¿Cómo se inició como curador?
A decir verdad, no me defino como curador ni creo que me guste la curación aunque el próximo mes estaré curando una muestra fotográfica de Andrés Calamaro. Yo me considero crítico de arte y hago de la crítica una performance.
¿Qué ha cambiado en la curaduría desde sus comienzos hasta hoy?
Que se ha vuelto menos erudita y más simplificadora, forzando el arte, a los artistas, a meros ilustradores de ideas y conceptos impuestos desde arriba.
¿En qué momento los curadores se volvieron tan necesarios en el mundo de las artes visuales?
Desde que las instituciones necesitaron una programación rápida a bajo costo.
¿Cómo entiende usted que debe ser una curaduría?
No debería existir, y si lo hace debe ser el resultado de trabajos de investigación académica que se tomen el tiempo de pensar la importancia de cada uno de los objetos o eventos visuales con los que se compromete.
¿Cuáles son las dificultades que enfrenta un curador, además de los presupuestos, que, sin duda, en alguna medida, limitan iniciativas, ideas?
Su narcisismo y carrerismo.
¿Ve usted posible una relación entre el crítico y el curador? ¿Deberían trabajar juntos?
No, de ninguna manera. El problema es que el trabajo del critico hoy por hoy ha quedado relegado en un sistema del arte obsesionado por el auto halago y el éxito fácil.
¿Sería el curador también un artista que impone su autoría en una exposición?
El curador pretender ser un artista, pero nunca lo es porque en lugar de abrir el juego a la ambigüedad trata de simplificar los significados e ilustrar sus posiciones. Es, de hecho, lo contrario del artista.
¿De qué manera selecciona usted un artista y cómo conecta con él?
Personalmente. Para curar a un artista tengo que conocer su obra íntimamente.
¿Cómo ve lo performático en el mundo de las artes visuales?
Desde la década del 60 es fundamental. El espectador ya no es un contemplador de objetos autocontenidos. Hoy el arte tiene la ansiedad del evento y da cuenta de la materialidad del trauma de una época que sólo se puede vivir como trauma.
Usted ha dicho: La vanidad de hacer una buena curaduría no puede pasar por encima de la voluntad histórica de mostrar la grandeza de su obra. ¿Nos ampliaría esta idea?
La curación necesita reducir la obra a un aspecto. Si una muestra es sobre un tema, se inserta la obra dentro de ese tema obturando todo el resto. Es inherente a la lógica de la curación el limitar el alcance, a veces vasto, de una obra de arte. Es un acto de simplificación y amputación sensorial.
Usted ha mencionado en alguna ocasión que el presente del arte es plural y contaminado. ¿A qué se refiere puntualmente?
El arte no es limpio, prolijo y sistemático sino sucio, problemático y ambiguo. El problema es que las instituciones quieren dar al público todo digerido y simplificado. Es precisamente ahí donde aparece el curador.
Desde fuera se puede creer que un curador es alguien frío, que debe calcular cada centímetro del texto que ha de escribir y planear con gran detenimiento la forma en que dispondrá las obras. Pareciera que lo emocional no esta en juego. ¿Cuánto de lo emocional interviene en su trabajo al momento de tomar las riendas de un compromiso ya sea por encargo o por elección?
Hay que diferenciar emoción de afecto. La emoción tiene que ver con una narrativa. Uno se emociona con una telenovela. Sin embargo, el afecto es una carga energética y sensorial. El arte no puede ser frio y racional. Eso es simplemente un ejercicio académico. El arte debe conectar con nuestras ansiedades y permitirnos elevarnos por encima de la condición animal.
¿Existe para usted una verdadera valoración del arte latinoamericano? Y de existir una valoración ¿Cómo contrasta esa valoración con el poco material crítico y la diferencia en los precios de las obras? ¿Cómo se explica?
