Entrevista a Aimée Joaristi: Las redes se han vuelto la comunicación del siglo. Ir contra ellas significaría aislarse

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¿Cómo comenzó su relación con el arte?

Lejos de ser una fatalidad, el arte ha sido el pulmón de mi existencia. Es por lo que respiro y funciono. No puedo separarlo de mi vida, ni puedo deducir con precisión dónde comienzan y terminan los límites de cada uno.

Es muy difícil ponerle una fecha al inicio a mi carrera artística, ya que arribo al arte a través de una sedimentación de mis experiencias de vida. Nací en la Habana, pero al inicio de la Revolución cubana de 1959 mi familia se exilió en España, de donde eran mis abuelos. Desde niña en Madrid visitaba galerías y museos de la mano de mi tío; y de la de mis padres visité cuanto pueblo, castillo o edificio histórico existía en España y toda Europa.

A los 17 años estudié arquitectura de interiores en Madrid. Se me daba fácil la especialidad y, como también me gustaba divertirme, no tenía que estar encerrada horas enteras estudiando. Al terminar a los 20 quería tener una nueva experiencia de vida en New York. Buscando una excusa para mi padre, decidí estudiar diseño gráfico en Fashion Institute of Technology en los 80s.

Mi paso por New York fue una época desenfadada de diversión y estudio. Allí también matriculé en cursos de diseño publicitario, otra manifestación que se me daba de manera natural, y no obstaculizaba demasiado mi afán por vivir intensamente. Nueva York no hizo más que reforzar mi vida artística. Vivía en un mundo artístico exuberante, contemporáneo, veloz, excitante, rico en visualidades. Lleno también de decadencias, de pérdidas, muchos amigos muriendo de SIDA… Como anécdota curiosa, te puedo contar que yo era contemporánea del entonces estudiante de arte Keith Haring. Tuve la idea de apropiarme de uno de sus subway drawings del metro de New York. Fui con fijador de tiza y espátula de hierro para arrancar el adhesivo de papel negro que suele usarse para tapar las publicidades vencidas, soporte sobre el cual Keith hacía sus dibujos.

Studio54 fue mi doctorado nocturno donde sucedía lo imaginable y lo inimaginable, y donde llegué a conocer figuras del mundo del arte que más tarde influirían fuertemente en mi vida. En la moda, Diana Vreeland; en el arte, Andy Warhol, y hasta mi propia tía cubana Nena Mañac esposa de Andrew Goodman, propietario de Bergdorf Goodman.

De New York me fui a vivir a Milán. En esa ciudad trabajé en el mundo de la moda del prêt-a-porter y me desarrollé como interiorista. Estas experiencias del mundo creativo, si bien no eran específicas de la práctica artística, me marcaron mucho, lo cual me motivó, unos pocos años después, a abrir mi propio estudio de arquitectura e interiorismo en Costa Rica.

Durante muchos años me dediqué profesionalmente a mi estudio de arquitectura e interiorismo, enfocándonos en casas y proyectos de alta gama. Pero esa es una historia por sí misma. Mi vida diletante llegó a su fin al encontrar el éxito en esa profesión. Por muchos años sentí que me pagaban por divertirme, produciendo proyectos de lujo. Cuando llega el año 2008 con la crisis inmobiliaria, disminuye el impacto del medio, se enrarece su nivel de efectividad, convertido ya en un ámbito viciado, una especie de “fábrica” que solo producía insumos. Me surgió entonces una incontenible ansiedad creativa. Casualmente me encuentro con mi cuaderno de dibujos de los 80s en New York. A partir de aquí se me hizo obsesivo dedicarme al arte, hecho que había postergado por estar inmersa en la vida profesional y se enfatizó ese sentimiento existencial de querer comenzar de nuevo; decidí dar un giro brusco de timón y dedicarme por entero al arte.

¿Cómo describiría su proceso creativo? ¿Parte de una idea?

Trabajo bajo cualquier esquema que estimule las ideas. Con o sin boceto, intuitiva o planificadamente, depende de mí estado emocional. Las ideas de las obras nacen casi siempre de manera fortuita, no las busco, me encuentran. No suelo trabajar con ideas preconcebidas. Me gusta esa frescura imprevisible con la que ellas emergen. Mientras más simples, más lógicas y auténticas. No sabría decir si la idea es antes que la obra o la obra antes que la idea y me tarda unos días darme cuenta de que ha nacido un proyecto.

