Ensayos sobre Gerardo Deniz de Fernando Fernández (Bonilla y Artigas, col. Públicaensayo, 2024, 428 pp.) reúne doce ensayos sobre el poeta y traductor Juan Almela Castell/Gerardo Deniz. El autor empezó a interesarse por su obra desde finales de la década de los ochenta. No es una casualidad que estemos reunidos aquí pues con la publicación de este volumen F. F. cierra un ciclo de más de cuarenta años. No puede olvidarse que es también estudioso de Ramón López Velarde, sobre el cual tiene publicadas dos colecciones de ensayos, ni el autor de una serie de libros como Oscuro escarabajo (poesía), Viaje alrededor de mi escritorio (ensayo), Oriundos (novela documental), y Almas flexibles (crónica). Tampoco se puede pasar por alto su actividad como editor (de la revista Viceversa) y como animador y responsable de un programa de radio desde hace varias décadas.
Juan Almela Castell/Gerardo Deniz, era hijo de Juan Almela Meliá (1882-1970), tipógrafo, corrector e hijastro de Pablo Iglesias, uno de los fundadores del socialismo español. Ese árbol genealógico me recuerda los de los apellidos Reyes, Sierra, Paz, Xirau, Henríquez Ureña, Borges, para solo hablar de algunos casos.
Una amiga de Almela Castell fue Margarita de la Villa, la jurista que dirigió el Fondo de Cultura Económica en los años de Miguel de la Madrid. Me permito citar su evocación con su permiso pues abre las ventanas de Mar en turco a la vida cotidiana de entonces:
Conocí mucho a Juan Almela Castell, fuimos amigos nada menos que desde el Instituto Luis Vives en México. Juan Almela Meliá era su padre y Emilia Castell Núñez, su madre. Almela Meliá nació en Valencia en 1882 y falleció en México en 1970. Era publicista y estuvo relacionado con la industria editorial. Creo que publicó alguna revista literaria/cultural. Nuestro Juan nació en Madrid el 14 de agosto de 1934.
De nuestro Juan recuerdo que íbamos juntos a los Conciertos del domingo por la mañana en Bellas Artes y después caminábamos rumbo a casa (vivíamos cerca) y, a veces nos comprábamos en la tienda Larín 100 gramos de bombones y endulzábamos el paseo. Otras veces, cuando mi madre hacía rosquillas de nata, iba a casa por la tarde a merendar. Mi inclinación por el Derecho y el tiempo que dedicaba al naciente Instituto de Derecho Comparado hicieron que cada vez se espaciaran más nuestros encuentros.
Juan era verdaderamente un genio. Se matriculó en la Facultad de Química pero pronto lo dejó porque no le enseñaban nada que no supiera. También tocaba bien el piano y sus versos eran hermosos. Su gran problema fue siempre tener muy mala vista.
Nos llevábamos muy bien porque los dos éramos hijos únicos, introvertidos, listos y generosos con nuestro tiempo.
A Gerardo Deniz ya no lo traté y es algo que siento como una gran laguna en muchos años de mi vida.
Hasta ahí Margarita de la Villa. Vuelvo a Almela Meliá, el padre. Sorprendente personaje que, además de corrector, era traductor y, eventualmente, escritor, como se desprende del admirable “Retrato del padre del poeta”, ingenioso y creativo restaurador de libros, que lo llevó a editar un breviario que fue mi lectura preferida antes de saber nada de Gerardo Deniz.
Una observación al paso, tal vez yo hubiese puesto después de la introducción el capítulo dedicado al autor de los días del poeta. A lo largo de sus capítulos F. F. comenta: 1. La “Correspondencia con Octavio Paz (1966-1970)”, 2. La “Vida contada a María Luisa Puga” a través de la novela La forma del silencio (1987), 3. La serie de cartas con el historiador de las religiones Georges Dumézil (1970-1974), cuyos libros tradujo, 4. La visión de la obra del poeta en la reflexión crítica del poeta uruguayo Eduardo Milan, 5. La recepción polémica de la obra de Deniz en la visión crítica de Evodio Escalante, 6. La forma en que “Deniz lee a Alfonso Reyes”, 7. Los itinerarios paralelos de Gerardo Deniz y Pedro F. Miret, 8. “Deniz, palindromista”, 9. Ponderaciones sobre “Dos premios, dos polémicas”. El libro cierra con una lista de los 33 libros que componen la obra de Juan Almela Castell.
¿Qué es lo más notable de este libro? No sólo es una exposición de la obra y la persona del poeta que ha acompañado a nuestro amigo durante más de cuarenta años. Se trata también de una reconstrucción de la recepción de sus letras en el medio mexicano no sólo por las figuras citadas de Milán y Escalante, sino por otras muchas más que pueblan estas páginas 428 páginas y les prestan peculiar vivacidad. Y con esa arqueología de una restauración parcial de una época y de una atmósfera. El libro de Fernández es por eso un capítulo de una historia cultural.
