Traducción de Fernando Oropeza Lomelí
El arte de escribir*
[5 de mayo de 1939. A: Erle Stanley Gardner] …Cuando estábamos charlando sobre la vieja revista Action Detective, olvidé decirle que yo aprendí a escribir novelas con una noveleta suya sobre un hombre llamado Rex Kane, quien es un alter ego de Ed Jenkins y se involucra en una casa de las colinas de Hollywood con una elegante mujer que dirige una organización contra el chantaje. No lo recordará. Estará probablemente en su archivo No. 54276-84
Hice una sinopsis sumamente detallada de su relato y a partir de él lo reescribí y luego lo comparé con el suyo, luego lo reescribí un poco más, y así sucesivamente. Al final me sentí algo desconsolado porque no podría intentar venderlo. Parecía bastante bueno. Incidentalmente descubrí que la parte más compleja de su técnica era la habilidad de engañar con situaciones que bordeaban la inverosimilitud pero que en la lectura parecían muy reales. Espero que comprenda que lo digo como un halago. Nunca he estado ni de cerca de lograrlo yo mismo. Dumas tiene esta cualidad en un muy alto grado. También Dickens. Probablemente es fundamental en todo trabajo rápido, pues el trabajo rápido tiene una gran cantidad de improvisación y hacer una escena improvisada que parezca inevitable es un buen truco. Cuando menos eso creo.
Y aquí estoy, a las 2:30 a.m. escribiendo acerca de la técnica, a pesar de que estoy convencido de cuando uno comienza a hablar de técnica es prueba de que se ha quedado sin ideas.
[15 de enero de 1945. A: Charles W. Morton] …Yo no escribo para usted por dinero o por prestigio, sino por amor, el extraño persistente amor por un mundo en el que los hombres pueden pensar en refrescantes sutilezas y hablar en lenguas de culturas casi olvidadas. Me gusta ese mundo y sacrificaría en ocasiones mi sueño y mi descanso y una buena cantidad de dinero para entrar delicadamente a él. ¿Cree usted que quiero dinero? Y en cuanto al prestigio, ¿qué es? ¿Qué mayor prestigio puede tener un hombre como yo (no grandemente dotado, sino perspicaz) que ha adoptado una clase de escritura barata, chapucera, y ha hecho de ella algo que los intelectuales discuten entre sí?
[27 de diciembre de 1946. A: Mrs Robert J. Hogan]… Mi experiencia de ayudar a otra gente a escribir ha sido limitada pero extremadamente intensa. He hecho todo, desde dar dinero a los aspirantes a escritor a inventar y reescribirles sus cuentos, y hasta ahora he visto que todo ha sido un desperdicio. La gente que Dios o la naturaleza desea que sea escritor encuentra sus propias respuestas, y aquella que tiene que preguntar es imposible de ayudar. Es tan sólo gente que quiere ser escritor.
[5 de enero de 1947. A: Charles W. Morton] …Acabo de terminar de leer Command Decision [de William W. Haines]. La encontré absolutamente (o casi) imposible de dejar y al mismo tiempo como un completo desperdicio de tiempo, al modo de una del Perry Mason de Gardner al que también encuentro imposible de dejar. B.F.’s Daughter [de J. P. Marquand] es igual, pero su personaje es un poco más profundo. Libros como estos comienzan a hacerme reflexionar sin ir muy lejos en lo que se ha convertido la literatura. Lo que me molesta de este libro, Command Decision, y otros como él, es que tienen todo en cuanto a destreza, percepción, ingenio y sinceridad que toda buena novela debe tener. Tiene un tema, algo que jamás he tenido todavía; tiene un apremiante y agudo sentido de la vida como es ahora. Sería difícil decir qué es lo que no tiene, pero esa cosa, cualquiera que sea. Es más importante que lo que tiene…
¿Es que esos libros están escritos demasiado rápidamente, en una especie de fiebre? La respuesta es no; así era escrita mucha literatura que ha perdurado. El tiempo de composición no tiene nada que ver con él; algunas mentes destilan más rápido que otras. ¿Es que los escritores de estos libros están usando técnicas totalmente prestadas y por lo tanto no comunican el sentimiento de que han creado, sino más bien de que han reportado? Cercana, pero no es todavía la respuesta. Indudablemente tenemos mucho hábil reportaje disfrazado de ficción y lo seguiremos teniendo, pero en esencia creo que lo que le falta es una cualidad emocional. Incluso cuando abordan la muerte, y lo hacen con frecuencia, no son trágicos. Supongo que es lo que se espera. Una época que es incapaz de poesía es incapaz de cualquier clase de literatura excepto la astucia de la decadencia. Los muchachos pueden decir cualquier cosa. Sus escenas son casi aburridamente pulcras, tienen todos los hechos y todas las respuestas, pero son hombrecitos que han olvidado como rezar. Conforme el mundo se empequeñece, así la mente del hombre se hace más pequeña, más compacta, y más vacía. Estas son las maquinas mentales de la literatura.
[7 de marzo de 1947. A: Mrs Robert J. Hogan] …Una de mis peculiaridades y dificultades como escritor es que no descarto nada. No puedo pasar por alto el hecho de que si tengo un motivo, un sentimiento para comenzar a escribirlo me sienta condenado si no comienzo a darle forma.