Lo que me preocupa o tensiona no es el arte en sí, sino su parte organizativa. En las madrugadas es cuando se van aclarando mis ideas, van tomando forma, para luego poder materializarlas. De 3 a 4am empiezo a dar vueltas pensando en todo lo que tengo que coordinar. A las 5am, cuando finalmente me levanto y me doy cuenta de que me estaba preocupando demasiado por situaciones domésticas del arte, es cuando camino entonces a mi estudio y comienza mi día productivo. Trabajo todos los días. Si no estoy frente a la obra física estoy conceptualizando, organizando, pensando, en fin, experimentando todas las facetas de la creación.

Mi metodología de producción creativa nace del instinto y se nutre de él. Inconscientemente trabajo en series; y no por una razón preconcebida, sino porque todas son hijas de un mismo sentimiento momentáneo, que no acaba con una sola obra o con un grupo de ellas. Como es lógico, se dan los puentes entre una serie y la siguiente. Me refiero a unas obras que están de camino, que dialogan con el pasado y el futuro; que en su propio transitar revelan alguna supuesta disociación o extravío de pertenencia, pero que luego el tiempo se encarga de reubicar. Como trabajo a flor de piel y compulsada siempre por instintos básicos, existe un hilo conductor que se hace mucho más obvio en la lectura final del espectador, o cuando posteriormente tomo distancia y ensancho la perspectiva analítica de mi trabajo. Así, mis obras se hilvanan unas con otras, creando un tejido consciente e inconsciente, tanto de mis realidades como las del mundo. De cierta manera, por ser cubana, hija de la política, todos los temas relacionados con la desigualdad, opresión, represión, son una constante en mi vida y en mi obra.

Me acerco a la temática de una manera orgánica y no metódica; desde una perspectiva contingente o vivencial. Fluctúo a través de cambios emocionales profundos y continuos –una suerte de chispa– que me llevan a producir todo tipo de obra. Es en esta fluctuación inestable que encuentro mi soporte ideal.

Trabajo por periodos continuos e intensos, hasta llegar al agotamiento físico, por lo cual practico yoga y meditación, además de otras disciplinas deportivas que mantienen mi físico fuerte y ágil. Este entrenamiento también es necesario para poder crear obras de gran formato, una vertiente dimensional que me apasiona hasta el absurdo.

Una obra está terminada para mí cuando comienzo la siguiente. Quiere decir que ya he rebasado esa excitación frente al lienzo en blanco, al rollo fotográfico sin exponer, a la arcilla sin moldear, al papel sin rallar, al pincho sin cortar… O sea, no hay mejor obra que la no realizada, aquella que te pone en vilo y te permite soñar con la perfección.

Imagino un tiempo futuro en el que -sentada tranquilamente y casi amarrada- me dedique a crear una obra minúscula hasta desaparecer…

Yo soy mi obra.

Usted nació en La Habana, luego de la revolución su familia emigra a Miami, luego a España. ¿Cómo ha influenciado en su obra, la inmigración?

Cuba ocupa en mi imaginario un lugar más bien incorpóreo, de imperceptibles connotaciones físicas, ya que abandoné el país en 1959, con tan sólo 2 años y medio de edad, y no volví hasta el año 1999, fecha en la que pisé conscientemente el suelo insular y sentí lo que representaba.

Con el triunfo de la Revolución y la nacionalización de las empresas familiares, mi padre decidió salir de Cuba para criarnos en un mundo libre en Miami. Luego, a los pocos meses de vivir en Coral Gables, mis padres tomaron la acertada decisión de trasladarnos a Europa, en particular a España, de donde provienen mis abuelos paternos y bisabuelos maternos.