Al releer Mar en turco me viene a la mente una máxima de un poeta y dramaturgo francés François Andrieux (1759-1833) del siglo XVIII que decía que “Solamente se puede uno apoyar en lo que resiste” “On ne s’appuie que sur ce qui résiste.” Esta frase se la oí a mi padre y también a Jesús Reyes Heroles. Almela/Deniz la practicaba alegremente y hacía de cada veneno que no lo mataba un tónico para fortalecerse y seguirse divirtiendo. ¡Cuánto han sabido apoyarse tanto el mismo Gerardo Deniz como nuestro amigo Fernando en las resistencias recíprocas y complementarias del admirativo Eduardo Milán y el crítico Escalante para redondear sus retratos! Lo que llama la atención del libro de nuestro amigo Fernando es su capacidad para integrar la algarabía de la recepción en la exposición de su historia y análisis.
Uno de los capítulos del libro está dedicado al “Deniz, palindromista”. Quisiera detenerme un poco en el sentido de lo que esto significa más allá de los saludos y presencias de Luis Ignacio Helguera, Ulalume González de León, Darío Lancini, Merlina Acevedo, Luis Ignacio Helguera y Aurelio Asiain. El que escribe frases que pueden leerse al revés es quizá como el que sabe caminar hacia atrás, como el que sabe desandar el camino. Y ese desandar es precisamente, diría yo, uno de los secretos del políglota prodigioso que ha obsesionado a lo largo de los años a Fernando Fernández, quien además de este libro ha sido el editor, hay que subrayarlo, de la prosa completa De marras (2016) de Deniz y el autor de numerosas entrevistas y presentaciones que han acompañado la obra de este autor, como por ejemplo, la de “Visitas guiadas” de 2015. Siempre en el tema de la palindromía, no puedo dejar de recordar el arte palindrómica del finado poeta coahuilense Gilberto Prado Galán (1960-2022), autor de una recopilación de 26,162 palíndromos Efímero lloré mi fe, ni a Guido Gómez de Silva, cuya entrada sobre la voz “palíndromo” enriquece su Diccionario internacional de literatura y gramática con tablas de latinización para diversos sistemas. De paso, sugiero un posible paralelo intelectual, toda proporción guardada, entre ambos personajes.
Uno de los amigos de Juan Almela/Gerardo Deniz fue José de la Colina, quien introdujo en México el llamado Taller de Literatura Potencial (TALIPO) a semejanza de los grupos francés OULIPO e italiano OPLEPO de los años 60. Uno de los animadores en París de esta animada sociedad fue el enciclopedista y matemático Raymond Quenau (1903-1976) con quien tal vez Almela/Deniz habría simpatizado, y que tenía algo de surrealista como el mismo Deniz, amigo entrañable del escritor Pedro F. Miret, a quien Fernando Fernández dedica unas divertidas páginas. Miret fue amigo de Luis Buñuel y esta pista conduce a una lectura de Almela/Deniz desde el ángulo de la genealogía de este surrealista.
El propio Fernández ha resaltado los paralelos entre la obra de Deniz y Luis de Góngora, y de hecho llama la atención que el traductor y políglota no se haya arriesgado a hacer una edición del poeta cordobés.
Si alguna vez se vuelve a editar el libro, sugeriría al autor y al editor dos ideas. Uno, incluir un índice de nombres al final; dos, reproducir al menos una o dos cartas de Paz y Dumézil para darnos idea de cómo eran físicamente.
Concluyo subrayando dos cosas. De un lado, el valor de Mar en turco como una caja de herramientas para entender la obra de Juan Almela/Gerardo Deniz; del otro, la habilidad y audacia con que el crítico y editor de Viceversa ha sabido introducir y enmarcar la recepción de Milán, Escalante, Homero, García Ramírez, Mora, et. al., en su animada exposición. El libro concluye con las frases simpáticas que Almela/Deniz le hace a José Luis Rivas haciéndole un guiño: “Dicho sea de paso: tú, José Luis, que tienes tus horas de metafísico inglés, además de ser un inmoral, ¿por qué no traduces los poemas ingleses de Pessoa?” Finalmente, recuerdo que el primer libro de Deniz fue el titulado Adrede, y que a su vez este título recuerda uno de los primeros del poeta español vanguardista Gerardo Diego (1896-1987) Poemas adrede (1932). Este apunte me sirve para situar a Juan Almela/Gerardo Deniz en la genealogía de las vanguardias hispanoamericanas, y a Fernando Fernández, como un noble historiador de ellas a través de su admirado amigo y maestro.