Otra de mis manías (y en esta creo totalmente) es que nunca sé cuál es la historia hasta que he escrito el primer borrador. De modo que a veces veo el primer bosquejo como materia prima. Lo que parece vivo en él pertenece al relato. Un buen cuento no puede construirse; tiene que destilarse. A largo plazo, sin embargo, por poco que hables o incluso pienses en él, lo más durable de la escritura es el estilo, y el estilo es la más valiosa inversión que un escritor puede hacer de su tiempo. Amortiza lentamente, tu agente puede desdeñarlo, tu editor puede no comprenderlo, y puede llegar a convencer paso a paso a gente de la que nunca has oído hablar de que el escritor que pone su marca personal en la forma que escribe siempre valdrá la pena. No puedes intentar hacerlo, pues la clase de estilo a la que me refiero es una proyección de la personalidad y debes tener una personalidad antes de que puedas proyectarla. Pero asumiendo que la tienes, sólo puedes proyectarla en papel pensando en otra cosa. Es irónico en cierto sentido: es la razón, supongo, de que en una generación de escritores “hechos”, aún pueda decir que no puedes hacer un escritor. La preocupación por el estilo no lo producirá. Ninguna cantidad de edición y pulimiento puede tener algún efecto apreciable en el sabor de lo que un hombre escribe. Eso es producto de la cualidad de su emoción y percepción; es la habilidad de transferirla al papel lo que hace de él un escritor…
[10 de agosto de 1947. A: James Sandoe[ …Llegó el Partisan Review. Es una buena revista. No tiene a Cyril Connolly o a Orwell, y ciertamente está por abajo del viejo Dial por el que tuve una exacerbada devoción durante los primeros años veinte. Esta gente sabihonda es una útil catarsis para el escritor de mente más práctica, quien, sea comercial o no, ha vivido lo suficiente como para no tomar demasiado en serio ningún conjunto de opiniones.
De muy joven, cuando la barba de Shaw era aún roja, lo escuché dar una conferencia en Londres sobre El Arte por el Arte, que parece haber tenido entonces algún significado. No le gustaba a Shaw, por supuesto; pocas cosas le gustaban a menos que él hubiera pensado primero en ellas. Pero el arte como propaganda es incluso peor. Y una revista crítica cuyo objetivo principal no sea pensar inteligentemente, sino pensar en la forma de explotar un conjunto de ideas políticas del color que sea terminará por ser crítica sólo en el sentido coloquial, e inteligente sólo en el sentido de un constante y laborioso esfuerzo por encontrar significados diferentes a cosas que otra gente ya ha encontrado. De modo que después de algún tiempo todas esas revistas perecen; nunca alcanzan a tener vida, sólo disgusto por la opinión de otras personas. Tienen la intolerancia de los muy jóvenes y la anemia de los cuartos cerrados y el humo de muchos cigarros a la media noche.
[28 de octubre de 1947. A: Charles W. Morton] …Durante algún tiempo he tenido la idea de escribir un artículo sobre El estatus moral del escritor. Me parece que en todo este parloteo sobre los escritores que se venden a Hollywood o a alguna idea propagandística transitoria en vez de escribir sinceramente con el corazón sobre lo que ven a su alrededor, lo que la gente que se siente agraviada pasa por alto es el hecho de que ningún escritor ha tenido nunca en ninguna época un cheque en blanco. Siempre ha tenido que aceptar algunas condiciones impuestas desde fuera, respetar ciertos tabús, tratar de complacer a cierta gente. Podía haber sido la Iglesia, o un mecenas rico, o una norma generalmente aceptada de elegancia, o la sabiduría comercial de un editor, o incluso, tal vez, un conjunto de ideas políticas. Si no las aceptaba, se revelaba contra ellas. En cualquier caso, condicionaba su escritura… Oh, al diablo con eso. Las ideas son veneno. Conforme más razonas menos creas.
[18 de enero de 1948. A: Edward Weeks] …Podría transmitir mis felicitaciones al purista que lee las pruebas y decirle a él o ella que yo escribo en una especie de dialecto descuidado que es como la forma en que un mesero suizo habla, y que cuando separo un infinitivo, lo separo para que se quede separado, maldita sea. y que cuando interrumpo la aterciopelada suavidad de mi más o menos literaria sintaxis con unas pocas repentinas vulgares palabras de cantina, está hecho con los ojos bien abiertos y la mente relajada pero atenta. El método puede no ser perfecto, pero es el único que tengo. Creo que su lector intenta amablemente mantenerme sobre mis pies, pero, si bien aprecio mucho su empeño, soy realmente muy capaz de seguir un rumbo bastante claro siempre y cuando tenga ambas aceras y la calle en medio.
[7 de mayo de 1948. A: Frederick Lewis Allen] …Sería injusto de mi parte señalar (incluso si sé de lo que estoy hablando) que Eric Bentley es quizás el mejor crítico teatral de los E.U. El resto de los muchachos son apenas articulistas de opinión cuyo tema resulta ser la obra de teatro. Están interesados en explotar su propia imagen personal de brillo verbal. Son ingeniosos y legibles y encantadores algunas veces, pero no te dicen casi nada acerca del arte dramático y la relación de la obra en cuestión con ese arte.
No es suficiente para un crítico tener razón, pues algunas veces puede estar equivocado. No es suficiente para él dar explicaciones convincentes. Debe crear un mundo plausible en el que su lector pueda entrar a ciegas y encontrar el camino a su butaca junto al fuego sin desollarse las espinillas con el inesperado palo del trapeador. La frase mordaz, la oportuna palabra rara, la cultivada afectación de estilo –son divertidas, pero inútiles. No proporcionan nada ni revelan el temperamento de la época. Los grandes críticos, de los cuales hay lastimosamente pocos, construyen una casa para la verdad.