Así, durante mi infancia y juventud, Cuba era para mí tan solo un inventario de pasajes e imaginarios familiares. La primera impresión que tuve de la ciudad de La Habana en mi retorno de 1999, era la de una Sevilla impostada en el Trópico, una pequeña España. Con esta concepción súbita intentaba juntar mis dos mundos existenciales: España, donde me crie desde niña, y Cuba, donde nací. Como es lógico, en mi construcción mental existen fetiches muy dispares que denotan la cubanidad: el congrí, los frijoles negros, Miramar, Lucumí, las masas de puerco, el desgraciado apellido Castro… En ella confluyen mi vida presente y pasada. Provengo, por el lado de mi padre, de una familia de migrantes vascos. Mi abuelo, al asentarse en Cuba, fundó con escasos recursos una empresa de estructuras de acero que se volvió importante con el tiempo. Mi madre desciende de una familia acaudalada cubana, dedicada a la industria azucarera. Los contrastes culturales que se dieron en mi vida han enriquecido mi manera de enfrentar mi cotidianidad. Siempre en mi mente existen las fábulas de príncipes y mendigos.

Por esto, la migración ha sido un regalo que me ha dado la vida. Ha enriquecido mi persona desde adentro hacia fuera. He tenido la suerte de vivir tanto en Europa como en América, permeándome de la riqueza de ambos continentes. Nací en una familia ávida de conocimiento, rodeada de colecciones, de arte y antigüedades de todo tipo. Desde muy pequeña me acostumbré a transitar por cualquier mercadillo de cualquier ciudad o pueblo, convirtiéndome asimismo en coleccionista de objetos singulares, desde cajas de latón del siglo XIX, antigüedades, hasta arte contemporáneo.

Sin embargo, la mayoría de las veces la palabra migrante tiene una connotación de privaciones que en mi caso particular tal vez no se manifestaron. Pero siempre en nuestra condición de migrantes nos falta el sentido de arraigo a un país. Mi padre decía: a mí lo que más me duele de haber salido de Cuba no es la pérdida de bienes materiales, es la pérdida de mi sentido de pertenencia, y esto se refleja en mi obra, en el tránsito constante de una disciplina a la siguiente, así como en la exaltación de mi pintura. Como buscando encontrar un asidero.

Cuba para mí es, sin lugar a duda, esa ilusión fantástica de tiempos pasados donde vivían contemporáneamente príncipes y mendigos. Desde muy pequeña, sólo sabía que habíamos perdido nuestra patria y teníamos que forjarnos un futuro fuera. Nunca olvido las palabras tan lapidarias de mi padre: hijos míos, tienen que trabajar, mantenerse unidos; recuerden, nosotros los exilados apestamos; y así lo hicimos siempre pese a que nuestra migración no fue en situaciones precarias.

¿Ha regresado a Cuba?

Sí, muchas veces.

A partir de 1999 he emprendido una etapa de reencuentro con Cuba. Ya he viajado en cinco ocasiones a la isla. La última visita fue para participar en la XIII Bienal de la Habana; y la anterior para organizar mi exposición individual “Escindida”, que se presentó en la Galería-Taller Gorría, en La Habana Vieja.

Su primer gran encuentro en el arte fue la obra de Salvador Dalí. ¿Hoy continúa teniendo presencia esa obra en la suya?

Mis primeras emociones estéticas se empezaron a manifestar frente a las estampas de Salvador Dalí. Podía comprobar el potente surrealismo de su obra y sentir que me identificaba con él; que podía llegar a ser parte indisoluble incluso de su espíritu imaginativo y poético. Pasaba horas enteras observando los libros que de este artista teníamos en la biblioteca de casa. También a partir de este periodo de confrontación bibliográfica tuve mi primer acercamiento al expresionismo abstracto desarrollado en España.

Actualmente, Dalí sigue teniendo una presencia sedimentaria lejana, así como otros artistas de mi infancia. Pero sí que mi mundo personal es muy surrealista, lo que construyo a mi alrededor: mis casas, mis ambientaciones, los espacios que habito.

Usted ha dicho: No hay mejor obra que la no realizada. ¿Qué alcance le da?

Soy una optimista por naturaleza y siempre pienso que el mañana será mejor. Es cuestión de mi carácter, a veces un tanto infantil a donde el futuro está lleno de príncipes y tesoros…

Un crítico ha dicho sobre su obra: la naturaleza forma un todo, una fuerza de vida, una “necesidad interior”, una energía espiritual. ¿Está de acuerdo? ¿Cuál sería esa necesidad interior?

Esa necesidad que nace de no entender el dejar de existir en este plano, el querer perdurar, sembrar raíces, multiplicarse como una uva en una parra, o una estrella en el firmamento. Todo nace de la inseguridad de dejar de existir.

