Vida y milagros de la mujer X

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El sábado 31 de julio apareció en Laberinto, anunciado como un “rescate”, un poema supuestamente “desconocido” de Ramón López Velarde.[1] Lo más urgente, lo principal, es aclarar que no se trata de un poema de López Velarde. Tampoco es desconocido, por lo cual no existen verdaderas razones para rescatarlo.

El poema se titula “La mujer X”. El responsable de comentarlo y transcribirlo es Evodio Escalante. De su texto no se deduce si él mismo encontró el poema, ni en qué colección o hemeroteca, ni siquiera en qué fecha. Es importante advertirlo porque un mes y medio antes de que Laberinto presentara el poema El Universal ya lo había publicado en línea. En efecto, el sábado 19 de junio pasado, fecha exacta del centenario de la muerte de López Velarde, apareció en El Universal (no en la edición impresa, sino en línea) el artículo titulado “Antes de morir, Ramón López Velarde confesó a un amigo su temor a ser enterrado vivo”. Entre las ilustraciones del artículo figura una reproducción facsimilar de “La mujer X” (al pie de cuyo último verso consta, por un error que da origen a todos los demás, el nombre de López Velarde) con esta nota: “Poema de Ramón López Velarde publicado el 26 de enero de 1919 en El Universal Ilustrado”.

Al día siguiente de la publicación del poema en Laberinto, Guillermo Sheridan lanzó desde Twitter esta clarísima reconvención: “No, no. Cuidado. Eso es de Enrique Fernández Ledesma cuando imitaba (¿cuándo no?) a López Velarde. Debe ser de Con la sed en los labios”. No parece que ni a Escalante ni al editor de Laberinto les interesara reaccionar en ese momento al comentario de Sheridan, puesto que ninguno de los dos reconoció el error públicamente. Lo más elemental, en este contexto, es desautorizar el yerro con toda nitidez.

Escalante no dice con exactitud en qué fecha se publicó el poema. Un sumario atribuible al editor del suplemento encabeza el artículo con estas palabras: “Presentamos un poema publicado en 1919 en El Universal Ilustrado que extrañamente no fue incluido en Zozobra”. Que se haya publicado en 1919 parece lo único cierto. Que apareciera en El Universal Ilustrado es, como mínimo, dudoso. Que no fuera incluido en Zozobra es normal, puesto que su autor es Fernández Ledesma, no López Velarde. Fernández Ledesma, como sugirió Sheridan en su momento, lo incluyó en su libro de aquel mismo año, Con la sed en los labios, que apareció bajo el sello editorial de México Moderno (el mismo que publicó Zozobra) con un “Introito” de López Velarde.

No es difícil inferir, dado lo anterior, que la equivocación de Laberinto y Evodio Escalante se debió a que “La mujer X” originalmente apareció con la firma de Ramón López Velarde. Allen W. Phillips, como me ha hecho notar Carlos Ulises Mata, ya informaba en su libro de 1962, Ramón López Velarde, el poeta y el prosista, que “Ánima adoratriz”, poema de López Velarde, se publicó en El Universal (no en El Universal Ilustrado) el 26 de enero de 1919 “con un error de firmas”.[2] Es muy razonable conjeturar que dicho “error de firmas” haya consistido en que “La mujer X”, de Fernández Ledesma, traía la firma de López Velarde, mientras que “Ánima adoratriz”, de López Velarde, traía la firma de Fernández Ledesma.

Cabe añadir que dos expertos en la obra de López Velarde (Alfonso García Morales y Ernesto Lumbreras) aseguran que “Ánima adoratriz” apareció en El Universal Ilustrado, lo cual es imposible, ya que, como también me ha hecho notar Mata, dicho suplemento aparecía los jueves, aunque con fecha del viernes, pero el 26 de enero de 1919 fue domingo. Así las cosas, el error de Laberinto y Escalante consistiría no sólo en afirmar que “La mujer X” es un poema de López Velarde sino en repetir que fue publicado en El Universal Ilustrado. Este último detalle me hace dudar que los encargados de rescatar “La mujer X”, con Escalante a la cabeza, realmente hayan consultado la publicación original, ya que su sola observación les habría revelado que no era El Universal Ilustrado sino El Universal a secas el medio impreso que tenían frente a los ojos.

Escalante afirma que “La mujer X” es “un poema de título vanguardista” pero no aclara por qué se lo parece. Lo cierto es que La mujer X es el título de una obra de teatro escrita por el comediógrafo francés Alexandre Brisson (que no fue ningún artista de vanguardia, ni estética ni generacionalmente) y estrenada en el teatro de la Porte-Saint-Martin en 1908. Ha sido llevada varias veces al cine. Consigno tres versiones: la del director Frank Lloyd, con actuación de Pauline Frederick, de 1920; la de Sam Wood, con Gladys George, de 1937; la de David Lowell Rich, con Lana Turner, de 1966. Existe una versión mexicana dirigida por Julián Soler, con actuación de Libertad Lamarque, de 1955.