Es injusto ser duro con los críticos de Nueva York, a menos que uno admita al mismo tiempo que una condición de su existencia es escribir de modo entretenido acerca de cosas sobre las que rara vez vale la pena escribir. Esto los conduce o fuerza a desarrollar una técnica de falsa sutileza e ininteligibilidad que les permite abordar cosas triviales como si fueran de gran trascendencia. Esta es la base de toda la publicidad exitosa. La crítica es imposible en un mundo en el que lo importante no es tener razón, sino escribir una columna sobre una obra –cualquier maldita obra–, una columna que nunca decepcione en cuanto a la importancia de las referencias al objeto por más insignificante que éste sea … La buena crítica es medida por la percepción y evaluación de la obra; la mala crítica por la necesidad de mantener la reputación del crítico.
[6 de diciembre de 1948. A: Leonore Glen Offord] …He visto que los escritores como clase son hipersensibles y espiritualmente desnutridos. Odio ese pequeño destello en el fondo del ojo cuando espera el elogio a su último libro o cuento. Algunos de mis amigos (lo cual no quiere decir mucho, tengo muy pocos) son ilegibles para mí. Nunca hablo de sus libros con ellos. No leo sus malditos libros. No veo ninguna sensata razón por la que tuvieron que haberlos escrito. Esto hace que cualquier intercambio social sea tenso. Y eso es algo que me gusta de Hollywood. El escritor está allí revelado en su máxima corrupción. No pide elogios, porque el elogio le llega en forma de un cheque mensual. En Hollywood el escritor promedio no es joven, ni honesto, ni valiente, y un poco atildado. Pero es muy buena compañía, mientras que los escritores de libros en general no lo son. Es mejor que lo que escribe. Muchos escritores de libros no son tan buenos.
[18 de marzo de 1949. A: Alex Barris] …¿Qué hago en mí día tras día? Escribo cuando puedo y no escribo cuando no puedo; siempre en la mañana o en la primera parte del día. Me llegan algunas ideas brillantes en la noche, pero no se sostienen. Me di cuenta de esto hace mucho. Debería ser obvio que yo mismo las escribo a máquina. Cuando vengo a vivir aquí uso un dictáfono y dicto el guion, pero nunca lo uso para la ficción. Casi todos los escritores que dictan sufren de logorrea. Cuando tienes que usar tu energía para escribirla, eres más capaz de hacer que valga la pena.
Siempre veo artículos de escritores que no esperan la inspiración; se sientan a su escritorio todas las mañanas a las ocho, llueve o truene, con cruda o el brazo roto, y escriben su parte pesar de su mente en blanco o embotada inteligencia, la inspiración para ellos no tiene sentido. Los admiro, y procuro evitar sus libros.
Yo, por mi parte, espero la inspiración, aunque no necesariamente la llamo por ese nombre. Creo que toda la escritura que tiene vida es hecha con el plexo solar. Es un trabajo difícil en el sentido de que puede dejarte cansado, incluso agotado. En el sentido de esfuerzo consciente no hay ningún trabajo. Lo importante es que haya un espacio de tiempo, digamos cuatro horas al día por lo menos, en el que el escritor profesional no hace otra cosa que escribir. No tiene que escribir, y si no lo siente no debe tratar de hacerlo. Puede mirar por la ventana o pararse de cabeza o revolcarse en el suelo, pero no puede hacer cualquier otra cosa específica, nada de leer, escribir cartas, hojear revistas o llenar cheques. Sólo escribir o nada. Es el mismo principio que guarda el orden en la escuela. Si haces que tus pupilos se comporten, pueden aprender algo sólo para no aburrirse. Siento que funciona. Dos reglas muy simples: A. No tienes que escribir. B. No puedes hacer ninguna otra cosa. El resto viene por sí mismo.
Tengo que aprender americano como si fuera una lengua extranjera. Para aprenderlo hay que estudiarlo y analizarlo. Como resultado, cuando uso argot, coloquialismos, charlas maliciosas o cualquier tipo de lenguaje singular lo hago deliberadamente. El empleo literario del argot es materia de estudio por sí mismo. He descubierto que sólo hay dos clases buenas: el argot que se ha establecido por sí mismo en el lenguaje, y el argot que tú mismo inventas. Todo lo demás puede desecharse antes de que se imprima…
[22 de abril de 1949. A: Hamish Hamilton] …Lo que cuenta Connolly [en Enemies of Promise] de la sedosa crueldad de Eton es maravilloso, por supuesto, y la forma en que esos compañeros piensan, escriben y hablan, a una edad en que los americanos apenas si pueden deletrear su propio nombre, es de lo más impresionante. Sin embargo, hay algo de la vida literaria que me repele, toda esa desesperada construcción de castillos de telarañas, la prolongada y enconada lucha para hacer algo importante que sabemos que se habrá olvidado en unos pocos años, el miasma del fracaso que para mí es casi tan ofensivo como la despreciable vulgaridad del éxito popular.