¿Por qué considera a la pintura la más compleja de todas las manifestaciones?

La considero la más compleja porque no tiene límites. Si bien se puede decir esto de todas las otras manifestaciones artísticas, personalmente la complejidad de la pintura consta de muchas partes: la técnica, la conceptual, la espiritual, la pragmática. Refleja mis emociones tanto las superfluas como mis más íntimos secretos, por lo cual es cambiante y al ser cambiante se me escapa de poder controlarla. Por eso digo que la mejor obra es y será la no realizada.

¿Qué puede decirnos de sus intervenciones urbanas cómo Manifiesto Púb(l)ico (MP)?

Manifiesto Púb(l)ico surge en el 2019 como un pequeño acto subversivo; una necesidad de meter el dedo en la llaga, desde una perspectiva visual irónica, en el tema de las desigualdades que sufrimos día a día las mujeres. ¿Qué más que un simple triángulo peludo para excitar la imaginación de hombres y mujeres, y suscitar al cuestionamiento?

Manifiesto Púb(l)ico se creó en respuesta al machismo latente y agresivo que está presente en la isla de Cuba donde nací. Sentada en un café empecé a observar las miles de columnas que se encuentran en toda La Habana. De repente me vino a la cabeza la imagen de esas miles de columnas que hay en la ciudad, detalle que el escritor cubano Alejo Carpentier resumió con el denominativo “La Ciudad de las Columnas”. Automáticamente las relacioné con penes que, junto a las miradas lascivas de los hombres del café, me hicieron pensar en un bosque de penes que se me presentaban de forma agresiva. Se me vino a la cabeza una forma de cómo neutralizar dantesca visión. Imaginé invadir con miles de pubis cada una de esas columnas con formas de falos; colocar la imagen a la altura de la cintura durante la madrugada; de tal manera que, al despertar, el público se encontrara con esta intervención por toda la ciudad. Allí, con un pedazo de servilleta, lo doblé e hice mi primer pubis en escala y proporción a un pubis femenino real.

Mi intención era que el público se apropiara de los triángulos, mirara su anverso, donde encontraría una etiqueta con el título “Manifiesto Púb(l)ico” (MP), y que luego las personas suficientemente curiosas fueran a buscar su significado en las redes. Asimismo, visualicé la documentación de la acción performática a través de videos.

De ahí a mi vuelta a Costa Rica busqué tela de peluche (es el forro interno de los ataúdes) y comencé a prepararme para realizar la intervención durante la Bienal de la Habana a la que fui invitada a participar con otra obra. Manifiesto Púb(l)ico se trató de instalar en toda la ciudad, particularmente en las columnas y a la altura del pubis, más de 1500 coños. Esto como acto subversivo, irónico y humorístico para contrarrestar los actos machistas cubanos y mundiales a través del acto simbólico de neutralizar la influencia fálica de sus columnas.

Entonces realicé la acción en la XIII Bienal de la Habana, aprovechando la idoneidad del público presente (local y extranjero), entendido en la materia y no especializado, y confiando además en la supuesta “distracción” de las fuerzas policiales de control. De hecho, debo aclarar que esa acción específica no fue permitida oficialmente por los organizadores del proyecto de intervenciones “Detrás del Muro”, liderado por Juanito Delgado, quienes me invitaron a participar con otro tipo de obra en la Bienal. Pero la pude realizar en La Habana y también en Matanzas, con el beneplácito de la artista María Magdalena Campos, que estaba coordinando las acciones de los artistas del evento en esa provincia. Las siguientes acciones se realizaron en Tokio, Madrid, Venecia (también durante la Bienal y de manera subversiva en sus instalaciones), Sudáfrica, Miami (Art Basel) y Costa Rica (Art City Tour de la Noche en Blanco). Quedó en pausa durante la pandemia, pero es un proyecto vivo y en expansión territorial, migrante, que estoy planeando reactivar en otras ciudades en otros países.

