Fabienne Bradu. Residencias invisibles

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A Fabienne Bradu la debo haber conocido a principios de los años ochenta. Ella llegaba de Francia, y fue nombrada investigadora en el Centro de Estudios Literarios dirigido por Huberto Batis. Otros compañeros del centro eran Armando Pereira y Guillermo Sheridan. De inmediato nos hicimos amigos. Ella antes había estado en Santiago de Chile y tenía un doctorado en Literatura Latinoamericana e Hispánica en la Sorbona.

Me tocó ser el editor de varios libros suyos. El primero fue la biografía de Antonieta Rivas Mercado. Siguió el conjunto de perfiles biográficos Damas de corazón, que de algún modo tiene que ver con el libro que hoy se presenta. Nunca dejó de interesarse por el surrealismo y la cultura francesa, como prueban sus libros sobre Antonin Artaud, Albert Camus, André Breton y Benjamin Péret. Otros nombres importantes en su itinerario son los de Gonzalo Rojas, de quien ha hecho una biografía y la edición de sus obras, y Octavio Paz, cuyas traducciones del francés ha estudiado.

Fabienne es, como Kafka, Borges y Joyce, una extraterritorial. Yo añadiría a esa lista el nombre del escritor francoargentino Paul Groussac, maestro de Borges y renovador de la lengua española. A su modo, elegante y terso, Fabienne también ha sido una renovadora a través de sus audaces narraciones eróticas. El tronco central de su bosque literario gira en torno a la biografía, su teoría y práctica. Es una de las pocas personas que conoce la obra completa de André Maurois, cuya edición yo también tengo. Ha escrito sobre Manuel Álvarez Bravo y Graciela Iturbide. Nuestra extraterritorial es también una viajera entre países y géneros.

Somos amigos y tenemos amigos en común. Un punto que nos une es Francia, pues yo me casé con una francesa hace más de cuarenta y cinco años. Eso explica muchas cosas.

 

 

II

El nombre de Fabienne Bradu está asociado a las figuras y presencias de André Breton, Benjamin Péret, Antonin Artaud, Gonzalo Rojas, Octavio Paz, Antonieta Rivas Mercado, Josefina Vicens, Juan Rulfo, Roberto Bolaño, María Asúnsolo, Consuelo Suncín, Ninfa Santos, Lupe Marín, Machila Armida entre otras. Esa mirada hacia figuras centrales y excéntricas le ha dado a su itinerario como investigadora una amplitud de horizontes que hacen de ella una singular historiadora de la cultura donde se da un equilibrio entre el conocimiento de los árboles que componen el bosque y éste, y la dotan de una mirada a la par generosa e incisiva.

Esta asociación la ha ido naturalizando —tal es la voz que por derecho le conviene— como una interlocutora y casi diría anfitriona de las letras y artes mexicanas, francesas, hispanoamericanas en el espacio de salvaciones, restituciones, traducciones e interpretaciones que ha levantado a lo largo de los años con una obra singular, obediente a los impulsos de su propia vocación poética y literaria. En ese oficio de editora, traductora, ensayista y comentarista, Fabienne Bradu ha sabido ser fiel a un juego de singulares leyes de la hospitalidad intelectual definidas por la amistad y la fidelidad profundas a ciertas afinidades. Los polos de este sistema de vasos comunicantes están imantados por una diplomacia del espíritu inspirada por la conversación. Los ensayos, libros y traducciones de Fabienne han sabido alimentar a lo largo del tiempo la conversación… no sólo local sino trasatlántica, cosmopolita y bibliopolita. Juego es una voz que conviene a esta serie de puentes que aquí se tienden hacia el lector y que se entreveran produciendo una red de filiaciones poéticas y literarias, civiles y artísticas…

Mujer de letras en varias lenguas, Bradu es un ejemplo de la forma en que la conversación en torno al amor, la libertad, el arte y la literatura pueden dar sentido a las ciudades invisibles de la cultura. Casi todos los textos aquí reunidos han sido escritos adrede y por encargo de los curadores, organizadores de encuentros, de los autores, editores de las exposiciones —de Robert Doisneau a Graciela Iturbide y Marcela Taboada— o de los libros —la biografía de Octavio Paz escrita por Christopher Domínguez, el libro sobre Gérard de Nerval de Florence Delay o la inquietante y traviesa novela “Emma” de Francisco Hinojosa— para no hablar de los homenajes como, por ejemplo, el dedicado a Álvaro Mutis.

Entre líneas, las letras de la amistad como una guía de vida compartida se dibujan en cada uno de los ensayos escritos en este libro que es al mismo tiempo una suerte de autorretrato con paisaje de la amable, inteligente y risueña inquilina de estas Residencias invisibles. Tal autorretrato en una época de extinciones y devastaciones culturales como ésta tiene no poco valor. Bradu deja constancias en esta bitácora de sus navegaciones de su conocimiento personal o leído o escrito o vivido o convivido a través de la lectura con algunas de las figuras mayores del siglo XX —como Octavio Paz, André Breton, Álvaro Mutis. Ossip Mandelstam— Nina Berbérova, Arthur Schnitzler entre otras. Esas constancias son credenciales y pasaportes capaces de abrirle las puertas de las ciudades invisibles de la cultura y del arte, pero sobre todo la de la amistad del lector. Residencias invisibles es un libro destinado a la lectura, a las lectoras y los lectores.

