Nuevas aventuras de la mujer X

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A fines de 1919, al reseñar el segundo y, a la postre, último libro de Ramón López Velarde, Zozobra, Enrique González Martínez apuntó (no acierto a saber si con melancolía o con frialdad) que los asuntos que suelen inquietar a los poetas no pasan de ser minucias irrelevantes para el resto del mundo. Sin embargo, tanto la poesía como su testaruda compañera, la crítica literaria, persisten en sus negocios milimétricos y los traen a la luz con un entusiasmo que conmueve a unos cuantos, aburre a otros y pasa inadvertido para la mayoría. La historia editorial de un poema, de sus erratas, de los periódicos o revistas donde se publicó, de los libros a los que fue destinado y a veces hasta de los autores a quienes fue atribuido, con razones correctas o incorrectas, es un buen ejemplo.

Hace unos días publiqué algunas observaciones a propósito de “La mujer X”, poema erróneamente atribuido a López Velarde por Evodio Escalante. El autor del poema, como señaló de inmediato Guillermo Sheridan al publicar Escalante su presunto rescate de “La mujer X”, es Enrique Fernández Ledesma, contemporáneo y amigo de López Velarde, también zacatecano, autor de crónicas reunidas en libros como Viajes al siglo XIX (1933) y Galería de fantasmas (1939) y poeta de un solo libro, Con la sed en los labios (publicado, al igual que Zozobra, en 1919). Si añado estos párrafos a los que ya escribí es porque hoy tengo a la vista el periódico donde se publicó “La mujer X” y puedo agregar dos o tres observaciones que algún interés deben tener, por lo curioso del asunto y por estar López Velarde involucrado.

El periódico al que me refiero es El Universal del domingo 26 de enero de 1919. La página 9, bajo el título de “Página literaria de El Universal”, contiene, justo arriba de “La mujer X”, un poema de López Velarde, “Ánima adoratriz”. Pero eso no es todo:  más arriba todavía puede leerse un artículo del también cronista y poeta Rafael López titulado “Fe de erratas del almanaque de la victoria”.

Los tres textos están unidos de manera objetiva por un hilo evidente: no sólo “Ánima adoratriz” aparece atribuido a Fernández Ledesma y “La mujer X” a López Velarde, sino que López (Rafael, no Ramón) habla en su artículo de ambos poemas. Basta con leer el texto de López para confirmar lo que ya se sabía: “La mujer X” es obviamente de Fernández Ledesma y “Ánima adoratriz”, más obviamente todavía, es de López Velarde. Por ejemplo, López escribe: “López Velarde, el poeta de la exquisita aristocracia intelectual, que no transige con los refranes líricos, gratos al andante sanchopancismo, dijo en el poema que nos remitió…”, y en seguida cita dos versos de “Ánima adoratriz”. Por si fuera necesario un segundo ejemplo, citaré un renglón en el que López habla de Fernández Ledesma: “En ‘La mujer X’, Fernández Ledesma obsequia su corazón a la incógnita amante”. Se infiere de lo anterior no sólo de quién es cada poema, sino que Rafael López lo sabía con claridad. Desde luego, en aquel remoto periódico de 1919 “La mujer X” apareció con la firma de López Velarde, pero fue por error —un error que los mismos libros de López Velarde y Fernández Ledesma remediaron—; y para no creer en aquel error sólo había que advertir, primero, que “Ánima adoratriz” figuraba en la misma plana con la firma de Fernández Ledesma (siendo que se trata de uno de los poemas más leídos de López Velarde) y remitirse, después, al artículo de López en esa misma página.

