Carlos Pellicer (1897-1977). Amistad y memoria. México: Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura / Museo Nacional de Arte, 2023.
Era poeta de tiempo completo. Miraba y concebía todo desde la poesía. Y cuando digo el verbo mirar, no recurro a una licencia poética, pues para Carlos Pellicer, mirar era una forma de concebir poéticamente el mundo. Es verdad que la prosa de la vida cotidiana, con su carga de responsabilidades, deberes y sobrevivencia, opacan la experiencia poética, incluso la enajenan, y en no pocas ocasiones es imposible mirar la realidad circundante y pensante desde la conciencia lírica; pero Pellicer da la impresión de que incluso en las tareas más áridas pudo transmitir un aliento poético. Lo que el autor de Práctica de vuelo (1956) aprehendía mediante los sentidos era pasible de ser transfigurado y, en esa misma experiencia, fijarlo, plasmarlo, concretarlo con las materias y las herramientas del arte. Lo que Pellicer miraba, transformaba en objeto artístico.
Sus actividades literarias, el sentimiento religioso que impregnaba sus actos y sus palabras, el amor a su madre, la visión celebratoria del paisaje, el ideal de los museos, la curaduría museística, su devoción al instalar los nacimientos, la pasión por viajar y conocer el mundo, el luchador social que ve una coincidencia entre su cristianismo y las ideas modernas del socialismo, su amistad pródiga, la pasión del coleccionista, es decir: todas las manifestaciones de su ser estaban vertebradas por una concepción artística de la vida. Pero aún más: esa concepción estaba permeada por un sentimiento de hermandad universal, una hermandad que tiene origen en su fe religiosa y en su acercamiento a la vida de San Francisco de Asís. En efecto, el autor de Hora de junio (1937) vivía como franciscano, y se sentía en un mundo donde todos los seres, animados e inanimados, convivían en una gran fraternidad.1 Testimonio de esta concepción es, en el plano literario, su poesía; y en el plano social, su idea de la amistad y de su trabajo cotidiano que tenía como meta contribuir a mejorar la vida de los demás, la vida del pueblo.
El catálogo que ahora presentamos, Carlos Pellicer (1897-1977). Amistad y memoria, nos da buena idea de la vocación y de la generosidad franciscana de Carlos Pellicer Cámara, y de Carlos Pellicer López —sobrino y heredero del poeta tabasqueño—. Este catálogo nos muestra muchas cosas, pero quiero destacar dos.
Primera: la amistad y la generosidad recíproca entre Pellicer y sus amigos artistas y, en un momento segundo, la generosidad de su sobrino para donar estas valiosas obras artísticas al Museo Nacional de Arte (Munal). El argumento de Carlos Pellicer López es digno de la mentalidad franciscana de su tío: “la cultura nace del pueblo, se alimenta de él y finalmente regresa al pueblo que le dio vida”. Así lo escribe al final de “Amistad y memoria”, texto integrado a este catálogo, donde razona los motivos de esta donación de cientos de tesoros artísticos, entre éstos cabe destacar obras de José María Velasco, Diego Rivera, José Clemente Orozco, Saturnino Herrán, Roberto Montenegro, Gerardo Murillo (Dr. Atl), Joaquín Clausell, Angelina Beloff, Julio Castellanos, Nahui Ollin, Manuel Álvarez Bravo, Berenice Kolko, Oswaldo Guayasamin y Leopoldo Méndez.