Hasta el momento, el país que ha tenido mejor recepción de la obra a nivel expresivo ha sido Cuba, por ser extremadamente machista; por tener una sociedad donde el sexo, o como dice la gente vulgarmente en la calle: el “templar”, tienen una especial atención y prioridad a falta de otras libertades. Es por ello que el objeto MP causó una pequeña “revolución” entre los espectadores. En una cena entre artistas, el joven pintor Maikel Sotomayor me confirmó que se había convertido un objeto de culto durante la Bienal. En Tokio, fue todo lo contrario, se mantuvo un distanciamiento hacia el objeto, con mediana curiosidad y gran recato. Seguramente por el carácter conservador y contenido de su pueblo, quedaron muchas preguntas en el aire. Pero sí pude constatar que, al día siguiente de haber instalado cientos de pubis, estos habían desaparecido.

Una de las sorpresas más gratas que he tenido de Manifiesto Púb(l)ico, son las numerosas personas que me escriben desde las redes sociales, me mandan fotos del objeto atesorado en sus casas, y me piden que les mande el manifiesto escrito. Esto, a pesar de no ofrecer una estadística precisa sobre el nivel de concientización, sí me da indicios del interés suscitado. Cada pubis tiene en su parte trasera el nombre de la ciudad de la intervención, el número de objeto y mi nombre. El que me escriban es un indicador de que los cuestionamientos que sostengo con la obra tienen un grado de receptividad y expansión… Por el carácter universal que tiene el símbolo, he decidido no hacer cambios en su apariencia material ni en los detalles dibujisticos de su representación.

A veces las ideas que surgen de una manera inofensiva y casi fortuita se convierten en banderas insospechadas. El mismo hecho de usar un pubis femenino o vagina, tan ignorados en el medio social y cultural, no sólo destigmatiza y deserotiza el símbolo, sino que apunta hacia el conflicto sobre la normativa en la que vivimos, en la que el macho y su arma, el pene, continúan dándonos porrazos.

Sedimentaciones como ésta, manifestadas a veces hasta en pequeños gestos, han actuado como sutiles elementos condicionadores de nuestra identidad cultural. Manifiesto Púb(l)ico es un pequeño acto subversivo contra esa realidad; un cuestionamiento a todo aquello que te hace sentir culpable, y ahora, después de 6 años de evolución del proyecto, incluye también obra instalativa, banderas, camisetas, muñecas y más elementos que he incorporado a la hora de mostrar la documentación de las acciones de intervención pública.

¿Qué puede decirnos de Tres Cruces, su instalación realizada en el Museo de La Neomudéjar, en Madrid?

Un miércoles cualquiera, al inicio del 2018, leí una noticia que me detuvo en seco. Comentaba sobre el aniversario del crimen de la Cruz de Alajuelita, un controversial hecho que cambió la historia costarricense. Aquel día, hace treinta años, Costa Rica perdía su inocencia. La brutalidad y la barbarie sonaron e hicieron eco y me hicieron pensar en cómo hacer justicia tardía, recuperando la memoria e intentando redimir ese dolor.

La imagen que vino a mi cabeza no podía ser más dantesca. Dos madres y sus hijas, en total 7 mujeres, yacían ultrajadas y ultimadas a balazos en una ladera verde del místico lugar de peregrinaje conocido por los locales como la Cruz de San Miguel. El crimen, o más bien ejecución, quedó impune. Nunca se supo ni el motivo ni sus actores, sólo quedaba la memoria destruida de un pueblo sencillo de labriegos y de una sociedad despertando, de golpe y porrazo, a la barbarie.

El paraje me era muy cercano, tanto por su ubicación en los Cerros de San Miguel de Escazú donde vivo, como por ser el destino de caminatas matutinas donde comienzo mi día.

En busca de imágenes me lancé voraz sobre la montaña, armada de cámara, bastón y agua. Subí sin pensar en el esfuerzo, sólo en el sentido que debía otorgar a este hecho; cómo denunciar el momento trágico regido por el dolor de los otros; traducir esa experiencia por medio del lenguaje del arte. Es así como surgió “Tres Cruces”.

