Gunter Silva, Neutrino, cuaderno de navegación, Laboratorio Editorial, Perú, 2024, 246p.
El libro «Neutrino, cuaderno de navegación» (Laboratorio Editorial. Lima, 2024) es un diario de enfermedad, pero también un potente testimonio de vida. Su autor, el escritor peruano Gunter Silva, enfrentado a la fragilidad de la existencia, nos entrega una obra que es como un cielo resplandeciente: inmenso en su introspección, brillante en su lucidez, e inagotable en sus preguntas. Desde sus páginas, emerge una voz que observa el derrumbe de la propia corporeidad con la asombrosa claridad de quien entiende que la vida no es solo una línea recta, sino un cúmulo de instantes efímeros y preciosos.
«La existencia antigua, que ayer parecía tan sólida y fija como una muralla Inca, se va haciendo pedazos”, anota. Desde las primeras páginas, la conciencia del deterioro físico y la irreversibilidad del tiempo se vuelven una presencia constante. No hay concesiones ni engaños en este relato; solo la certeza de que la vida, con sus ciclos y pérdidas, sigue su curso sin detenerse por nadie. Y sin embargo, la pregunta subyacente no es sobre la enfermedad, sino sobre cómo habitar ese presente quebrado sin perderse en la desesperanza. «Pero, ¿quién puede rebobinar la vida como una película?”, nos dice el autor al final de otra entrada. La nostalgia de lo que fue y la incertidumbre del porvenir pesan, pero el libro se mueve en el fino equilibrio entre la memoria y la posibilidad de encontrar sentido en lo inmediato, en lo cotidiano.
Neutrino no solo es un testimonio sobre la enfermedad; es una reflexión sobre el instante. Sobre la manera en que cada fragmento de vida se vuelve más nítido cuando sabemos que su duración es incierta. El autor busca refugio en la naturaleza, en el contacto con la tierra, en la evidencia de que su cuerpo, aun en la fragilidad, sigue siendo parte de un sistema mayor. «Me dejo envolver por la naturaleza, recordándome que soy parte de ella». La conexión con el mundo natural es aquí una forma de resistencia: la enfermedad puede debilitar, pero no puede borrar el vínculo con la esencia más profunda del ser humano. Al caminar descalzo sobre la tierra, el autor nos recuerda que aún en el desgaste, existe un modo de arraigar, de aferrarse a la vida de manera orgánica y real.
Pero si el mundo natural es un refugio, también lo es la luz que se encuentra en los demás. «En los pueblos de la selva las noches siempre tienen el cielo estrellado. En Londres, por culpa del alumbrado o la capa de nubes que la cubren permanentemente, nunca diviso una luz de estrella sobre mi cabeza, pero tengo la suerte de encontrar la luz en los ojos de quienes quiero». Es una idea poderosa: cuando el universo se vuelve inaccesible, cuando las estrellas desaparecen del horizonte, sigue existiendo una forma de iluminarse en la mirada de los otros. El libro nos recuerda que la existencia no es solo individual, sino un entramado de relaciones, una red de afectos que, incluso en la adversidad, permiten sostenerse.
Si hay una enseñanza central en «Neutrino, cuaderno de navegación«, es la de vivir incluso cuando la victoria parece imposible, cuando todo el mundo lucha en tu contra; el drama es feroz porque mientras espera un transplante de órgano llega la pandemia y paraliza todo. No hay triunfalismo en sus páginas, ni falsas promesas de redención, pero sí una honestidad absoluta sobre la experiencia de la vulnerabilidad. En este sentido, la obra dialoga con otras reflexiones sobre la enfermedad y la finitud humana. Por ejemplo, encuentro un vínculo con la figura del perdedor como héroe en las historia de varios cuentos del escritor Julio Ramón Ribeyro o «La enfermedad y sus metáforas» de la ensayista norteamericana Susan Sontag. Este diario no trata de glorificar el sufrimiento ni de convertirlo en una narrativa de superación, sino de comprenderlo como parte de la existencia misma.
La escritura, en este caso, es también una forma de resistencia. A través de las palabras, el autor reconstruye su propio mapa de navegación en medio de la incertidumbre. No busca respuestas definitivas, porque quizá no las haya, pero sí elige registrar cada percepción, cada sensación, cada destello de significado en el caos. Como un cosmos estrellado, el libro no nos ofrece un único punto de luz, sino múltiples destellos dispersos, pequeñas iluminaciones que nos invitan a mirar hacia arriba y a reflexionar sobre nuestro propio camino.
Con una prosa que oscila entre la serenidad, la crudeza y la poesía, el autor hilvana pensamientos a partir de detalles mínimos, gestos cotidianos y recuerdos que emergen con la fuerza de lo irrecuperable. Su escritura es a la vez confesión y testimonio, un ejercicio de transparencia donde la fragilidad del cuerpo y la incertidumbre del futuro conviven con una mirada lúcida, sin concesiones. Hay en estas páginas una valentía que no busca la grandilocuencia, sino la verdad desnuda, la belleza que persiste incluso en los rincones más ásperos de la existencia. Cada fragmento, cada reflexión, es un intento por nombrar lo inasible, por dar forma a lo que se desvanece.
En última instancia, este diario literario, repleto de pequeñas perlas, es un recordatorio de que la vida es una suma de momentos, y que cada uno de ellos merece ser habitado plenamente. Nos enseña a mirar el presente con la intensidad de quien sabe que el tiempo no retrocede, pero que aun en la incertidumbre hay belleza, hay luz, hay algo a lo que aferrarse. No es un libro sobre la derrota, sino sobre la permanencia de lo esencial, sobre la capacidad de encontrar sentido en medio de la oscuridad. Una lectura imprescindible para quien busque no sólo entender la enfermedad, sino también comprender lo que significa verdaderamente estar vivo.