Creo que la gente realmente buena puede ser razonablemente exitosa bajo cualquier circunstancia; que ser muy pobre y muy bello es probablemente una falla moral mucho más que un éxito artístico. Shakespeare podría haberlo hecho bien en cualquier generación porque se habría negado a morir en una esquina; habría hecho más que los falsos dioses; habría tomado las fórmulas habituales y las habría convertido en algo que el hombre común pensaba que era imposible hacer. Si viviera hoy, indudablemente habría escrito y dirigido películas, obras de teatro y sabe Dios qué otras cosas. En vez de decir “Este medio no es bueno”, él lo habría usado y lo habría hecho bueno. Si alguna gente considera irregular parte de su trabajo (y así es), a él no le habría importado, porque sabría que sin cierta vulgaridad no hay hombre completo. Habría odiado el refinamiento, como tal, porque siempre es una retirada, un empequeñecimiento, y él era demasiado duro para achicarse ante nada.
[2 de mayo de 1949. A: Charles W. Morton] …Siempre he disfrutado leer a Marquand y siempre he sentido mientras lo leo que se acercaba más a ser un artista que cualquier otro escritor. Pero en cierta medida su éxito, sus tan exitosos suflés, siempre me hacen pensar en pequeños libros perdidos como Gatsby [de Fitzgerald] y Miss Lonelyhearts [de Nathanael West] –libros que no son perfectos, evasivos a menudo, haciendo a un lado escenas que podrían haber sido escritas (y que Marquand las habría escrito dos veces más largas de lo necesario) pero de algún modo pasan de largo, cristalizadas, completas y, tal como son, eternas, un pequeño arte puro– gran arte o no, no sé, pero hay una extraña diferencia entre la cosa real y una estantería completa de Pulhams y Forsytes y Charlie Gray.
No que me clasifique con cualquiera de esa gente, no me clasifico para nada yo mismo. Soy todavía un amateur, todavía, psicológicamente hablando, perfectamente capaz de abandonar la escritura por completo y ponerme a estudiar leyes o filología comparativa. El escritor enfrenta un particular dilema moral estos días (tal vez siempre lo ha enfrentado de alguna forma). En una época que realmente sólo tiene una medida, el dinero, se supone, si es bueno, que haga votos de pobreza. Si hace dinero, automáticamente es un corrupto.
[22 de julio de 1949. A: Carl Brandt] …Si fuera a escribir lo que se llama novela seria, podría ser o no un éxito, pero sin la fuerza de lo que he escrito antes. Pero este dilema siempre ha existido. La parte inteligente del público de un escritor quiere un cambio de ritmo, quiere que aborde nuevos temas y nuevos lugares, pero el público que compra libros en cantidad quiere el mismo tipo de mercancía que ha adquirido antes. Me ha parecido durante largo tiempo que en la novela seria el público es más atraído por el tema, la idea, la línea de pensamiento, la actitud política o sociológica, y cada vez menos por la calidad de la escritura como escritura. Por ejemplo, si tuvieras que considerar 1984 de Orwell, simplemente como obra de ficción no la calificarías muy alto, No tiene magia, las escenas se manejan apenas bien, los personajes tienen muy poca personalidad; en breve, no está mejor escrito, artísticamente hablando, que una sólida buena historia inglesa de detectives. Pero el pensamiento político es otra cosa y cuando él escribe como crítico e intérprete de ideas más que de la gente o las emociones es maravilloso.
[4 de diciembre de 1949. A: Hamish Hamilton] …Por supuesto Maugham está en lo correcto, como lo está siempre. Es más difícil escribir obras de teatro, es un trabajo duro, no tengo duda, aunque jamás he tratado de escribir una… Pero en mi opinión no requiere la misma clase de talento. Puede necesitar una más rigurosa clase de talento, un más delicado trabajo de gabinete, un oído más adecuado o fino para el argot actual de cierta clase de gente, pero es mucho más superficial en todo. Toma cualquier buena, pero no gran, obra y ponla en forma de ficción y tendrás un magro material. Sin riqueza, sin perspectivas, sin inflexiones, sin conocimiento del país más allá de la colina. Es clara, literal e inmediata. El novelista, si es bueno, te da mil cosas que ni siquiera dice realmente.
De paso, si conociera a Maugham, que temo jamás haré, le pediría un ejemplar autografiado de Ashenden. Nunca le he pedido a un escritor una dedicatoria y de hecho le concedo muy poco valor a tales cosas (no me disgustaría tener los apuntes de Hamlet). Y supongo que confieso las limitaciones de mi gusto al elegir Ashenden. Pero conozco algo de los efectos melodramáticos, y Ashenden está muy por delante de cualquier otro relato de espías jamás escrito… Un clásico de cualquier estilo me atrae más que la gran carpa. Carmen como la escribió Mérimée, Hérodias, Un Coeur Simple [de Flaubert], The Captain’s Doll [de D.H. Lawrence], The Spoils of Poynton [de Henry James], Madame Bovary [de Flaubert], The wings of the Dove [de Henry James] y así sucesivamente. (A Christmas Holliday [de Maugham], por Dios, también) son todas perfectas. Largas o cortas, violentas o tranquilas, hacen algo que jamás volverá a hacerse. La lista. Gracias a Dios, es larga y en muchos idiomas…
[28 de diciembre de 1949. A: James Sandoe] Muchas gracias por The 39 Steps …me gusta la dedicatoria en la que Buchan dice “la novela en la que los incidentes desafían las probabilidades, y avanza justo en los bordes de lo posible”. Es una magnífica fórmula para el thriller de cualquier tipo…
Me gustó mucho Tunnel from Calais [de A. D. Divine]. No es precisamente una novela de espías, pero hay autenticidad en su escritura y la sensación que a menudo recibes de los libros ingleses y rara vez de los nuestros de que el pueblo con todos sus pequeños detalles es una parte de sus vidas y lo aman. Estamos tan desarraigados aquí. He vivido la mitad de mi vida en California y he hecho todo el uso que puedo de ella, pero podría dejarla para siempre sin remordimiento.
