Benjamin Labatut, Maniac, Anagrama, 2023, 400p.
LA ESPADA DE DAMOCLES
Por mucho tiempo el potencial de los homínidos debió parecer sólo una modesta ventaja sobre el resto de las especies de nuestro planeta: lo suficiente apenas para asegurarse un lugar en el mundo, pero no para moldearlo a su imagen. Hasta que, como un eco del futuro por venir, una sinapsis entre neuronas llevó a algún primer individuo a dominar el fuego. El primer ejemplo de un genio en la historia y, aunque su nombre, si lo tuvo, se perdió, a partir de entonces su lugar en la posteridad lo ocupan ahora y para siempre los Homo Erectus. Millones de años y dos Sapiens después, la historia del progreso humano se ha vuelto indistinguible de sus avances tecnológicos y científicos. En el salón de la fama donde celebramos a los grandes genios de nuestra especie existe una sección importante reservada a la comunidad científica europea de mediados del siglo XX, capaz jinete de uno de los avances más vertiginosos en varios campos en paralelo, en particular en la física y las matemáticas. Sobre la cabeza de estos grandes hombres y mujeres, asignadas con mayor o menor derecho, cuelgan la culpa y la gloria de la última evolución del fuego: la bomba atómica.
Unos meses antes de cuando escribo esto, la película Oppenheimer fue la mitad de un fenómeno mediático y social de un impacto negligible comparado con el tema que aborda. Una mirada crítica al pasado reciente y a la moralidad de la ciencia, la película tuvo sus aciertos y desaciertos, pero, ante todo, tuvo también una de las omisiones más interesantes en cuanto a personajes concierne. Si el grupo de científicos que emigró a Estados Unidos a causa de la Segunda Guerra Mundial eran estrellas iluminadas por la luz de su propio genio, Neuman Janos Lajos era una supernova. El arma más confiable del gobierno estadounidense, John Von Neumann era un oráculo matemático listo para resolver cualquier contratiempo con el que se cruzaba el proyecto Manhattan, capaz incluso, si creemos los rumores, de hacer cálculos a una velocidad similar a las primeras computadoras que él mismo ayudó a diseñar. No ha habido nunca un arma de un filo tan preciso, tan sedienta y capaz de abrirse un hueco hacia el futuro en el horizonte; una marcha inexorable convertida en persona.
The MANIAC, de Benjamín Labatut, es un acercamiento al hombre y la figura que fue Von Neuman. O esa, por lo menos, es la intención. Lo que The MANIAC termina siendo es algo similar a un estudio forense del siglo pasado y el actual, una profecía y una reflexión filosófica sobre la inteligencia humana. Logra esto mediante un ejercicio de imaginación arqueológica obligado no por la falta de evidencia concreta, como sería el caso de otras novelas históricas, sino por la complejidad de su sujeto de estudio. Genio entre genios, retratar una mente como la suya es una tarea imposible; Labatut hace su intento a través del espacio negativo, desde la perspectiva de personajes que lo rodearon en vida y conocieron la cara exterior del matemático y físico húngaro. Es a todo crédito de Labatut que, aunque un par de capítulos flotan indecisos en su propósito (no todos los personajes se prestan a la misión del libro), el texto completo tiene tal fuerza que es difícil escribir una reseña y no una respuesta.
Y es que The Maniac le queda como anillo al dedo a una época que a susurros exige respuestas, mientras duda si sería mejor quedarse con la incógnita, o admitir que siempre hemos conocido la respuesta. El acelerado ritmo de avance tecnológico, en particular el de la Inteligencia Artificial, ha renovado el interés en el precio que estamos dispuestos a pagar por un progreso sin límites, cuando las llaves de dicho progreso están en manos humanas. La última vez que estas preguntas hirvieron hasta llegar a la superficie de la conciencia popular fue durante la guerra fría. Más tiempo tardaríamos en enumerar las diferencias entre nuestro siglo y el pasado que sus similitudes, pero en los dos aparece el mismo nombre, el de John Von Neumann y su legado. Un genio capaz de trascender el tiempo, sí, pero envuelto en el vestido de plata que es la idolatría a la figura del genio, el libro de Labatut, en cambio, pinta la imagen del ser humano, de éste en particular, y de todos los otros.
The Maniac es un recordatorio de que como especie somos Prometeo y Shiva en la misma moneda, y avanza la célebre frase de Santayana para insinuar que quien oye el canto de las musas queda a cambio ciego y no le interesa mirar hacia atrás. La vida de Von Neumann, quizás la cúspide irrepetible de la inteligencia humana, bien podría ser un homenaje a la obra de Voltaire. The Maniac es la satisfacción del morbo que tienen las preguntas irresolubles y las profecías apocalípticas; un espejo frente a nosotros que nos muestra sentados, como estamos, en el trono supremo de la cadena alimenticia, a sabiendas de que el mismo talento que nos puso en esta posición puede en cualquier momento quitarnos del mismo.