que he escrito. En todo caso, la pregunta que usted me hace es difícil y un poco comprometedora porque la frontera entre la discreción y la pusilanimidad y la cobardía es, digamos, tenue. En un país como México, la discreción no sólo tiene que ver con una atención a no herir el entorno sino también a la propia sobrevivencia y a la decencia de no caer en expresiones demasiado soeces o pintorescas. En uno de mis libros, Recuerdos de Coyoacán, cito algo de Apollinaire, que dice: “Hay tantas cosas que no me atrevo a deciros/ tantas cosas que no me dejaríais decir”. Yo sé que uno tiene que saber decir, pero también tiene que elegir lo que dice y el momento en el que lo dice. Esto tiene que ver con la ética, la probidad, la cortesía, pero también la convivialidad.
En México, donde hay muchos periodistas asesinados y donde ha sido proverbial el ejercicio de la adulación pública como parte del oficio intelectual, el tema de la discreción está relacionado con las buenas maneras, en el sentido cortesano de Castiglione y Baltasar Gracián. O sea, el intelectual, el hombre de alta corte tiene que ser en cierto modo un discreto. Y el discreto es el que sabe decir y el que sabe callar. El que sabe decir y cuándo hacerlo. Alejandro Rossi, que estaba muy inspirado en Maquiavelo, a quien cita mucho, creo que también estaba inspirado en Castiglione, aunque lo cite menos, y en Gracián. Gracián está relacionado con el papel que tiene el intelectual en el marco de una cultura autoritaria –la cultura barroca–, y que tiene que saber cómo navegar en medio de eso. Entonces, en los nuevos momentos que tenemos en frente, del Gran Hermano que nos está mirando por todas partes, el que se pronuncie tiene que saber cómo se pronuncia, desde dónde se pronuncia, qué dice y qué no dice y ser enormemente certero en sus dichos y en sus hechos, y ser congruente entre sus dichos y sus hechos. Creo que he tratado de ser congruente entre mis dichos y mis hechos, y tratar, digamos, de no dejar tirada demasiada basura anecdótica detrás y tratar de no sembrar nueva basura.
Puede venir al caso un poema que escribí hace poco:
No tengo tesis sino paréntesis
No soy hombre de partido
Sólo me siento a gusto entre
corchetes
Me gustan los guiones
cuando funcionan como paréntesis
Pago mis impuestos
Doy limosna y propina
Tiro la basura propia y aun ajena
No hago proselitismo
No tengo nada que enseñar sino mis
propias carencias
Escritos o por escribir llevo
libros de un lado a otro
Les busco lector
David Noria: ¿Qué presente y qué porvenir les ve a México e Hispanoamérica? ¿O cree que se van diluyendo cada vez más y hay que pensar en otro tipo de coordenadas?
Adolfo Castañón: Creo que la cultura hispánica, de la cual forma parte México, es un conjunto que tiene que tomar conciencia de sí mismo. Luego está la relación de ese conjunto con las otras culturas. Es decir su interacción, su convivencia con la cultura norteamericana, europea, con las culturas asiáticas, con sus propios subsuelos. Uno de los desafíos que tienen las culturas hispánicas es estar más abiertas al diálogo con sus propios sótanos o subsuelos, entendiendo por estos a las culturas indígenas y a sus herencias soterradas. En ese contexto tenemos mucha tarea por hacer. A mí no me preocupa tanto lo de las fronteras como etiquetas, sino la forma en que se van a poder institucionalizar o encauzar las expresiones de esos sótanos en un nuevo paradigma y cómo se les dará voz a las culturas indígenas y a las propias culturas hispánicas tradicionales y en ese sentido, como digo, creo que tenemos muchísima tarea por desarrollar. No hay que dejarnos encandilar por el hecho de que se supone que la cultura norteamericana avasalla completamente todo. Creo que eso no es cierto, y que más bien habría que pensar en que la cultura hispánica es en realidad una cultura enormemente dinámica y enormemente creciente, arrebatadora, y que tiene que tener conciencia de su propio poderío. Creo que parte de la crisis de identidad de la cultura hispánica está allí, en la falta de conciencia de ese poderío que tiene, y la fuerza y la soberanía que puede tener tanto en términos económicos como demográficos, religiosos, políticos y, por supuesto, literarios. Todo eso suena muy vago, pero es cosa de irlo viendo en sus encarnaciones particulares.