La historia de espías me sorprende como un campo que necesita cultivarse. Su nivel de logros no es elevado. El misterio y el detec’ están en decadencia y la ciencia ficción es algo pasajero, creo. La genuina novela de suspenso, si quieres encontrar alguna, es siempre sólida. Pero en la historia de espías es una prescripción que rara vez ha sido obedecida. Lo que reprocho a la mayoría de estos cuentos es que sencillamente no tienen éxito en crear o usar alguna motivación escalofriante. Ashenden y en menor medida Handbook for Spies [de Alexander Foote] se leen como si siempre hubiera algo vago y siniestro tras la cortina. En la mayoría de las otras sólo tienes miedo del hombre con la pistola.
[5 de enero de 1950. A: Amish Hamilton] Recibí Ashenden sano y salvo con una bonita dedicatoria… Por supuesto, le escribiré al viejito… Tengo el presentimiento de que en lo esencial es un hombre muy triste, muy solo. La descripción de su setenta aniversario es muy lúgubre. Yo supondría que ha tenido una vida solitaria, que su proclamada actitud de no preocuparse mucho emocionalmente por la gente es un mecanismo de defensa, de que carece de la calidez que atrae a la gente y al mismo tiempo es un hombre inteligente que sabe que por más superficiales y accidentales que sean las amistades, la vida es bastante sombría sin ellas… Tengo esa sensación a partir de su escritura, es todo. En el sentido convencional es probable que tenga muchos amigos. Pero no creo que iluminen mucho su oscuridad. Es una vieja águila solitaria.
No creo que algún escritor haya sido un profesional más completo. Maugham tiene una precisa y confiada apreciación de sus propios dones, el mayor de los cuales no es el literario, sino la clara e inexorable percepción del carácter y el motivo propios del gran juez o el gran diplomático. Puede comunicar el escenario de las emociones pero muy poco de la emoción misma. Sus tramas son frías y letales y su sincronización absolutamente impecable.
…Nunca hace que te falte el aliento o pierdas la cabeza, porque él nunca la pierde. Dudo que haya escrito una línea que parezca recién creada y que muchos escritores logran. Pero él los sobrevivirá a todos fácilmente porque en él no hay insensatez ni necedad. Habría podido escribir una gran novela.
[26 de mayo de 1950. A: Dale Warren] …Cuando abro un libro y veo escrito algo como esto “su apariencia era verdaderamente impactante”, “sentí la primera cuchillada de remordimiento”, “bella rica pura sangre” etc. tengo la impresión de estar leyendo una lengua muerta… De hecho, este libro, una novela sudafricana, es un espécimen interesante. Demuestra como la colonia siempre habla el lenguaje cultural de su abuela y explica, a mí por lo menos, porque ningún introvertido inteligente podría vivir en una Colonia Inglesa sin volverse loco.
Le doy las gracias por el último libro de DeVoto, The World of Fiction. Lo leí, hasta la última palabra, y lo disfruté mucho. Es el clásico DeVoto, vivaz, valiente, consecuente, totalmente legible, y casi completamente superficial. No dice prácticamente (no totalmente) nada que permanezca en uno cuarenta y ocho horas después de cerrar el libro, y sin embargo cada instante de su lectura llama la atención. Lo que me gusta de DeVoto es que nadie le vale un cacahuate y no duda en decirlo. Lo que no me gusta de él, lo que lo hace un poco superficial para mí, es que toda su actitud surge del resentimiento. Sus ideas acerca del arte de la ficción quizás no existieran si alguien más no hubiera tenido ideas que a DeVoto no le gustaron.
[18 de mayo (¿?) de 1950. A: Hamish Hamilton] Tengo que agradecerle el libro de Eric Partridge Here There and Everywhere. Partridge es interesante, pero me desconcierta. Estos estudiosos de lo vernacular, el argot, el dialecto, etc. cubren una gran cantidad de terreno y uno se pregunta qué tan cuidadosamente lo hacen si ocurre que uno tiene un conocimiento especial de una pequeña parte de su campo y encuentra su reporte de la realidad un poco desdibujado. Por ejemplo “chiv”, no quiere decir navaja de rasurar. Chiv, o más comúnmente shiv, quiere decir cuchillo, un arma que apuñala o corta, tal vez (pero no lo creo) incluya a la navaja, pero no es su significado. “Flop” significa ir a la cama y tal vez incluya dormir, pero no quiere decir dormir. Flophouse es un hotel barato de paso donde varios hombres duermen en largos cuartos. Igual cuestiono la traducción de “gay-cat” como “vigilante o informante”. Un gaycat es un joven vago que trabaja con una mujerzuela mayor, y siempre hay una connotación de homosexualidad. Repito, puede ser un vigilante (guardia) o un “informante” (finger man, [que señala]), pero es un significado derivado u ocasional y no exacto. “Piped” no significa “encontrado”, sino visto o descubierto (con los ojos). “Flivvers” no son carros baratos”, son Fords y solamente Fords, por lo menos en la parte del país en la que vivo. Por supuesto, cuando ese artículo fue escrito, 1926, no había otros carros más baratos. Lo más cercano era el Chevrolet, siempre “Chevvy” (Un par de flivvers y un chevvy.) Pag. 107, 1.18 “case dough”. Esto significa ahorro, no dinero para un juicio, que puede ser uno de sus muchos usos. Es la teórica reserva para emergencias –nada más que eso. “I’m down to case dough” significa “he gastado todo todos mis ahorros y tengo que desaparecer”, etc.