Su pregunta ya viene respondida. ¿Valoración por parte de quién? ¿Por parte del Norte Global? ¿A quién le importa? ¿Precios de las obras? ¿Dónde? ¿En New York? Si esa es la preocupación, mejor dedíquese a comprar y vender acciones en Wall Street, no arte.
En relación con el público, ¿qué lugar ocupan hoy los museos?
Son lugares de articulación de discursos de corrección política y políticas de identidad. Históricamente los museos han sido lugares colonizantes. Fueron los lugares donde se acopiaron los trofeos de guerra y de conquista colonial. Hoy, son maquinas disciplinantes desde las que se imparten discursos morales que hacen al espectador sentirse culpable… y un poco muerto.
¿Cuál es la intención de su blog: https://loveartnotpeople.org/?
Realizar una performance estética y critica sobre la esfera pública del sistema del arte para poner en evidencia una serie de prácticas excluyentes y endogámicas. Es también un ‘patrimonio común intelectual’ al que la gente puede recurrir a aprender de arte al mas alto nivel sin tener que pagar. También doy clases pagas pero eso es otra cosa.
Roger Colom ha dicho: El papel de “puto malo” de Cañete es fundamental y tiene una sólida tradición de disensión en la línea de Perlongher, Arenas y Lamborgini. ¿Comparte ese criterio vinculado a estos importantes poetas?
Es posiblemente una de las cosas más entusiasmantes que se han dicho de mí. Mi blog y crítica está fuertemente inspirado en Perlongher y Arenas. Posiblemente más en Perlongher que en Arenas. Todos ellos vieron lo queer no como un rasgo de identidad (o, simplemente, como una preferencia sexual) sino como un modo de intervención y militancia contra un orden de cosas que (a los gays) históricamente nos excluye. Tanto ellos como yo nos negamos a asimilarnos al sistema tomando de los heterosexuales precisamente los valores que nos oprimen.
El Centro internacional para las artes de las Américas (ICAA), del Museo de Bellas Artes de Houston, le otorgó un premio muy importante que le han retirado, luego de una fuerte polémica con el medio audiovisual argentino. ¿Cómo se sintió con la decisión del ICAA de retirarle el premio?
La decisión de Mari Carmen Ramírez fue provinciana y desinformada. Me va a tener que devolver el premio ya que hay algo que se llama legalidad y al ganar el premio yo firmé un contrato que ella, sin razones reales y por chismes, decidió rescindir. Creo que lo que todo este intento de cancelación demostró es que el Norte puede muchas veces ser más provinciano e improvisado que el Sur.
Se le reprochó mezclar en su blog criterios sobre artistas con la vida personal de ellos. De tener espías que le dan información de dudosa veracidad y hacer uso de esa información. Y que en el blog hay expresiones racistas, misóginas, transfóbicas y gordofóbicas, entre otras. ¿Cómo ve estas acusaciones?
Son todas injurias. Invito a cualquiera a leer mi blog y tratar de encontrar esas expresiones. Respecto a los ‘espías’, ¿estamos viviendo en la Unión Soviética en 1950 para hablar de espías? Yo tengo fuentes en los diferentes museos, galerías e instituciones. Son ‘fuentes’. Así se las llama en el periodismo. Quien los llama ‘espías’ es porque tiene algo sucio que esconder.
Otros consideran que desde su blog usted da vida y movimiento al mundo de las artes visuales argentinas, tomado por el conformismo, las camarillas y la frivolidad. ¿Está de acuerdo?
Totalmente. En medio de una crisis sin precedentes mi libro de Historia a Contrapelo del Arte Argentino publicado por Penguin Random House agotó su primera edición en dos días. Nadie en el mundo del arte argentino actual puede generar ese tipo de energía.
¿En qué proyecto se encuentra?
Mi próximo libro es un análisis académico (en inglés) de la relación entre Arte y Sida en la Argentina y Chile en 1980 y 1990. Estoy también curando la mencionada muestra de Andrés Calamaro y pensando en escribir un libro más introspectivo y revelador.