Bradu es una excelente guía por los territorios del arte y de las letras del siglo XX. De ahí que sus Residencias invisibles, más allá de la utilidad que tengan para su economía interior y para lo que en el futuro podría ser parte de su testamento intelectual, funcionen también como una brújula didáctica e iniciática para los lectores. Muchas cosas van a descubrir en estas páginas. Por ejemplo, ¿quién y cómo era Nadja, el personaje que inspiró la novela de André Breton? ¿Cuáles son las “cinco novelas” que han marcado la vida de la autora? ¿Qué subraya en la vida y en los libros Nina Berbérova? ¿Por qué Ossip Mandelstam escribe en el viento? ¿Cuáles son los pecados y las penitencias de Simone de Beauvoir? ¿Quiénes son los mejores lectores o lectoras de esta autora en México?

Si cada uno de estos ensayos es como un puente, cabría decir que muchos de esos puentes miran hacia un mismo paisaje. Es el caso, por ejemplo, de Octavio Paz, figura asidua en el curso de estas navegaciones (aparece al menos cuatro ocasiones) que a veces se dan a favor de la corriente y a otras a contracorriente. Residencias invisibles se abre también ahora como un libro de la serie “Las semanas del jardín”, la colección publicada por Bonilla y Artigas.

 

 

III

 

Residencias invisibles de Fabienne Bradu acaso sea, entre los numerosos escritos y publicados por la ensayista y traductora nacida en París el 23 de septiembre de 1954, el más personal o si se quiere el volumen en que se transparentan mejor sus afinidades electivas y raíces trasatlánticas. El lema que titula este volumen se encuentra en uno de los libros de Marguerite Yourcenar y subraya que esas localizaciones “se construyen al margen del tiempo”.

Residencias invisibles o residencias en lo invisible, las moradas electivas que alza esta arca de recuerdos y experiencias, de “salvaciones” y homenajes registran en su catastro figuras de escritores) Gérard de Nerval, Ossip Mandesltam, Nina Berbérova, Arthur Schnitzler, André Breton, J.-P. Sartre, Simone de Beauvoir, Paul Valéry, Jeanne Voilier, Malcolm Lowry, Mariana Frenk-Westheim, Marguerite Duras, Octavio Paz, Gonzalo Rojas, Álvaro Mutis Jaime García Terrés, Julieta Campos, Francisco Rebolledo. Manuel Ulacia, Francisco Hinojosa, Christopher Domínguez, María Baranda, artistas, editores (Bartolomeu Costa-Amic) fotógrafos (Robert Doisneau, Graciela Iturbide, Marcela Taboada, Vicente Rojo), hombres de estado (Barack Obama), novelas claves en la vida, lugares (París, Galta, San Petersburgo, Cuernavaca). Residencias en lo invisible, sedes intemporales de la vida interior resueltas en escritura de poemas, novelas, cuentos, memorias y cartas.

Uno de los enclaves en que se da esta serie de caminos cruzados es precisamente el de las cartas. Las cartas, decía Cioran, no pertenecen propiamente a la literatura, son otra cosa… De esa “otra cosa” están construidas en buena medida estos remansos o refugios espirituales en que se declinan los aires del tiempo, las atmósferas de la cultura y el arte en que asientan estas mansiones afectivas y políticas, sentimentales y artísticas concentradas por la inquieta inteligencia cosmopolita y bibliopolita de la escritora y lectora franco-mexicana-chilena. que aquí se siente respirar a sus anchas en la alta mar de sus travesías intelectuales. Entre los aquí y los allá se da el entre. Fabienne anda entre libros, países, conversaciones como una infatigable mensajera de la memoria y la experiencia estética y a veces política. Su método parecería ser el de la libre y necesaria asociación que, por ejemplo, la lleva a hablar de Mariana Frenk a partir de Arthur Schnitzler o hablar de Francisco Rebolledo a partir de Malcolm Lowry. De esas travesías no está ausente, desde luego, el amor. Más allá de los “aquís” y de los “entres” y “allendes” encerrados como elixires en las ánforas de esta cueva encantada de recuerdos del siglo, lo que está en el centro de todas o de casi todas las caligrafías aquí reunidas es el amor, el deseo, la pasión, la vocación poética paralela, los itinerarios contemplativos que han seguido los estandartes reunidos aquí como una flotilla de barcos ebrios cuya bitácora unánime y tumultánime busca trazar esa cartógrafa y geógrafa de los territorios sentimentales que es la entusiasta curadora de este museo de las pasiones intelectuales.

Esa es tal vez una de las claves de esta construcción que funciona a la vez como una recapitulación de experiencias individuales y colectivas —por ejemplo, la cultura del 68, el desarrollo de la conciencia feminista— y como un mapa entre público y secreto, entre confidencial y subversivo… Residencias invisibles abre sus puertas como uno de esos laberintos del Renacimiento hecho de jardines donde en cada esquina el paseante es sorprendido por una sorpresa que es a la vez una promesa, un asombro y un bálsamo… Libro de libros que están fuera del tiempo. Este se da como un castillo de los destinos cruzados. para evocar a Italo Calvino, una suerte de Tarot o libro de augurios donde conviven la Fortuna y el Amor, la Muerte y el Juego, el Espejo y el Desengaño., la verdad del amor y el amor por la verdad. Libro de aventuras ajenas, espiadas a través de la cerradura de las memorias, cartas y poemas. Residencias invisibles cifra entre líneas la propia autobiografía intelectual de la autora. como si en cada uno de los capítulos que arman su arquitectura Fabienne estuviese mirándose en el espejo de sus pasiones y afinidades, de sus amistades y supersticiones, de sus gustos y horizontes. Libro de horas y de días. Residencias invisibles es un regalo de remansos y una guía de experiencias. Es sobre todo un expediente de vida vivida y soñada, leída y escrita, releída y traducida.