En su análisis de “queer” Patridge está, a pesar de todo, históricamente en lo correcto, pero tiene sólo dos significados en el argot americano moderno: falsificado y sexualmente anormal, Usa y cita varias veces “beak” con el significado de juez. En Inglaterra sí, pero no en América… También, Walla Walla no es una penitenciaría de mujeres. Es la penitenciaria estatal de Washington, justo como Sing Sing o San Quentin… ¿Y no pasa por alto algunas de las palabras más comunes empleados en el argot de los soldados? Por ejemplo. “bomb proofer” [resistente a las bombas], “cushy job” [trabajo sin mucho esfuerzo], “Bivvy”, [campamento], y sobre todo, “napoo”, “strafe”, un prolongado bombardeo [desde aviones] matutino, “street cars” o “tram cars”, para bombardeos duros y largos de proyectiles de largo alcance, “whizzbangs”, bombardeos tupidos de proyectiles pequeños, y el inimitable americano “goldbrick”, [soldado que evade el trabajo difícil], que es superior al inglés “lead-swinger”, como “milk-run” (de la última guerra) lo es a “piece of cake”. [pan comido].
Lo que siempre me molesta de estas excursiones académicas a la lengua del submundo, por decirlo así, es que huelan a diccionario. Los supuestos expertos en esta línea tienen los oídos puestos en la biblioteca, muy rara vez en la tierra. No se dan cuenta de que una buena proporción de estos términos de la jerga (usando jerga un poco extensamente) tienen un origen literario, ¿los maleantes y los polis usan alguno de ellos después de que los escritores los han inventado? Es muy difícil para el literato distinguir entre una palabra genuina de los delincuentes y una inventada. ¿Cómo le dices a un hombre que se vaya en un lenguaje duro? Scram, beat it, take off, take the air, on your way, dangle, hit the road, y otras más. Todas bastante buenas. Pero dime la expresión clásica usada realmente por Spike O’Donnell (de los hermanos O’Donnell de Chicago, el único grupo capaz de mandar al demonio a la banda de Capone y seguir vivo). Lo que él dijo fue “Be missing” [esfúmate]. Abstenerse de hacerlo era mortal.
A lo largo de su obra The Iceman Cometh, O´Neill usa “big sleep” como sinónimo de muerte. Lo usa, hasta donde uno puede juzgar por el contexto, como rutina, aparentemente con la creencia de que era una expresión común del submundo. Si es así me gustaría saber de dónde proviene pues yo inventé esa expresión. Es muy posible que yo la reinventara, pero nunca la vi impresa antes de usarla, y hasta que tenga evidencias seguiré creyendo que O´Neill la tomó de mí, directa o indirectamente y pensó que yo estaba usando un término habitual.
Aquellos que investigan en su fuente el lenguaje vulgar, de los bajos fondos, el argot de los deportes, etc., se sorprenden por lo poco de la jerga pintoresca que usan aquellos que se supone que no hablan más que con ella. Algo del argot inventado, no todo, se hace común entre la gente para la cual fue inventado. Si eres sensible a ese tipo de cosas, pienso que con frecuencia, no siempre, podrías distinguir entre la colorida jerigonza que producen los escritores, y la sólida simplicidad de los términos que se originan en los círculos donde son realmente usados. No creo que ningún escritor pudiera inventar una expresión como “mainliner” [adicto a la heroína] para un adicto que se inyecta la droga en una vena. Es demasiado exacto, demasiado puro.
Mis disculpas a Mr. Partdrige, pero si se mete al campo debe esperar mezclarse con gente como yo. Y como “parting shot” [gesto hostil al despedirse], “yegg” no es para nada un “peligroso ladrón itinerante de bancos”. Un yegg es un ladrón de cajas fuertes. No se acercaría a un banco porque no podría abrir la caja fuerte de un banco aunque no tuviera bloqueo temporal. Podría abrir una caja fuerte barata y vulnerable. Abrir una buena caja fuerte (sin bloqueo temporal) requiere herramientas caras y pesadas, un taladro de los más fino, ya sea para sacar la cerradura o para meter la nitro si es un peterman [hombre de las cajas fuertes], una tremendamente poderosa barreta si es un can-opener [abre latas] (sólo trabaja con cajas fuertes baratas), pero usada sólo después de sacar la cerradura de las cajas buenas, o tanques de gas y sopletes si va a cortar el acero con acetileno, lo cual es muy lento con el acero de alto grado. Lo máximo que este yegg tendría sería un mazo y algunos cinceles de corte frío con lo que podría abrir la caja fuerte de la abarrotería del pueblo.
