El título de este texto es lo primero que me vino a la mente luego del par de lecturas que hice de La canción de los ahogados. ¿Gotas de agua? ¿idénticas por diferentes? Trataré de explicarme: el agua, como es de suponer, es un asunto que permea todo el texto. Agua salada que se prueba, se saborea. Si es verdad que en el nombre se lleva el destino, Antonio Salinas lo ha comprobado con esta nueva entrega: un libro marino. Un texto en el que se nada. Hay mucha sustancia líquida, agua que fluye, que sigue una ruta incierta; que resbala como el lenguaje. Aquí el lenguaje va sin freno, avanza, deja marcas (de agua, claro) y se disuelve dejando un discreto tono de humedad en el paladar de quien se acerca. Las palabras son calca de otra cosa, imagen que alimenta la vista. El sentido del gusto, ese en el que la repetición del lenguaje va dejando su huella. Palabras encimadas, desdobladas. Palabras que se oyen en las calles de un puerto y que son poesía pura, poesía limpia, poesía idéntica en su diferencia.
Apunto Ironía y se me ocurre un torrente de ejemplos. Ironía es ir afectando el pensamiento lógico, es jugar con las expresiones para que una idea, dependiendo del tono o del contexto, se pueda entender de otra forma. Quien juega con las palabras y hace malabares ya está del otro lado, pues bien. Salinas crea un texto bien fraguado donde se lee el mundo de cabeza. El libro abre así: “Corroído y golfo busco la morada antigua de la mujer: el pez”
El libro en cuestión mereció el XXIX Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta, además es un hijo digno de aquel Cementerio Marino de Valery. Tienen declarada relación de parentesco con Moby Dick. Hay hipertextos que hacen guiños a Anne Sexton, Raúl Zurita, Antonio Cisneros. La canción de los ahogados bien podría ser un barco, se sabe de sus tripulantes: los peces, los ahogados, el capitán, se sabe, sobre todo, de donde parte: Acapulco. Puerto complejo y amable. Puerto que alimenta y consume a sus habitantes, seres que nadan de muertito.
No hay libros que hablen del agua sin involucrar monstruos o seres fantásticos más cercanos como las moscas: “si pudiera elegir sería una mosca que reencarna en Lao Se”, leemos en un poema de Antonio Salinas.
El mar no deja de saciar la sed de los poetas. En este libro se expone un canto oceánico, salado, tropical, un canto que tiene mucho de pregones: Pero, La canción de los ahogados también es un libro-crónica, en él hay registros del habla diaria y particular del puerto acapulqueño. Apuntes que dejan bien marcados los días de tormenta. Leer La canción de los ahogados también es recorrer una sección de pescados del mercado porteño. Es escuchar las conversaciones callejeras. El autor revela gran habilidad con las paranomasias. El doble o múltiple sentido del lenguaje popular en versos como estos:
No lo sé
prefiero leer los letreros de las fondas de comida:
peces voladores,
caracoles afrodisiacos,
almejas a la talla del corazón,
caldos al gusto de la palabra,
camarones para el mar de amores.
Antes escribí monstruos, pero debí decir ensoñaciones. Recreación del mundo. Invento del mundo: venimos del mar, fuimos peces y nos lastima el recuerdo. Escribí ensoñaciones, pero debo decir metamorfosis, como un poema en donde se expone la tensión entre un gato y un pez colgado. Soñarse siendo otro: “Todos llevamos un pez (gato) dentro/-dice mi madre.”
La mirada de los poetas suele emplearse para invertir significados. La canción de los ahogados es un libro completo que canta a los cadáveres, pero no a los ahogados de agua, sino de aire. Oxígeno que mortifica la memoria y nos encierra, como en otro poema: “La nostalgia es la canción de los ahogados”.
Ya en confianza nos adentramos a la intimidad de quienes habitan cerca de mar; la cocina es el nido del hambre. Pero el hambre a decir de Salinas: “duele igual que una espina de pescado en la garganta”. Algunos dicen que mientras se come no se habla, porque las bocas no pueden estar involucradas en dos actividades. Este libro ha roto las normas, ha dispuesto el juego a su modo: aquí pasa que se nos invita a la mesa, entre bocado y bocado van acertijos, anécdotas, paradojas. La tempestad literaria es avasalladora en este libro. Su autor demuestra la lectura que ha hecho del mar, de su sitio. Varios poemas sobre los ojos lo demuestran. De nada valdría el canto si no se observa. Salinas ha estado atento, con casi todos sus sentidos ha percibido el puerto y nos lega su bitácora.
La canción de los ahogados, ediciones Café Cultura/Gobierno Municipal de Tampico, Tamaulipas, México: 2016. ISBN:978-607-97074-7-7