El Núcleo Duro, de Ángel Miquel

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Ángel Miquel, El Núcleo Duro, con dibujos de Ulises Carbó. Ediciones Odradek (Serie Fantasma), Huitzilac, 2022, 226 p.

 

Una elegía por el paso del tiempo

 

Cuando se entra a un bazar de antigüedades sabemos que los objetos exhibidos son cerámicas, bronces, porcelanas, finos cristales, muebles de exquisita madera, sedas, jarrones chinos, cuadros antiguos, figuras y lienzos de carácter religioso… Pero ocurre que de repente nuestra mirada se enfoca en un objeto que difiere de los anteriores, su exotismo atrae nuestra atención. Lo mismo ocurriría en una librería en la mesa de exhibición con la novela de Ángel Miquel. La portada gris y el título El Núcleo Duro me harían pensar en un libro de física que equivocadamente pusieron junto a los de narrativa. La lectura de la cuarta de forros aclararía la confusión, haría saber que se trata de una novela. Así que el título es una rareza para una obra narrativa, estamos acostumbrados a títulos cercanos a lo poético.

Entrando en terreno, la novela está estructura en tres partes y cada una en tres secciones. En la primera parte, el narrador, quien es uno de los protagonistas, nos presenta a los otros personajes: Vera, Enrique, Luis, Juan y Sonia. En el inicio de la historia nos enteramos de que Alfonso Yáñez, el narrador, está en proceso de jubilación. De ahí sus reflexiones sobre la vejez. En este punto la novela nos recuerda a La tregua, de Mario Benedetti.  Las dos obras abordan la problemática de las personas que ya han terminado con una vida laboral y cuya expectativa de futuro es por demás incierta.

El narrador recurre a la memoria para recordar cuando los integrantes del llamado Núcleo Duro se conocieron en la preparatoria, y cómo se fue desarrollando la vida de cada uno. La historia del grupo se alterna con los recuerdos personales de la adolescencia y el despertar sexual de Alfonso en Lima. Quien de regreso a la ciudad de México, y después de abandonar los estudios universitarios de Historia y Letras, siendo todavía joven, en la época del terremoto del 85, dedica el tiempo libre en la oficina a escribir una novela, y nos comparte la fórmula que siguió para su escritura: “Luego de establecer un punto de partida con parámetros muy simples de época, lugar y personajes, los desarrollos se dieron por si mismos, al toparme con libros u ocurrirme acontecimientos que los mostraran, o por asociación con episodios previos. Incorporé en la escritura asuntos que conocía, otros que aprendí y unos más que no sabía que sabía. Fueron a dar a la novela memorias y anécdotas de personas a quienes había tratado, así como la expresión de los sentimientos asociados a ellas.”

Y esto es lo que hace el narrador; una crónica de lo que vivió y experimentó con el Núcleo Duro, con un juego que desarticula el tiempo entre el presente y un pasado remoto. El discurso tiene el tinte de un estudio generacional de las relaciones amorosas y sexuales, subrayadas por la inestabilidad y brevedad de múltiples parejas. La novela de Ángel Miquel emparenta con la del escritor español Luis Antonio de Villena: La vida feliz de mis jóvenes ricos (2021). A las dos les queda lo escrito por de Villena: “Esta novela quiere ser una elegía por el paso del tiempo, centrada en una juventud aparentemente feliz (sólo aparentemente), porque en la juventud es donde no hay tiempo, y donde el joven llega a creer sentir que no lo hay”. Aunque el narrador de El Núcleo Duro insiste en los recuerdos de una sexualidad a flor de piel durante décadas, el tono de la novela es sombrío, porque el presente de un hombre de sesenta años, solitario, sin dinero, a la espera de recibir una pensión, no lo pueden compensar las memorias de un tiempo muerto hace muchos años. Tiempo muerto, habitado por fantasmas.

Al principio comparaba la rareza de la portada y título de la novela con un objeto exótico en un bazar de antigüedades; a media lectura comprobé que la afinidad continuaba. Todos hemos visto de manera presencial o en el cine objetos que en su interior albergan algo que nos deja sorprendidos. Lo mismo ocurre con la novela de Ángel Miquel. En su segunda parte, en su centro, nos vamos a encontrar con diversos materiales sobre el espiritismo, con el pretexto de la escritura por Alfonso de una novela sobre este tema. Así nos enteramos de nombres de famosos espiritistas, de sus ilustres seguidores, médiums e ilusionistas. Se pasa revista a los espectáculos, en los cinematógrafos y otros espacios públicos, de fantasmagorías destinadas a producir miedo, en las que se presentaban esqueletos móviles, fantasmas, demonios y sirenas. Se hace un recuento del espiritismo en México en el último tercio del siglo XIX y las primeras décadas del XX. La popularidad del espiritismo era tal, que en el país había más de treinta círculos de practicantes, la mayoría en la capital. No podía faltar el nombre de Francisco I. Madero, quien fuera un médium que trasmitía los mensajes por escrito. Otro documento incorporado aquí es la transcripción de la ponencia estudiantil de Alfonso “Espíritus en la fotografía y literatura mexicanas del siglo XIX y las primeras tres décadas del XX”. En esa parte central también nos hallamos un adelanto de la novela en proceso del mismo personaje, cuyo protagonista se compromete a crear una biblioteca espírita, en la que hace una lista de los libros sobre el tema, publicados en español a finales del siglo XIX.

En la tercera parte El Núcleo Duro la voz narrativa cambia, ahora el turno le toca a Vera y a Juan, quienes se comunican a través de videollamadas en el tiempo del confinamiento obligado por la pandemia del COVID. Si en el primer capítulo el tono es sombrío, en éste se acentúa, junto con las emociones de luto y miedo. Las conversaciones oscilan entre el pasado y el presente. Un pasado lleno de oscuridades y un presente que deja ver el temor y horror que invade y se incrusta en el ánimo causado por los miles de contagiados y muertos. Este último capítulo está marcado por la atmósfera siniestra de la pandemia, experiencia terrible, cercana a la de la guerra, donde cada día algún familiar o conocido era presa de la enfermedad o de la muerte misma.

De los años de la preparatoria a la vejez, los personajes de esta novela han sido impregnados por el dolor. Sus vidas fueron atravesadas y marcadas por el suicidio, el sida, la orfandad prematura, el divorcio, el adulterio, el exilio y la muerte solitaria. Los narradores, en su turno, complementan los espacios vacíos, lo que no sabíamos, lo que da origen a una historia secuencial que no pierde el ritmo de las acciones y que nos corrobora la felicidad aparente de la juventud, así como el implacable paso del tiempo que se encarga de mostrar en su total crudeza la experiencia de vida de los personajes.

El Núcleo Duro, de Ángel Miquel, es una novela intimista; recrea a través de la memoria las formas de relacionarse en la amistad, en el amor y las pasiones de un grupo generacional cuyo destino está permeado por la sombra de la muerte, así como el destino individual por el acto de envejecer. La novela es una herida abierta por el dolor, el dolor de existir. Es, en suma, una espléndida elegía por el paso del tiempo.