[9 de octubre de 1950. A: Charles W. Morton] Largo intervalo en nuestra otrora interesante correspondencia, cierto. Tiene razón al decir que yo le debo una carta. Durante mucho tiempo le he debido una carta a prácticamente todo mundo. ¿Por qué? Es lo que los años hacen contigo. El caballo cuya rienda tenía que ser sujetada con mano firme tiene ahora que ser sacudido con la fusta para que haga algo más que holgazanear… conforme tus energías menguan las gastas con mezquindad. Normalmente un hombre debería hacer su trabajo diario, cualquiera que sea, y luego escribir un par de cartas para mantenerse en contacto con la gente que quiere y no ve en persona. Pero yo encuentro que cuando he hecho lo que pasa como el trabajo del día estoy seco…
Mis felicitaciones a Mr Weeks por pertenecer a esa muy pequeña minoría de críticos que no encuentran necesario poner a Hemingway en su lugar por su último libro (Across the River and into the Trees). He estado leyendo el libro. Francamente, no es lo mejor que ha hecho, pero es todavía endemoniadamente mejor que lo que sus detractores podrían hacer… Uno pensaría que algunos de ellos se habrán preguntado qué es lo que él estaba tratando de hacer. Obviamente, él no estaba tratando de escribir una obra maestra; pero en un personaje no muy diferente de sí mismo, trata de resumir la actitud de un hombre que está acabado y se siente furibundo y amargado por eso. Al parecer ha estado bastante enfermo y no está seguro de que va a mejorar, y escribe de un modo precipitado cómo eso lo hace sentir las cosas de la vida que más ha valorado. Supongo que estos fanfarrones desconfiados que se hacen llamar críticos piensan que no debería haber escrito el libro. La mayoría no debería hacerlo. Sintiendo lo que él siente, ellos no habrían tenido las agallas para escribir nada. Estoy condenadamente seguro de que yo no lo haría. Es la diferencia entre un campeón y un lanzador de cuchillos. El campeón puede haber perdido temporalmente su sustancia, no puede estar seguro. Pero cuando no puede lanzar alto y duro, lanza su corazón en su lugar. Lanza algo. No se contenta con abandonar el montículo y llorar.
[Finales de 1950. A: Carl Brandt] …A partir de ahora voy a escribir lo que quiero escribir como si quisiera escribirlo. Algo de eso puede fracasar. Siempre habrá gente que dirá que he perdido el paso que tuve alguna vez. Me lleva más tiempo decir algo hoy, y no me importa lo suficiente ajustar argumentos efectivos. Pero no estoy escribiendo ahora para esa gente. Estoy escribiendo para la gente que entiende la escritura como un arte y puede separar lo que un hombre dice con palabras e ideas de lo que piensa sobre Truman o las Naciones Unidas…
[5 de febrero de 1951. A: Hamish Hamilton] …No estoy muy interesado en marcianos o en 3000 D.C. Tengo la clase de sentimiento sobre las historias fantásticas que tuvo H. G. Wells: inyectas un milagro en un escenario perfectamente ordinario y observas las consecuencias, que por lo general son malas. El problema con la ficción fantástica como regla general es el mismo problema que aflige a los dramaturgos húngaros –no hay tercer acto. La idea y la situación que resultan de la idea son buenas; pero ¿qué sucede entonces? ¿Cómo das vuelta a la esquina? Si un hombre despierta en la mañana y descubre que tiene nueve pulgadas de estatura, no me interesa saber cómo llegó a esa situación, sino qué va a hacer ahora…
[2 de julio de 1951. A: H. R. Harwood] No podría aconsejarle a nadie que se haga o que no se haga escritor. Contrario a la creencia popular es una profesión muy penosa y sólo una pequeña fracción de los que alguna vez lo intentan logra tener un ingreso decente. La decadencia de las revistas de misterio ha hecho las cosas más difíciles de lo que ya eran para los principiantes, y siempre fueron difíciles. Deduzco, sin embargo, que sus especiales circunstancias son tales que este negocio de escribir está físicamente dentro de sus posibilidades, y que no tendrá usted que escribir para ganarse la vida por lo menos durante un buen tiempo, ya que las posibilidades de que lo logre son muy muy escasas.
Dice que se está organizando “para el aprendizaje inmediato de los principios de la técnica narrativa que todo principiante debe tener.” Déjeme prevenirlo, a partir de mi experiencia ningún escritor que no aprenda por sí mismo puede ser enseñado por otros, y aparte de los cursos de extensión de reputadas universidades tengo una opinión pesimista en general de la enseñanza para escribir, sobre todo de la especie que es anunciada en las supuestas revistas para escritores. No le enseñarán nada que no pueda descubrir usted mismo estudiando y analizando la obra publicada de otros escritores. Analizar e imitar; otra escuela no es necesaria. Admito que la crítica de otros ayuda e incluso es a veces necesaria, pero cuando tienes que pagar por ella es en general sospechosa.
En cuanto a métodos para crear tramas y esbozar argumentos, temo que no puedo ayudarlo en absoluto, pues nunca he armada una trama en el papel. Construyo el argumento en mi cabeza conforme avanzo y habitualmente lo hago mal y tengo que empezar de nuevo. Sé que hay escritores que construyen sus argumentos con mucho detalle antes de comenzar a escribirlos, pero no pertenezco a ese grupo. Conmigo los argumentos no se hacen; se desarrollan. Y si se niegan a crecer, boto todo y vuelvo a comenzar. Tal vez consiga más consejos de alguien que trabaje a partir de esquemas. Eso espero.
[19 de septiembre de 1951. A: Hamis Hamilton] …Un escritor que aborrece escribir realmente es imposible, como un abogado que odia la ley o un médico que aborrece la medicina. Crear una trama es un fastidio incluso si eres bueno para eso. Por lo menos es algo que tiene que ser hecho para que sigas adelante en el verdadero negocio. Pero un escritor que odia escribir realmente, que no se alegra al crear magia con palabras, para mí no es escritor en absoluto.