Tres Cruces” es una instalación que realicé en el Museo de La Neomudéjar en Madrid. Consta de 3 escenarios, cada uno representaba momentos simbólicos del hecho. El primero, Acto I, consta de 7 espejos, de una altura equivalente a la estatura de cada mujer y niña asesinada; 2 obras pictóricas realizadas con tierra del sitio; y, como anécdota de la violencia, una silla volcada en medio del espacio. El segundo escenario, Acto II, incorpora una cama deshecha con unos zapatos tirados en el piso y unas gafas sobre las sábanas; que hablan de un espacio íntimo congelado en el tiempo, sobre la madre que nunca volvió. El último, Acto III, consta de un video de ritmo muy lento y tortuoso, de cámara en mano, que, a modo de Via Crucis, narra la subida a la montaña donde se encuentran las tres cruces. La tercera de ellas es la conocida como Cruz de San Miguel o de Alajuelita. En esta cruz se dio una misa de Semana Santa, con asistencia de todo el pueblo, incluyendo estas 7 mujeres asesinadas al descenso de la misa. En el Acto II, como símbolo de la fecha, las paredes están pintadas de morado, color litúrgico de la Semana Santa.

Todos los objetos incluidos en los tres actos, los conseguí explorando en espacios de anticuarios, para que fueran de la época del asesinato. Para mí era muy importante crear un ambiente coherente con el espacio-tiempo.

Usted ha creado pequeños teatros; escenografías que cuentan una historia tridimensional de diferentes sujetos, temas o situaciones. ¿Puede ampliarnos de qué trataban?

Teatros he creado desde mi temprana infancia. Creaba pequeños ambientes incluso jugando a hacer casitas con los almohadones de mi casa. Más grande, decorando las aulas del colegio. Después, decorando las habitaciones de mi internado en Suiza antes de ir a la Universidad. Ya de adulta continué como interiorista creando verdaderos teatros, restaurantes, tiendas, negocios comerciales, hoteles, casas y demás.

Como artista he creado pequeños teatros desde un punto de vista humorístico, como en mis creaciones para mi personaje alter ego “Tomayá”. Tomayá nació por la necesidad de crear un personaje que luchara por los derechos de la mujer de una forma jocosa. Ésta me llevó a los personajes de mi infancia, en mi caso, Superman, ya que los personajes femeninos de los superhéroes los sentía hiperfeminizados y no me gustaba eso, pues le quitaban interés. Era la tipa con las tetas: la forma de un hombre de ver una mujer. No me sentía identificada con esos modelos. Me parecían ridículos, ni me parecían atractivos siquiera. Entonces Tomayá es una mujer contemporánea, artista, con guantes de hule, con un delantal como capa y las botas que uso siempre para pintar.

Tomayá se presenta por primera vez en PhotoESPAÑA con una instalación escenográfica que representa la habitación de Tomayá. Fue muy bien recibida por la comunidad artística, recibiendo críticas muy positivas en la prensa, por ejemplo de Fernando Castro Flórez.

He buscado abordar los feminismos desde una forma jocosa, buscando quitarle esa pesadez que, considero, lo que hace es crear anticuerpos en vez de lo contrario.

Otro de los teatros feministas que monté recientemente fue “Pub(l)ic Booth”, una instalación inmersiva parte del proyecto Maniesto Púb(l)ico que realicé en el Museo Rafael Ángel Calderón Guardia para una exposición individual. Este teatro constaba de una pequeña habitación que, además de los videos de la acción pública performativa, contenía una serie de objetos intervenidos e instalados, como Barbie’s con vello púbico debajo de sus vestidos, un aparador lleno de camisetas con vello púbico a la altura del pubis, pelucas púbicas, espejos a la altura del pubis, y pufs hechos de felpudos peludos invitando a sentarse. Pub(l)ic Booth tenía la intención de hacer una crítica a las expectativas estéticas sobre el vello en las mujeres, pero de una forma humorística.

Usted declaró en una entrevista: Siempre he tenido un problema con el término feminista. ¿Por qué?

Siempre había tenido un problema con el término “feminista” porque me hace sentir poca mujer; como si tuviera que encontrar una excusa para reafirmar mi condición y mi valor como persona. Más que feminista, soy una persona que busca la emancipación de toda descripción innecesaria para definir a un ser humano.

Además, hay un tema generacional en conceptualizarse como feminista. Siempre me he movido en un mundo netamente masculino como arquitecta, me acostumbré a sobresalir en un mundo de hombres, defendiendo mi cuota de espacio y contratando en mi oficina tanta mujer como hombre, guiada siempre por principios de valoración de equidad; no obstante, antes no existía ese tipo de espacio denominativo con el significado que se tiene hoy. Ahora que el término “feminista” se ha esclarecido, me declaro abiertamente y, con todo el peso de la experiencia, como una feminista nata desde antes de que existiera el término.

