Verso Bajo 5

2003

Hilachas

Uno de los dilemas que enfrenta la crítica literaria actual en el campo de la poesía reside no solamente en que un poema puede ser muchas cosas sino también en que muchas cosas pueden ser un poema.

Hasta un texto mal escrito puede ser un poema.

 

El semáforo

Una forma (entre otras) de explicar cómo veo el funcionamiento de lo poético en un poema:

Supongamos una hilera de autos detenidos frente al semáforo, digamos que hay unos once autos en la hilera. ¿Qué ocurre cuando la luz les abre el paso? ¿Arranca toda la fila al mismo tiempo?

No; primero arranca el primer auto. Cuando el segundo ve que el primero ha arrancado, recién entonces, arranca. Lo mismo pasa con el tercero en relación al segundo; y así con el resto.

Vale decir que, al tiempo que hay un movimiento que avanza —la fila de autos—, hay otro que va hacia atrás —la información de que ya se puede arrancar.

Creo que, en el poema, ocurre algo como lo que pasa en la fila de autos. Mientras la lectura va hacia adelante, hay otra lectura que circula en la dirección opuesta, modificando lo que ya fue leído, y modificándose también durante tal proceso.

 

Un poema; o cualquiera

Un poema no es para todos.

Un poema es para uno en particular.

Y ese uno en particular puede ser cualquiera.

 

Una respuesta para Tali

No escribo lo que sueño. Sueño escribiendo. Escribo para soñar. No digo. Me dejo decir.

 

Esos libros que abundan

Para saber qué tan malo es un libro: hacer una lista de quienes lo alabaron y lo que dijeron.

 

95 centavos no son 1 peso

Recién ayer, me di cuenta de lo que le faltaba a Viel Temperley… No; ya sé. No vayas a pensar que digo que su escritura es mala, que sus poemas son malos. No. Pero —vos lo sabés; te lo dije— en los meses que anduve leyendo su obra completa, desde septiembre de 2006 hasta mayo de 2008, todo el tiempo tuve la sensación de que le faltaba un paso, un pie, un asomo.

No es que no encuentre nada; sí encontré: la prueba está en lo que transcribí a mi cuaderno de notas. Pero, en general, era como si anduviera a media máquina; para llegar hasta mí. Como si, acá y allá, encontrara el camino para perderlo de inmediato. Y durante los meses que me tomó leerlo, no llegué a darme cuenta.

A lo mejor lo tendría que haber leído como leen los poetas de hoy, especialmente los muchoabarco, que se leen tres y hasta cuatro libros de poemas en una tarde; sí, hasta llegué a pensar esto —por supuesto, nunca en serio. Claro que la broma tampoco me sirvió para saber qué era eso que quería encontrar en Viel Temperley y que no estaba por ninguna parte.

Hasta que ayer, por la noche, mientras leía otro libro, caído en mis manos por puro azar, llegué a una respuesta: lo que le faltaba a Viel Temperley era Néstor Sánchez. Y me fui a dormir tranquilo.

Si no me creés o alguien te lo hiciera dudar, leéte “Siberia Blues”. Y después me contás.

 

Atajáte ésta

Ando leyendo un libro de María Negroni y encontrando pasajes que no sólo me hacen sonreír sino que me parece que no tienen desperdicio. Así que acá te copio algo (ah; algunas partes también me han hecho reír a las carcajadas):

No hay que darle demasiadas vueltas. Algo anda mal cuando, haciendo alarde de difundir cultura latinoamericana, se editan y promocionan, por ejemplo, antologías de poesía centroamericana donde es casi imposible rescatar una sola página valiosa, cuando la condena cordial es a dejarse seducir por la propia imagen estereotipada, cuando el deber es practicar una transparencia temática y formal que, en buen romance, no significa otra cosa que alentar la orfandad intelectual, la ignorancia de los problemas del estilo, el abandono liso y llano de cualquier tensión del pensamiento.

¿Te suena familiar? Y cómo no; si tal pareciera que en nuestra vapuleada Baires los ecos traen la misma marejada y, para colmo, como si se tratara de un arte original. Sigamos un poco más; esta vez por el lado de los encuentros:

El ritmo es delirante. Los poetas se suceden unos a otros mientras los habitués del lugar intercambian revistas caseras, invitaciones para nuevas lecturas, elogios un poco falsos.

( … )

Entre concurso y concurso, un D.J. pone una música tan áspera, híbrida y vital como la escena que contiene: hip-hop, funk, hardcore rap, reggae, rhythm & blues. La gente se divierte. ¿Cómo no divertirse cuando la poesía, de pronto, se ha vuelto un juego? Un hombre ya viejo, flaquito, de pelo largo y camisa floreada de exiliado-cubano-en-Miami se sube a la tarima y tras anunciar que va a leer unos proverbios empieza: “El colectivo llegará / lo esperemos / o no”. Después viene la chica de los párpados negros y el cutis de neón que lee un poco de costado, como para insinuar más perversiones de las que, en realidad, posee. Y después el nórdico —tan frío y bello— que es gay y tiene el cuerpo perforado y su poema es un rosario de insultos, un vademecum de sitios devastados, una rabia que se deposita en los pliegues del cuerpo de esta ciudad, como testigo acaso de un horror indecible.

El favorito de hoy, un hispano un poco meloso, pone a la noche el broche de oro. Lee un texto indescifrable, una especie de candombe silábico, en la veta más trillada de Nicolás Guillén. Los norteamericanos se miran desconcertados. ¿Será esto la versión poética del realismo mágico? ¿La vanguardia de la cultura hispana? Por supuesto, acaban aplaudiendo, It’s so much fun!

Ya se está volviendo más que familiar, ¿verdad? Y, sí —estarás pensando—, cómo no me va a gustar esta autora con el nombre que tiene. ¿Eh?

Fijáte esto que viene ahora. ¿A quién te hace acordar? ¿Tal vez con disfraz?:

No es lo único patético. Dan Hurley, conocido internacionalmente (sic) como el poeta-de-los-60-segundos, anuncia que el próximo mes hará un performance sin precedentes en el corazón de Times Square. Trepado a la terraza de un edificio de Broadway, escribirá poemas de 60 segundos durante 18 horas sin parar. El performance, titulado Tall Poem (Poema Alto), descenderá como una hoja de papel infinita hasta la calle y contendrá los hallazgos o estupideces previsibles de semejante rareza.

Y, claro, llegamos a los interrogantes que nadie ve —o casi nadie:

Las preguntas terminan por imponerse: ¿Es esto poesía? ¿O sólo maquillaje, gestos, un catálogo de citas referidas a alguna originalidad ya vieja? ¿Hay aquí formulada alguna estética?

Y mirá esto (sonrisa): seguro que ya te estarán sonando nombres y apellidos:

Tomo el ejemplo de rap porque, en cierto modo, podría verse como el equivalente musical del movimiento que acabo de describir. En ambos, la propuesta es anticonvencional, viene empujada desde la juventud de los barrios pobres y levanta un estandarte de valores antiburgueses. Es precisamente esta suma de rasgos que comparten —incluido el look de parias sociales, el componente violento y la energía para la destrucción de algo (no se sabe bien qué)— lo que los vuelve interesantes como productos y genera a su alrededor tanta euforia como susceptibilidad.

No quiero ni pensar cuando llegue el momento en que esto se convierta, por acá, en éxito comercial. Y al que le caiga el sayo, que se lo ponga.

 

PS: Las citas de María Negroni pertenecen a: Ciudad Gótica. Ensayos sobre arte y poesía. Nueva York 1985 – 1994. Bajo la Luna, BA, 2007.