La escritura auténtica es para la que vivo. El resto es algo por lo que tienes que pasar para poder llegar al punto. ¿Cómo puedes odiar escribir realmente? ¿Qué hay que odiar de eso? Podrías decir que a un hombre le puede gustar cortar madera o limpiar casas y odiar el amanecer o la brisa nocturna o el brotar de las flores o el rocío del pasto o el trino de los pájaros. ¿Cómo puedes odiar la magia que crea un párrafo o una oración o una línea de diálogo o la descripción de algo que tiene el carácter de una nueva creación?
[Abril de 1954. A: el editor de The Third Degree] Como escritor con veinte años de experiencia profesional he conocido toda clase de gente. Aquellos que saben más de escribir son quienes no escriben. Cuanta menos atención les pongas mejor. Están al margen observando, y lo que ven no es bueno para la persona que está adentro; es una categoría diferente de conciencia. He ideado tres reglas para mí sobre la escritura y son ineludibles: Nunca aceptes consejos. Nunca muestres o discutas un trabajo en progreso. Nunca le contestes a un crítico.
[22 de septiembre de 1954. A: Amish Hamilton] …En lo que atañe a escribir mis memorias, Jamie, no eres el único que lo ha sugerido ni la primera vez que tú lo sugieres. Sólo puedo decirte que no creo que pueda encararlo. Me parece que hay gente que puede escribir sus recuerdos con una razonable franqueza, y hay gente que simplemente no puede tomarse en serio a sí misma. ¨Pienso que podría ser el primero en admitir que la clase de reticencia que impide que un hombre explote su propia personalidad es en realidad una forma invertida de egocentrismo.
…Si quisieras saber que querría realmente escribir, serían historias fantásticas, no me refiero a la ciencia ficción. Pero no harían ni un maldito centavo. Sería sólo un modo maravilloso de convertirme en un autor ignorado. Dios, qué fascinante podría ser confeccionar un documento que reuniera a esos ignorados escritores y también a los autores de un solo libro: colegas como Edward Anderson quien hace mucho escribió un libro llamado Thieves Like Us, uno de los mejores relatos sobre sinvergüenzas jamás escrito… Luego está James Ross quien escribió una novela llamada They Don´t Dance Much, una sórdida, inescrupulosa pero completamente creíble historia de un pueblo de North Carolina. Nunca supe si escribió alguna otra cosa… Y también Aaron Klopstein. ¿Alguien escuchó hablar de él? Se suicidó a los 33 en Greenwich Village disparándose con una cerbatana después de haber publicado dos novelas tituladas Once More the Cicatrice y The Sea Gull Has No Friends, dos volúmenes de poesía, un libro de cuentos y un libro de ensayos críticos titulado Shakespeare in Baby Talk.
[27 de febrero de 1957. A: Edward Weeks] Adjunto le estoy enviando tres poemas o versos o lo que sean, no con muchas esperanzas de que quiera publicarlos, sino porque mi secretaria insistió. Nunca me tomé en serio como poeta. Hace mucho tiempo en Londres escribí una buena cantidad de versos que fueron publicados en varias revistas, pero ni siquiera he conservado alguna de ellas. Lo que muestra, espero, que en estas cosas guardo cierta modestia.
Debe saber bastante bien que los escritores hacen toda clase de cosas –por lo menos yo las hago– que no pretenden hacer dinero, sino satisfacer la comprensión de que uno existe en diversos niveles mentales. También he estado tratando de aprender la lengua inglesa, la cual superficialmente es como la nuestra, pero muy muy diferente en sus implicaciones. La nuestra, cuando no es muy profesional, es creativa, imaginativa, libre e incluso desenfrenada. Algo como el inglés isabelino. El inglés ha sido siempre casi como el mandarín, pero está comenzando a relajarse y creo que tal vez podría hacer algo con él, pues he comenzado a sentir que he hecho todo lo que podía hacer con el cuento de misterio. Un escritor acaba terriblemente cansado de sus trucos, o supongo que lo está –y ciertamente yo lo estoy.
[25 de mayo de 1957. A: Helga Greene] …Aceptar una forma mediocre y hacer literatura a partir de ella es una satisfacción. Me dicen –no lo digo con mi propia información– que cientos de escritores están ganándose la vida con el cuento de misterio porque yo hice de él algo respetable, incluso digno. Pero, demonios, ¿qué más puedes hacer cuando escribes? Haces lo mejor que puedes en cualquier medio. Tuve suerte, y parece que mi suerte inspiró a otros. Steinbeck y yo estuvimos de acuerdo en que preferiríamos ser recordados y respetados después de haber partido a ser algún desconocido, tal vez mucho mejor que cualquiera de nosotros, que no tuvo suerte –o quizás impulso. Cualquier escritor decente que piensa en sí mismo ocasionalmente como un artista, preferiría ser olvidado de modo que alguien mejor pueda ser recordado. No siempre somos personas agradables, pero en esencia tenemos un ideal que nos trasciende… Hay, por supuesto, escritores mediocres y venales, pero un escritor auténtico siempre, en el fondo de su corazón, cuando se topa con algo bueno, reza silenciosamente “que este individuo sea mejor que yo”. Cualquier hombre que puede escribir una página de prosa viva le agrega algo a nuestra vida, y el hombre que puede, como yo puedo, es seguramente el último en resentir que alguien lo haga mejor. Un artista no puede negar el arte, ni querría hacerlo. Un amante no niega el amor. Si crees en un ideal no lo posees –él te posee a ti, y tú ciertamente no querrás congelarlo a tu propio nivel por razones mercenarias.
*Fragmentos de la correspondencia de Raymond Chandler seleccionados por Dorothy Gardiner y Katherine Sorley Walker