¿Cuál es su opinión de las ferias de arte? ¿Son una contribución para aproximar obras al público o tan sólo un encuentro entre frívola y comercial?

Es un todo. Son exactamente todo lo que has descrito. Mi opinión es positiva ya que no tiene sentido buscarle los tres pelos al gato. Es lo que es.

¿Cuál es su relación con los curadores?

Como en cualquier profesión del mundo, las contrapartes a veces se buscan, pero casi siempre se encuentran. No existe una fórmula. Muchas veces los encuentros pasan a desencuentros, y otras se consolidan como amistades, mucho más allá del rol profesional.

La relación curador-artista debe basarse en una funcionalidad orgánica, recíproca. Un curador contribuye a acreditar, a legitimar la obra desde el punto de vista conceptual y técnico; y puede tener un impacto también en el mercado del arte siempre que su práctica sea sincera y no promovida por otros factores. A pesar de cualquier relación profesional, personal, o de otra índole, la validez del criterio del curador siempre estará condicionada por su grado de honestidad.

¿Qué uso e importancia les da a las redes sociales?

Si te soy sincera, las uso más como entretenimiento que otra cosa. Soy una persona de poca paciencia y el sistema que me ofrece el scrolling me llena las expectativas momentáneas de noticias rápidas en poco tiempo. Eso como consumidora. Aparte, como artista, me parece una excelente manera de llegar a un público, posiblemente impaciente como yo. Un público meta de variadas edades al que no llegaría jamás, al que fuera prácticamente imposible llegarles si no fuera por ellas.

Las redes se han vuelto la comunicación del siglo. Ir contra ellas significaría aislarse. La gente que dice “yo no tengo redes” tiene una lucha perdida. Tengo amigas que dicen “me niego a las redes sociales” y yo les digo “tú te lo pierdes”, pues no se enteran de la mitad de lo que pasa en el mundo.

Cómo artista latinoamericana ¿Cuál sería, en su opinión, la razón de que el arte de Latinoamérica, teniendo grandes artistas, no cotice lo mismo que los artistas europeos, americanos, asiáticos?

Obviamente me parece una injusticia muy propia de nuestra época. Latinoamérica sigue siendo una gran colonia para el Norte Global y, como forma de control, se nos valora menos. No puedo estar en más desacuerdo y trato de protestar a través de mi arte: me hago presente como artista latinoamericana con contenido político, contra ésta y muchas injusticias.

Aparte, el hecho de ser española, además de cubana y costarricense, amplía mi alcance, lo que me da oportunidad de hablar de estos temas latinoamericanos en círculos a los que sólo tengo acceso por ser europea.

¿En qué proyecto se encuentra?

Actualmente estoy trabajando en una serie pictórica e instalativa llamada “Human Song”, que habla de los derroteros y los pensamientos filosóficos de una mujer contemporánea adulta mayor. Son pequeños slices of life que voy creando durante el proceso de habitar mi vida pues pintando me siento muy viva. Pocas cosas me hacen sentir más viva que la pintura. Me hace sentir atemporal. Seguramente existe el interés subyacente, la esperanza, de perdurar.

Otra de las cosas que me hace sentir muy viva es la vela. Y algo que me gusta mucho de ese mundo es que el 50% sino más de las personas que realizan este deporte, como yo, son personas de 60 años para arriba.

De hecho, muy pronto comenzaré un proyecto que puede que me haga cierto daño. Quiero comenzar una lucha para que se reconozca a los artistas adultos mayores, especialmente mujeres, que por lo general quedan por fuera de muchas iniciativas simplemente por la edad. Se nos reconoce hasta después de muertos, si es que se nos reconoce. Pero las mujeres nos volvemos invisibles al ser adultas mayores.

Yo misma trato de luchar contra ello, de ahí que hago mucho ejercicio, me cuido mucho. Pero llega un punto donde no tiene sentido luchar contracorriente. En vez de luchar en contra tenemos que tomar la circunstancia como aliada para visibilizar todas las mujeres artistas (y también los hombres) que estamos en esta etapa tan rica de nuestras vidas. No me he atrevido a hacerlo, por la misma razón de que podría cerrarme puertas. Pero la verdad es que ¡a la mierda todo!