Por otro lado, México tiene un gran capital nacional fuera de México con sus emigrados y dentro de México con sus propios sótanos o subsuelos. Y hay muchas tareas que desarrollar en ambos horizontes, que también tienen las otras comunidades hispánicas. Entonces en términos de globalidad, ninguna cultura global o planetaria tiene tanta coherencia en sus desafíos como las culturas hispánicas. En ese sentido diría que estamos muy bien situados y donde tenemos que poner el énfasis es en ver cómo logramos capitalizar esa situación de forma positiva para tener ese liderazgo o capitanía a nivel global.
En relación con los subsuelos o sótanos –que hay que ver como desafíos y yacimientos–, habría tres temas principales: uno, el que concierne a la situación de los niños explotados formal e informalmente, y a la crisis de la educación subsecuente; dos, que va de la mano con la cuestión del comercio ilegal de todo orden, incluida la cuestión del narcotráfico, que afecta desde luego a toda la población, pero en particular a los jóvenes y a los niños; tres, los efectos de la migración. Esto afecta tanto a los migrantes mismos como a la población local. Este conjunto de factores levanta un espejo ante las políticas públicas. Un tema complementario sería el de la inestabilidad del Estado social de derecho y de la condición intermitente de las leyes y la legalidad en México. No sólo está en juego el tema de la corrupción, el plagio, la plagiocracia, sino también el de la zozobra afectiva que produce vivir en un país donde las reglas no son muy claras. La violencia parece desbordar las instituciones. Un ejemplo de esto serían los casos de linchamientos en estados como Puebla, que han naturalizado la muerte. Este panorama es un desafío para las instituciones. La República mexicana no sólo tiene fronteras marítimas con Asia, sino que las poblaciones asiáticas, chinos, coreanos, japoneses, al asentarse e instalarse en México terminan produciendo una inestabilidad cultural y psicológica. Por fortuna, hasta ahora la autoconciencia cultural mexicana ha sabido lidiar con estas fuerzas.
En términos lingüísticos, cabría observar la evolución del español hablado en México como un índice de los cambios presentes y porvenir. Este conjunto de temas desemboca, repito, en el punto frágil de la condición de la infancia y la niñez en el ámbito nacional. No todos los niños viven y se educan en una familia tradicional. Una gran cantidad de la población infantil está expuesta a la intemperie, a la trata, al trabajo ilegal y a la explotación y no siempre puede ser atendida por las escuelas, ya no digamos por las universidades. En este contexto al parecer ingobernable, la función del escritor se limitaría a la de ser un observador con cierta capacidad de organización mental para no perder el hilo del sentido de la historia que está tratando de narrar. La literatura, el cine, las artes plásticas, la música tienen desde luego un papel importante en esta meteorología.
El tema del suelo o de los subsuelos, de los rescoldos, es un tema de largo aliento, que incluye lo cultural, lo psicológico y lo económico.
David Noria: En el horizonte de la cultura hispánica, ¿México tiene una responsabilidad particular?
Adolfo Castañón: Por supuesto que sí. México es la frontera de la frontera de la frontera. Es decir, somos la frontera de Estados Unidos con América at large, la América profunda. Somos la frontera entre el Pacífico y el Golfo. Somos la frontera entre la cultura indígena, colonial, liberal y tecnológica. En ese sentido somos un espacio de experimentación, donde conviven distintas culturas. El papel de México es un papel enormemente interesante y delicado. Tiene que tomar conciencia de su propia importancia. La importancia de México es la importancia de su pluralidad, entonces los que quieran capitalizar esa importancia tienen que tener conciencia de la pluralidad. Creo que no hay ninguna fuerza política en este momento que sea capaz de verse en el espejo de esa enorme pluralidad. Ni un partido político, ni una Iglesia, ni siquiera las universidades. Quizá la cultura tenga una posibilidad de asomarse a esa vislumbre, pero por supuesto que estamos en déficit con esa visión de la gran riqueza de la pluralidad que tenemos en relación con la capacidad de articularla y de darle voz. Estamos en déficit pero al mismo tiempo México es un país que tiene una gran fuerza, tanto dentro de México como fuera de México por su empuje en Estados Unidos, en Europa, en España, en Francia, incluso en Asia. Y en ese contexto, una de las características de la soberanía mexicana tiene que ver con la religión. México es un país enormemente religioso y gracias a esa religión nos encontramos con la Virgen de Guadalupe en todas partes y también con toda la idea mágica de México. Todo ello hace parte del carisma mexicano.
Beaugency, Francia
23-24 de julio de 2024