Alán Heiblum: Todos rieron, menos el Tlacuache y yo que no somos de este mundo

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Heiblum Robles Alán, Alegoría real, Colección imaginaria, Ciudad de México, 2025. 80p.

Estoy convencido de que todo mundo tiene a lo largo de sus vidas un par de epifanías. Quién al mirar un día el sol no sintió el ojo de dios, quién al intoxicarse con alguna sustancia no sintió la mano de un difunto en la espalda, quién no ha encontrado unas líneas en la banqueta que reproducen las líneas de nuestra mano. De eso trata Alegoría Real de Alan Heiblum, es la epifanía cotidiana el corazón que da alimento a los 21 cuentos que lo conforman.

Dos cosas nos dan la bienvenida:

La primera es una mecánica de lectura muy didáctica y, me atrevo a decirlo, innovadora. En la portada se encuentra una pintura de populosos personajes, El Taller del Pintor de Courbet. Por cada personaje, nuestro Alán escribió un relato de imaginación. 21 son los textos y conforme uno los va descifrando se vuelve imposible no regresar al esquema de dirección que nos indica de qué personaje es que leímos, acto seguido: buscarlo en la portada. Esta experiencia de lectura es muy emocionante, amo los libros que están vivos, que son como grilletes a los que hay que encontrar la llave.

Y hablando de llave la segunda cosa que nos da la bienvenida en Alegoría Real es el cínico epígrafe de Efrén Hernández.

Todos rieron, menos el Tlacuache y yo que no somos de este mundo”

Las reglas del juego han quedado claras. Todos rieron, menos el Tlacuache y yo que no somos de este mundo. Hermosa invitación a la locura. Desde el mero inicio, el libro nos indica que estamos parados sobre superficies poco sólidas. Nada es lo que parece en estos cuentos breves. La realidad es frágil y hay que desconfiar de la alegría de los otros.

Alegoría Real es un catálogo de Mitologías, creencias, delirios de beodo, leyendas y personajes aparentemente tipificados: hay una musa, un pintor, un maniquí, un gato. Recomiendo al lector prudencia, porque si el cuento se llama El Fotógrafo, es probable que nos haga dudar de lo que creemos que es la fotografía, la imagen y hasta de la palabra fotógrafo en sí. Todo está en tela de juicio, en estos cuentos la realidad se voltea como un calcetín. Uno de los personajes del libro evoca una pesadilla de su infancia: camino por un pasillo de cristales y mi reflejo me saluda. En realidad, Alegoría de lo Real se recrea una y otra vez en ese sueño maligno.

La absenta habla y hay una vagina dentada. Todo cabe en estos 21 ejercicios de imaginación. A esta procesión de tramas se les mira desde una perspectiva narrativa contemporánea y nueva, que los transforma en auténticas fábulas modernas. El libro teoriza sobre el hoy usando como excusa al ayer. Quizá por eso termina con un largo y exhaustivo exorcismo. Hay moraleja, pero no hay ética. Hay metáforas pero se les despuebla de símbolos hasta que dejan de serlo. Hay un editor que cambia tanto sus textos que acaba contradiciéndose a sí mismo. Hay un coleccionista de vacíos y descubrimos que el futuro de la tecnología está en la naturaleza.

Me encantaron los cuentos contenidos en este libro. Cada uno es un ejercicio de imaginación específico, asombran cada uno a su manera. El maniquí, el pastorcillo, el rabí, fueron mis favoritos. Espero no me llamen fatuo, pero me parece que son ejemplos muy astutos de la mejor narrativa contemporánea y entrarían en la antología de cuento que uds. me digan.

La prosa de Alán es sabia sin que esto estorbe. Cada línea narra. La estructura de sus cuentos no es líneal, sobreviene la sorpresa. Pero no finales sorpresa bobalicones sino auténticos brincos casi ensayísticos. Es así: te estoy contando esto y estás de acuerdo, pues piensa de nuevo porque la realidad es esta otra. No nos lleva a callejones sin salida, sino a reflexiones y a una constante re lectura.

Si acaso es verdad que la literatura es una fila de ecos, Alegoría Real de Alán Heiblum tiene por origen los poderosos gritos originarios de varios libros inmortales de la literatura universal. Pienso, son sólo ejemplos, en Marcel Schwob, en Pär Lgerkvist, en Dino Buzzati, en Manuel Mujica Lainez y en Pierre Michón, es decir: escritores que se arrojan a escribir las vidas de un puñado de hombres comunes y corrientes que fueron tocados por lo fantástico. Escribir a una sociedad íntegra a partir de las entelequias comunes, de los irrealizables sueños de la tribu.