Esta donación material está íntimamente vertebrada con esa constante donación inmaterial que es su poesía, pues además de habernos regalado una visión del mundo a sus lectores, ha influido, de varias formas, en la literatura mexicana: su poder lírico fue decisivo en no pocos poetas de las siguientes generaciones. Menciono a sólo dos autores destacados: el poeta y ensayista Octavio Paz y el narrador y poeta Juan José Arreola. La influencia de Pellicer en Paz, por ejemplo, ha sido estudiada en detalle por Anthony Stanton en su libro El río reflexivo. Poesía y ensayo en Octavio Paz (1931-1958),2 y Paz mismo la refirió en diversos lugares de su obra.3 Respecto de Arreola, también él mismo refirió cómo el libro Práctica de vuelo (1956) —que trascribió a máquina a mediados de 1950 y del que publicó una plaquette en su editorial ese mismo año—4 influyó y dio pie a varios de sus cuentos y de sus poemas en prosa.5 Arreola comentó incluso que Pellicer era el poeta que más había leído en su vida.6
La segunda cosa que quiero resaltar —y que este catálogo nos muestra con elocuencia— es una de las aportaciones más singulares de la poesía de Pellicer: el recurso de la écfrasis, es decir: la representación poética de una pintura, en sus diversas formas: intertextual, referencial, alusiva, etcétera.
Desde sus poemas más tempranos, Pellicer empleó este recurso poético; que es, por cierto, uno de los más antiguos de la literatura occidental. En efecto, poesía y pintura han sido actividades que se han espejeado mutuamente desde la antigüedad clásica: Homero nos da —en una écfrasis de 131 versos— la imagen del escudo de Aquiles en la Ilíada,7 asimismo podemos hallar este recurso en casi todos los grandes poetas de Occidente; y, de manera inversa, las artes plásticas nos han dado miles de imágenes que vienen de la Ilíada, la Odisea, la Eneida, la Divina comedia, el Quijote, etcétera —pero éste es otro tema.
Basta ojear los tres volúmenes de la Poesía completa de Pellicer8 para verificar que escribió docenas de poemas que dialogan con la pintura de muchos artistas. En una revisión somera hallamos poemas dedicados a / o sobre cuadros de: Fra Angélico, El Greco, Zurbarán, Leonardo da Vinci, Velázquez, Mateo Herrera, Giovanni Ardy, Turner, Benvenuto Cellini, Zuloaga, Sorolla, José Clemente Orozco, José María Velasco, Diego Rivera, Mireya Lafuente, Julio Ruelas, Rufino Tamayo, Alberto Gironella, Frida Kalho, Ingres, Correa Zapata, Enrique Casas, Rembrandt, Gerardo Murillo (Dr. Atl), Joaquín Clausell, etcétera. La lista muy extensa. Fiel a una tradición milenaria, Pellicer da seguimiento al diálogo entre pintores y poetas desde sus primeros textos líricos: en julio de 1914, a la edad de 17 años, escribe un poema titulado “El entierro del conde de Orgaz”, cuyo referente es el gran óleo del mismo título de El Greco. Y posiblemente el último poema donde tiene como tema la pintura sea un soneto dedicado “Al pintor Enrique Casas”, escrito en la Navidad de 1975. Podemos decir que durante casi 60 años Pellicer practicó la écfrasis, es decir, toda su vida de poeta.
Es un acierto de los editores de este catálogo hacer visible el correlato entre obra plástica y poesía. Pero van más allá de la pintura: acompañan la reproducción de pinturas, fotografías y esculturas, con fragmentos de poemas de Pellicer cuyo tema es la obra de referencia. Los editores, pues, hacen visible, a pequeña escala, eso que considero una propuesta central de la obra poética del autor de Recinto y otras imágenes (1941).
Con base en este catálogo, imagino que sería ideal que un grupo de investigadores, especialistas en la obra pelliceriana y en historia del arte, propusiera una obra que dé seguimiento crítico al notable trabajo ecfrásico de Pellicer, y que disponga, en paralelo, la obra plástica (pintura, escultura, fotografía e incluso arquitectura) y el poema o los poemas respectivos. Esta obra interdisciplinaria e intertextual arrojaría una luz nueva a la poesía de Pellicer y veríamos que sigue siendo uno de los poetas más vitales y novedosos de la tradición literaria moderna de México.
