El cantor de la naturaleza, Manuel José Othón (1858-1906), fue un gran poeta, narrador y dramaturgo con una indudable cualidad descriptiva y pasión campestre. Mejor conocido por su gran capacidad ilustrativa a través de la poesía, muchas veces se ignora que esta capacidad se aplicó de igual forma a su prosa, en especial por su amplia atención al detalle. Ya preguntaba Antonio Castro Leal “¿qué poeta mexicano ha conocido mejor [la naturaleza], o la ha amado con tan entrañable cariño?”. En una época donde la urbanización todavía no había alcanzado las áreas rurales, donde la industrialización y modernización porfiriana apenas comenzaba a implementarse, el acercamiento de Othón al mundo natural lo nutría de la inspiración necesaria para expresar en sus diversos escritos aquellos matices y contrastes que detallan con precisión el paisaje mexicano. Estos “cuentos de espantos” constituyen sus últimos trabajos en prosa, al comenzar con obras como “El padre Alegría” (1879), “El último trovador” (1890) y “Un nocturno de Chopin” (1891), y, tras 1895, adquirir una maestría narrativa con “La nochebuena del labriego”, “El pastor Corydón”, y “El montero Espinosa”. Othón nos introduce con sus descripciones poéticas en ambientes silvestres, así como en el desenmascaramiento de historias enigmáticas dentro de la escenografía visual que nos propone en sus cuentos.
En Cuentos de espantos se reúnen los relatos “Encuentro pavoroso”, “Coro de brujas” y “El nagual”, contrastando el tema de la ambigüedad sobrenatural con el desvelamiento de la superstición. La narrativa del autor pertenece en su mayoría a su época de madurez, influenciado principalmente por la obra de Edgar Allan Poe, como es evidente en el primero de estos cuentos, que es un claro ejemplo de la combinación descriptiva y enigmática, por la manera en que el autor supo encuadrar el encuentro pavoroso entre la naturaleza nocturna, la soledad silenciosa y el mágico misterio que rodea al protagonista.
Al estar escritos en primera persona, los cuentos de Othón nos conducen, desde una perspectiva realista e íntima, al desarrollo de los acontecimientos que vive el protagonista, junto con éste el lector es engañado en una primera instancia, para acompañarlo en el proceso del desenmascaramiento de la verdad a través del pensamiento lógico y crítico de las supersticiones rurales. Asimismo, podemos percibir la pasión por la naturaleza que comparten personaje y autor, además de la melancolía propia del romanticismo que influía en su voz interna: “Poco a poco una dulce tristeza me envolvía, porque el campo es triste, aun en las horas en que mayor vida rebosa”. De igual manera, en “Coro de brujas”, desde una perspectiva casi cómica Othón abarca el estudio y el descubrimiento detrás de la superstición, la ignorancia y la credulidad del campesino mexicano, revelando el amplio conocimiento del autor del estilo de vida y la filosofía rural. Por su parte, en “El nahual”, como en los otros cuentos, el paisaje y el tema se complementan. Othón introduce a los lectores en la belleza de la escena donde se desarrolla la historia, entrelazando el encantamiento y la brujería con el realismo de sus descripciones: una vez envueltos en la tranquilidad del campo, nos levantamos junto con el protagonista para emprender la agitada persecución de un coyote viejo y encontrar, como producto de la hechicería, a un anciano lúgubre y lastimero.
Además, en este volumen, la editorial realiza una acertada selección de sonetos de la “Noche rústica de Walpurgis”, que sirve como complemento ilustrativo de los cuentos, con los que también hace contraste a modo de espejo, por la semejanza temática que comparten con el imaginario mexicano y la oscuridad campestre, pero, sobre todo, con la angustia de la brujería. Por ejemplo, en el soneto “Las aves nocturnas”, se ilustra el tormento de don Carpio en el segundo cuento, donde este personaje cree estar siendo maldecido por brujas a través de aves nocturnas que repiten su nombre.
¡A remediar terríficos lamentos,
de dientes estridor, crujir de osario
y espasmódicos gritos de la fiebre!…
Estos sonetos fluyen con un ritmo y una musicalidad sinfónicas, su distribución en cuatro tiempos marca y apoya las imágenes desde la dimensión músico-sonora. Nos invita a escuchar las melodías de la noche, siendo las palabras de Othón el medio por el cual llega a nuestros oídos internos el canto de la naturaleza. Alfonso Reyes apunta que «la naturaleza en sus versos aparece en función de un sentimiento de sosiego religioso», claramente visible en el soneto “Las estrellas”, en el que su visión trasciende la realidad de las cosas y se eleva a las más altas esferas.
¿Quién dice que los hombres nos parecen,
desde la soledad del firmamento,
átomos agitados por el viento,
gusanos que se arrastran y perecen?
¡No! Sus cráneos que se alzan y estremecen,
son el más grande asombrador portento:
¡fraguas donde se forja el pensamiento
y que más que nosotras resplandecen!
Ediciones Odradek nos ofrece en este volumen de los Cuentos de espantos un Othón renovado, al presentar junto a sus cuentos la correlación magnética que éstos tienen con la poesía del autor. Como en varios de los otros libros publicados bajo este sello, el trabajo editorial que propone Alfonso D’Aquino ha consistido tanto en rescatar obras olvidadas de la literatura mexicana como en actualizarlas, ofreciendo desde un punto de vista actual una lectura que se complementa tanto con otros textos, como con las ilustraciones y el diseño de la publicación. Cabe señalar, por otra parte, que con esta publicación se inaugura la “Serie Fantasma”, colección enfocada a los temas sobrenaturales, que han sido tratados por diversos autores de la literatura nacional, como Bernardo Ortiz de Montellano, con su Historia de una Imagen, o Alberto Leduc con En torno a una muerta.
Por último, en cuanto que Ediciones Odradek se caracteriza por hacer libros en los que armonice la literatura y las artes visuales, las ilustraciones que hizo Cezilya León para este libro resultan ideales para la temática de la obra aun en la técnica utilizada: de la misma manera que Othón descubre la incertidumbre inquietante para descubrir con sosiego la “capa de la verdad” detrás de la superstición, a través del esgrafiado, se raspa la capa superior para revelar la inferior de una imagen. Además, sus diseños infunden el terror y el misterio que nos da la primera impresión de los cuentos y nos sugieren el ambiente campestre donde se desarrollan las historias.
Manuel José Othón, Cuentos de espantos, edición de Alfonso D’Aquino, ilustraciones de Cezilya León, Ediciones Odradek, México, 2022. 112 pp.