Ruth Vargas Leyva, Más allá de la niebla, ilustraciones de Francisco Toro, Desliz Ediciones, Ciudad de México, 2022, 48 p.
Es impensable disociar vida y literatura. Si bien en un escrito la proporción de la una y de la otra puede variar por razones naturales o por las circunstancias del acto creador, toda obra de arte verbal está condicionada indefectiblemente tanto por la audacia especulativa como por la pulsión de una existencia genuina. Entre la fabulación y el conocimiento, el saber y la emoción, la literatura tiende su indispensable coartada. Ocurre con la poesía, el ensayo personalista, la crónica testimonial y, por supuesto, la prosa narrativa de sustrato o tintes autobiográficos. Desde el refinamiento de la erudición, Más allá de la niebla (Desliz Ediciones, 2022) de Ruth Vargas Leyva (1946) concilia la revelación de la inteligencia con la más que afectuosa resolución del texto. Se trata de veintiuna estampas de talante enciclopédico y sesgo especializado que la poeta y académica tijuanense ha concebido para recordar el duodécimo aniversario del tránsito de su hijo Haroldo. A manera de una antigua poliantea, el proyecto integra la aproximación a distintas materias de la ciencia universal que se vuelven rito de paso para vislumbrar en la orilla opuesta ―el desenlace de la composición― la posibilidad de un reencuentro fugaz o definitivo con la evocación del hijo amado, prefigurado en conjeturas y minucias que al referir cuestiones en apariencia objetivas acaban siempre remitiéndose a la persistencia del recuerdo de Haroldo.
Partiendo de un acercamiento a la astronomía, geografía, ornitología, historia, mitología, anatomía, zoología, arte, psicología, etnología, genética y conducta canina, Más allá de la niebla conecta los vértices de un planisferio sentimental que migra de la curiosidad intelectual a la complicidad filial, no sin renunciar a la dimensión conmovedora del pensamiento ilustrado. La rareza informativa, ya de por sí permeada de atracción, adopta entonces mayor relieve al hallar justificación en inferencias personalísimas que al término del día alcanzan plena articulación en una idea fija: la imagen del hijo finado, cuya memoria se prolonga en la fascinación de la noticia pormenorizada sobre los secretos del espacio insondable, el mundo circundante. Así, todo camino conduce hacia Haroldo. Su madre, la autora, dispone para ello un caleidoscopio de nociones, a la vez técnicas y culturales ―que en el fondo son lo mismo―, en torno a una suerte de ubicuidad de la presencia del hijo que, como un sol interior, motiva e ilumina la pluralidad de indagaciones sobre la experiencia vital del yo y de la humanidad entera, su rastro en los anales de los axiomas, las gestas, los descubrimientos. A la postre, la compañía tácita de Haroldo constituye el prisma de luz que refracta e irradia la heterogeneidad de las preocupaciones y los intereses cognitivos de Ruth Vargas Leyva. Lo múltiple en la aglutinadora unidad de un amor perenne.
La autora de Más allá de la niebla parece ver los prodigios del cosmos a través de los ojos de su hijo, que la observa y espera desde el otro lado de la realidad, porque más exacto sería afirmar que es él quien la observa desde la paciente distancia de los difuntos, que nos prestan ojos para atisbar lo insospechado con mente y corazón. Ruth Vargas Leyva intenta descodificar la incierta membrana que media entre los que aún perduramos y los que se nos han adelantado, puente de aire entre lo visible y lo invisible, lo sentido y presentido. Comenzando por su título, Más allá de la niebla enaltece una de las facultades axiales de la poesía y la ciencia: la intuición, zona gris que escapa a los radares de la lógica y donde la premonición se confunde con la certidumbre, la vacilación con la docta ignorancia. Lo supuso el alma desnuda de Rilke en la Primer Elegía: “Con frecuencia los ángeles (se dice) / desconocen si andan entre vivos o muertos”. La inclasificable factura de los textos de Más allá de la niebla fomenta esa fluctuación, la de una oquedad imprecisa en la que caben las infinitas formas de conocimiento. Como una herida de la consciencia, el hueco que separa la mano de la madre de la de Haroldo sólo puede suturar con las pulsaciones del saber. Ruth Vargas Leyva bosqueja su propia gnosis, una constelación de claves para acceder a una órbita de querencias y anhelos de la que participa exclusivamente su hijo. Cada mañana, cada noche, frente a un libro o contemplando las nubes espumosas o el cielo estrellado, la pasión por las sutilezas de la intelección ofrece un territorio de encuentro.
Más allá de la niebla introduce un nuevo registro en la bibliografía de su autora. En sintonía con la tónica del conjunto, que amalgama lo manifiesto y lo recóndito, los fenómenos del mundo y la insinuación del trasmundo, destaca un procedimiento híbrido alimentado por la epifanía poética, la minificción, la cédula expositiva, la leyenda, la nota confesional, la microcrónica, la parábola. Igual estamos ante un estilo que distingue y revalida la célebre ponderación de Alfonso Reyes sobre la cualidad anfibia del ensayo, a un tiempo instruido y literario. Más allá de la niebla va de la objetividad a la subjetividad, de lo abstracto a lo sensible, de la circunspección a la ternura. Ruth Vargas Leyva genera una didáctica particular, privativa, en que el hábito de estudio o el constante aprendizaje deviene la vía más noble y estimulante para llegar a Haroldo, disponiendo un sistema de comunicación basado en datos, reminiscencias y predilecciones que gravitan en la intimidad de una memoria compartida. El nombre de la obra ―Más allá de la niebla― propone desde un inicio la directriz: la palabra supera el vaho de la ausencia, conjura su ambigüedad, reivindicando la concreción de la vida animada y la sublimidad de los complejos constructos que hemos desarrollado como especie. Ruth Vargas Leyva se desplaza de lo específico a lo entrañable y franquea las indecisas fronteras de la epistemología para hacer culminar el periplo de su fe en el puerto del más hondo lazo de correspondencia.
En 2001 se imprimió en Madrid, bajo el sello de Editorial Gredos, el exquisito tratado Más allá de las neblinas de noviembre. Perspectivas sobre poesía occidental y oriental del filólogo e hispanista norteamericano, avecindado en Lisboa y Londres, Stephen Reckert (1923-2013), que tradujo por su cuenta al español su monografía publicada originalmente en 1993 en Oxford como Beyond the Chrysanthemums: Perspectives on Poetry East and West. En algún momento, Reckert alude que la denominación de la versión castellana del libro abreva de un haikú de la poetisa japonesa Mitsuhashi Takajo (1899-1972), el cual suena, en nuestra lengua, como sigue: “Adiós. / Más allá de la neblina / una niebla más profunda”. Más allá de la niebla, de Ruth Vargas Leyva, enriquecido con las ingeniosas ilustraciones de Francisco Toro, confirma uno de los milagros de la poesía: la coincidencia, sin previo acuerdo o influencia mutua, entre dos polos de la imaginación femenina alejados en idioma, época, ubicación. Para acentuar el carácter de la visión, Reckert añade un componente de temporalidad, el undécimo mes del año, identificado en el desusado calendario republicano francés con el período Brumario y el Frimario, que se definen solos. Entre los gélidos vapores y la escarcha del otoño tardío, una autora lírica de Narita —circunvecina a Tokio—, un scholar estadounidense y una escritora del noroeste de México unen los puntos de la clarividencia poética y nos invitan a discernir lo inexplicable en el silencioso magisterio de las estaciones. ⸙