A principios de los 90 del siglo pasado, el doctor Samuel Gordon —que entonces era uno de los dos mayores especialistas sobre la obra del tabasqueño, el otro era Luis Mario Schneider— propuso a la Colección Archivos de la UNESCO la edición crítica de la poesía completa de Pellicer. Este tipo de ediciones (editio variorum) reunía no sólo la obra de un escritor sino que hacía la historia del texto y su fijación definitiva con un respectivo registro de variantes, incluía asimismo una selección de estudios de interpretación y de recepción del texto desde sus primeras ediciones hasta el estado que, en ese momento, establecían las diversas perspectivas críticas. Por diversos motivos no se llevó a cabo esa ambiciosa edición.
A la par que preparaba esa edición crítica, Gordon dirigió un proyecto piloto de la Colección Archivos en un entorno digital e incluía obras de tres autores: Juan Rulfo, Carlos Pellicer y Ricardo Güiraldes. Este proyecto de libro electrónico fue publicado, de manera restringida, en 1996. Respecto de Pellicer, dispuso dos poemas extensos: “Esquemas para una oda tropical [a cuatro voces]” y “Discurso por las flores”.9 Ya en 1987, Gordon había publicado una edición crítica de los “Esquemas para una oda tropical”,10 misma que tomó como base para hacer la edición multimedia, pues integraba manuscritos, mecanuscritos y versiones definitivas del poema, así como sus traducciones al inglés y al francés; el lector podía dar seguimiento, en paralelo, al proceso de escritura del poema en sus diversos estadios, desde los manuscritos hasta la primera edición; seguir la lectura del poema y, al mismo tiempo, escuchar la lectura del poema en voz de Pellicer; adicionalmente había fotografías, cartas y documentos diversos que aludían al proceso creativo del texto. Había también un apartado donde se enlistaba la recepción crítica de la obra. Tanto los textos verbales, como visuales y sonoros estaban integrados en una red que permitía navegar a través de ellos e interrelacionarlos. Esta idea de libro hipertextual sería la misma para todos los títulos de la Colección Archivos; sin embargo, este proyecto tampoco se llevó a cabo.
Hago referencia a este libro electrónico de los poemas de Pellicer porque, también en mi imaginación, hay un catálogo ecfrástico digital (aunque en realidad rebasa el recurso de la écfrasis). Es decir, el catálogo que he descrito líneas arriba, donde estén dispuestos en paralelo los poemas y las obras artísticas, ganaría mayor complejidad en un entorno digital. No olvidemos tampoco que Pellicer escribió poemas a músicos, bailarinas y personas de teatro; y que, por otro lado, músicos como Carlos Chávez, Silvestre Revueltas y José Rolón realizaron obras musicales con base en sus poemas; quizá incluso hay pintores y escultores que realizaron obras con base en poemas del autor de Material poético (1962). Se agregarían grabaciones que el mismo Pellicer haya hecho de algunos de esos poemas. Sin duda la hipertextualidad de este catálogo ganaría en riqueza y complejidad si se integraran archivos sonoros y de video. Creo que a Pellicer —hacedor de museos de vanguardia como el Parque Museo La Venta— le habría gustado conocer esta especie de museo virtual donde su poesía es el eje de una visión caleidoscópica, multiartística e incluso interactiva. Veríamos entonces con nitidez que nuestro poeta es tan contemporáneo del siglo XXI como lo fue del siglo XX.
*Texto de la presentación de Carlos Pellicer (1897-1977). Amistad y memoria, catálogo de la exposición realizada en el Museo Nacional de Arte (Munal) de julio de 2022 a mayo de 2023. La presentación del catálogo se realizó en el Munal el 7 de noviembre de 2023.
Carlos Pellicer (1897-1977). Amistad y memoria. México: Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura / Museo Nacional de Arte, 2023.
1 Esta fraternidad no excluía que tuviera desavenencias con personas e instituciones. Hay no pocos ejemplos de ello en su biografía.