Lo normal, a estas alturas, es preguntarse por qué Rafael López habla de “La mujer X” y de “Ánima adoratriz” en su artículo. La respuesta es, como mínimo, simpática: los poemas ya se habían publicado antes, pero con erratas, y López quería enmendarlas. Aparecieron en un almanaque publicado por El Universal, tal vez a fines de 1918, tal vez a comienzos de 1919. Todo indica que López coordinó la sección literaria del almanaque o que al menos colaboró con quien la coordinaba. Rafael López cuenta que donde López Velarde dice “desollado”, al principio de “Ánima adoratriz”, una errata convirtió la palabra en “desolado”; y que donde Fernández Ledesma, en “La mujer X”, dice “cruenta”, la errata lo hace decir “crucesita”. La noble iniciativa de López tuvo un resultado indeseable, no sé si por obra del azar o de un tipógrafo vengativo: si bien las erratas fueron reparadas, las firmas de los poetas fueron, como en un trabalenguas, desbarajustadas.

Ernesto Lumbreras, dos fines de semana después del innecesario y desaseado rescate de “La mujer X” en el suplemento Laberinto, publicó en ese mismo medio un artículo más bien lúdico a propósito del asunto.[1] Más que añadir información, Lumbreras propuso la conjetura de que Fernández Ledesma y López Velarde habrían acordado embaucar a los lectores de sus respectivos poemas intercambiando las firmas que los identificaban como autores. Desde luego, no hay manera de confirmar ni tampoco de refutar la suposición de Lumbreras, pero lo justo es no expulsar del episodio a Rafael López. Por lo ya dicho, fue López (no Fernández Ledesma ni López Velarde) quien decidió publicar juntos ambos poemas aquel 26 de enero, y fue también él quien sintió el deber de presentar explicaciones por esa segunda publicación de dos textos que ya figuraban en el almanaque. Nada impide imaginar, eso sí, que los tres poetas hayan hablado del incidente con buen humor. Meses después, cuando se publicó el poemario de Fernández Ledesma, “La mujer X” apareció dedicado a Rafael López.

Evodio Escalante sugiere que la idea central y las principales figuras de “La mujer X” proceden de un poema de Baudelaire, “Bendición”. No es imposible que así sea, pero no es tampoco la única posibilidad. Como el propio Escalante insinúa, el texto de Baudelaire ya es en sí mismo una recreación del tópico de la belle dame sans merci (o, en francés medieval, mercy). Por otro lado, los motivos temáticos del corazón arrancado y el corazón ofrecido en sacrificio eran comunes en la poesía trovadoresca y las novelas de amor cortés, por lo cual es temerario atribuirle a Baudelaire todo el trasfondo del poema de Fernández Ledesma. Corazones arrancados los hay por docenas en la Edad Media y el Renacimiento, y en todo caso habría que pensar que Baudelaire tomó prestada la imagen de Jean Racine. Pirro dice de Andrómaca, en la tragedia de Racine: “Andromaque m’arrache un cœur qu’elle déteste” (y es bien sabido cuánta importancia tiene Andrómaca, la viuda, la desterrada, en la imaginación de Baudelaire).

La evidencia hemerográfica es de gran interés tratándose de “La mujer X”, puesto que un periódico está en el origen del error, pero ese mismo periódico (sabiéndolo leer) hace posible su rectificación. Por cierto, ya que se habla de la evidencia hemerográfica, vale la pena señalar que todo este asunto ha servido para descubrir que, si bien es verdad que “Ánima adoratriz” apareció, como ya señalaron José Luis Martínez y Allen W. Phillips, en El Universal del 26 de enero de 1919, no fue ahí donde se publicó por primera vez. En el almanaque de 1919 publicado por El Universal estará esperándonos, cuando sepamos encontrarlo, el primer avatar editorial de tan importante poema. Hoy por hoy sabemos que López Velarde no es el autor de “La mujer X”, que la iniciativa de publicar juntos ambos poemas en enero de 1919 fue de Rafael López y que los dos textos habían aparecido juntos en una publicación anterior con los nombres de sus respectivos autores correctamente atribuidos. Esto, sumado a los hallazgos a propósito del título de “La mujer X” y de su relación con el teatro y la pintura, no me parece poca cosa. Que baste con ello por ahora.

 

[1] Ernesto Lumbreras, “El entuerto o la broma”, Laberinto, núm. 948, 14 de agosto de 2021, p. 6.