Más interesante aún es recordar que la compañía teatral de Virginia Fábregas representó La mujer X al menos desde 1910. En su artículo “En la ciudad subvertida”, Miguel Ángel Morales refiere que la temporada teatral de mayo de 1917 tuvo una significación especial ya que Saturnino Herrán (amigo, como se sabe, de Fernández Ledesma y de López Velarde) pudo haber asistido por esos días a ver la obra. En todo caso, Herrán “pintó a la señora Fábregas como La mujer X” aquel año en su cuadro del mismo título.[3] El retrato, en cuya parte baja figura con grandes letras la leyenda “La mujer X”, era un cartel de la obra. Xavier Villaurrutia, en su conocido artículo a propósito de Virginia Fábregas, escribió: “El público que acudía a su teatro podía ver, en el vestíbulo, dos grandes carteles pintados por Saturnino Herrán. Uno de ellos era un affiche de La cena de las burlas […]; el otro era, naturalmente, de La mujer X”.[4]

La relación de Fernández Ledesma con la compañía teatral de Virginia Fábregas es varios años anterior al cuadro. Pablo Mora sitúa la colaboración entre 1911 y 1914: “Viviendo en Monterrey entre los años de 1911 y 1914, incursionó en el teatro con la Compañía Fábregas, que llevó a los escenarios teatrales de la ciudad norteña Los columpios, de Fernández Ledesma”.[5] Por lo tanto, es legítimo decir que La mujer X es el título de una obra teatral estrenada en 1908 y representada una y otra vez en México en los años de la Revolución, y que por derivación lo es también de un cuadro pintado en 1917, con lo cual el título del poema de Fernández Ledesma es alusión a la obra teatral y, de paso, al retrato pintado por su amigo Herrán.

Me permito agregar dos palabras a propósito de Fernández Ledesma. Por un lado, importa observar en qué punto de Con la sed en los labios dispuso “La mujer X”: justo al final, tal vez indicando con ello el papel culminante que le concedía dentro de su libro. Por otro lado, es justo informar que por lo menos existe una edición relativamente reciente del poemario: la que prologó Roberto Quevedo en el año 2000, publicada por el Instituto Cultural de Aguascalientes. Tal vez ya sea hora de leer a Fernández Ledesma (si acaso alguien planea leerlo) como un contemporáneo de López Velarde, no como su imitador, aunque sus respectivos talentos no sean equiparables. Por mucho que Guillermo Sheridan convierta de un plumazo a Fernández Ledesma en mero copista de López Velarde, lo mínimo es reconocer que la cadena de significados que va de la obra teatral de Brisson al cuadro de Saturnino Herrán, pasando por las temporadas teatrales de Virginia Fábregas, tiene coherencia gracias al último poema de Con la sed en los labios. El enredo al que Laberinto y Escalante han contribuido será culpa de quien sea, menos de Fernández Ledesma, por lo que resulta injusto aprovechar la ocasión para ridiculizarlo.

Escalante concluye su nota formulando tres preguntas que, habida cuenta de que López Velarde no es el autor del poema, carecen de la menor pertinencia. “Estas incógnitas, y las que surjan en el camino, quedan a cargo del lector”, agrega todavía. Sobra decir que no son las interrogantes del crítico las que deben atarear a los lectores del poema (interrogantes fundadas, como ya se ha visto, en un error de atribución, explicable a su vez por un preocupante desconocimiento del teatro, la pintura, la poesía y los medios impresos de la época de López Velarde) sino, en todo caso, las que hayan surgido en el camino.

 

[1] Evodio Escalante, “Un desconocido Ramón López Velarde”, Laberinto, núm. 946, 31 de julio de 2021, p. 06.

[2] Allen W. Phillips, Ramón López Velarde, el poeta y el prosista, México: INBA, 1962, p. 59, n. 7.

[3] Miguel Ángel Morales, “En la ciudad subvertida”, El Cultural, 15 de febrero de 2019, p. 9.

[4] Xavier Villaurrutia, “Virginia Fábregas”, en Obras, México: Fondo de Cultura Económica, col. Letras Méxicanas, 1974, p. 981.

[5] Pablo Mora, “Enrique Fernández Ledesma (1886-1939)”, Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, vol. XXII, núms. 1 y 2, 2017, p. 27. (Pese a lo que indica el título del texto de Mora, Fernández Ledesma nació en 1888, no en 1886, en Pinos, Zacatecas.)