2 Véase Anthony Stanton, El río reflexivo. Poesía y ensayo en Octavio Paz (1931-1958). México: El Colegio de México / Fondo de Cultura Económica, 2015. A principios de siglo, ya Stanton había adelantado la temprana influencia de Pellicer en Paz, véase Las primeras voces del poeta Octavio Paz (1931-1938). México: Conaculta / Ediciones Sin Nombre, 2001.
3 Quiero citar un pasaje del prólogo que Octavio Paz escribió para la antología Poesía en movimiento: “El primer libro de Pellicer [Colores en el mar y otros poemas, 1921] refleja su asombro ante la realidad del mundo. Ese asombro no cesa: en 1966 la realidad lo entusiasma todavía. A nosotros también nos entusiasma esa poesía que hace volar al mundo y convierte en nube a la roca, al bosque en lluvia, al charco en constelación. Palabra-papalote, palabra-hélice, palabra-piedra para apedrear el cielo. Nunca nos cansará esta realidad con alas. Cada vez que leo a Pellicer, veo de verdad. Leerlo limpia los ojos, afila los sentidos, da cuerpo a la realidad. Velocidad de la mirada en el aire diáfano: fijar ese momento en que la energía invisible fluye, madura y estalla en árbol, casa, perro, máquina, gente. Como los ríos de su tierra, la obra de Pellicer es larga y, como ellos, fiel a sí misma: su último libro podría ser el primero. En otro poeta esto podría ser un defecto. En él es una virtud, el mayor de sus dones. Conserva intacta la fuerza inicial: entusiasmo e imaginación creadora”. Véase Octavio Paz, “Poesía en movimiento”, en Poesía en movimiento. México, 1915-1966, selección y notas de Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis. México: Siglo XXI, 1966, pp. 14-15.
4 Véase Carlos Pellicer, Sonetos. México: Los Presentes, 1950. La plaquette contenía seis poemas, pertenecientes a Práctica de vuelo, publicado seis años después.
5 En varios de mis trabajos sobre el autor de Confabulario (1952) he registrado las huellas textuales de Pellicer en la obra de Arreola. Véase, por ejemplo, mi ensayo “Arreola y la mala lectura”, en línea: http://zaloamati.azc.uam.mx/handle/11191/9825
6 En las memorias escritas por su hijo, comenta: “Carlos [Pellicer] es el poeta que he leído más, tal vez más que a Ramón López Velarde, pienso que los dos pueden ser llamados con toda justicia poetas nacionales, porque son dos afortunados inventores del lenguaje. Los dos escribieron en un español de México, y más precisamente de ciertas regiones de nuestro país. […] Sin que nada ni nadie influyera en mí, tuve desde muy joven esa doble predilección poética. Estos dos poetas me acompañarán hasta el día de mi muerte, que espero sea una muerte lúcida, sólo para recordar los versos que me han hecho vivir y revivir continuamente”. Véase Orso Arreola, El último juglar. Memorias de Juan José Arreola. México: Diana, 1998, p. 301.
7 Homero, Ilíada, libro XVIII, versos 478-608; traducción de Emilio Crespo Güemes. Madrid: Gredos, 2008, pp. 491-496.
8 Carlos Pellicer, Poesía completa, 3 vols. Edición de Luis Mario Schneider y Carlos Pellicer López. México: Conaculta / UNAM / Ediciones del Equilibrista, 1996. Ésta es la mejor edición y la más completa de la poesía del poeta tabasqueño.
9 Carlos Pellicer, Poesía. Discurso por las flores. Esquemas para una oda tropical. CD. México: Colección Archivos Hipermedia / UNAM, 1996.
10 Carlos Pellicer, Esquemas para una oda tropical [A cuatro voces], edición crítica, con reproducciones facsimilares y versiones trilingües, comparada y anotada por Samuel Gordon. Villahermosa: Gobierno del Estado de Tabasco, 1987.