William Blake

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Traducción de Pedro Santander

El tema de esta conferencia es Blake, pero podría no ser el Blake que todos conocemos. Podría no ser el Blake de “Jerusalem” y “Tyger Tygeer”. En su lugar quisiera llevarlos a lo que para mí era, antes de iniciar esta biografía, un territorio desconocido. Quisiera hablarles a ustedes de radicalismo espiritual. Quisiera hablarles de un Londres que es tan extraño para nosotros como Marrakech o Delhi. Quisiera hablar de una ciudad revolucionaria repleta alguna vez de magos, profetas y visionarios. Blake la describió como “Londres eterna cuatro veces espiritual”.

Permítanme comenzar por el principio. William Blake nació en el seno de una familia de calceteros. Es un oficio honorable, por supuesto, pero tiene también una historia interesante. Los calceteros, y los fabricantes de telas, sus colegas, han estado siempre relacionados con el radicalismo espiritual. Sabemos de la eregía de los Lolardos del siglo XV, sobre todo en los pueblos de fabricantes de telas de Buckinghamshire, Essex y Kent. Thomas Cromwell fue hijo de un fabricante de telas. William Tyndale procedía de una familia de fabricantes de telas. La frase “hombre de tela”, aplicado popularmente a los clérigos, de hecho describía a los predicadores ambulantes.

¿Qué leía esta familia de disidentes espirituales si no la Biblia? la cadencia y las imágenes de ese libro lo persiguieron por el resto de su vida. ¿Qué veía de niño a su alrededor si no, también, visiones de la Biblia –de profetas, de ángeles, y de Dios mismo que lo atisbaba desde una ventana de Broad Street–? Para él, Londres se convirtió en una ciudad bíblica, una ciudad de revelación y apocalipsis, el hogar de un arte verdaderamente espiritual. Así fue como este hijo de un calcetero, este hijo de un disidente religioso, iba a crear una poesía y un arte tan intrincado y tan elaborado como el de Miguel Ángel o Dante.

Pero, ¿cómo, entonces, podían ser disidentes espirituales los calceteros? Es un trabajo solitario y meditativo. Es realizado en silencio. Es la misma atmósfera del remendón; y los zapateros tienen también una historia de radicalismo. Hay un libro famoso sobre los zapateros radicales llamado Lives of the Distinguished Shoemakers . De hecho, existe la teoría, a mí sugerida por primera vez por el gran historiador de Londres Raphael Samuel, de que el radicalismo pudo brotar de este tipo de intensa y silenciosa labor. Es muy conocido, por ejemplo, que los herreros tienden a ser muy ortodoxos, muy conservadores, y se cree por lo general que se debe a que beben mucho debido al calor y a que están rodeados por tanto ruido que no pueden oírse pensar a sí mismos. Pero, en efecto, son los artesanos meditativos, solitarios, quienes típicamente se convierten en radicales. Tenemos que recordar aquí, por un momento, que Blake mismo, hijo de un calcetero, se convirtió en grabador. Éste es también un trabajo realizado en soledad y silencio. En una etapa posterior discutiremos la extraordinaria historia espiritual de los practicantes de ese oficio particular lo mismo que la de sus compañeros del ramo de la impresión.

Pero volvamos primero a la historia espiritual de Blake. Regresemos con él a la Abadía Westminster donde, como aprendiz de grabador, caminó entre las tumbas de los muertos ilustres. Fue un momento de revelación para él. En su arte regresará una y otra vez a las imágenes que vislumbró por primera vez ahí. El rostro de los muertos se le aparecen en visiones. Los doseles de las tumbas se descubren en su obra, lo mismo que los repujados, el follaje esculpido y el artesonado de la abadía. Y de ahí surge el último gran atista religioso de Inglaterra.

¿Qué vemos en su obra después de todo si no su creencia en la forma espiritual, el divino contorno trazado con amor y reverencia? En obras como The three Maries at the Sepulchre y On the Morning of Christ’s Nativity observamos la extraordinaria devoción de su temperamento. ¿Puedo mencionar su proximidad al arte católico? Blake siente una gran reverencia por el pasado y por la herencia cultural de la nación, y tenemos que recordar que Inglaterra fue una nación católica durante mil años antes de volverse protestante. ¿No es posible que mediante esos actos de adivinación e intuición, que tan naturales le resulta, apele a nuestra herencia olvidada?

Recordemos que, en una ocasión, tuvo la visión de monjes en la abadía. Recordemos que una vez le dijo a Samuel Palmer que, de todas las formas de gobierno, el gobierno papal era el mejor. Tal vez se refería al papado de Julio II, esa gran figura que deseaba ser enterrada junto a la tumba de Nerón, el papa que se puso armadura y dirigió sus tropas en la batalla. Debió ser él quien inspiró a Baudelaire cuando dijo que de niño había deseado ser un actor cómico o un papa militar. Pero Julio II fue también el gran mecenas de Miguel Ángel y, al adherirse a un gobierno papal, Blake está añorando el tiempo pasado en que había un arte espiritual público, un arte nacional religioso, observado en frescos y en estatuaria.

Pero su devoción tiene también fuentes más profundas y oscuras. Conocemos las grandes imágenes y las profecías del Arte de Blake: Los with his Mallet, la figura con pico en Jerusalem, los hermafroditas en los márgenes de The four Zoas. Ahora bien, ¿qué encontramos en las gárgolas de piedra y las imágenes ocultas de las iglesias medievales si no figuras del famoso mazo de Dios, figuras con pico y hermafroditas? Éstas, a su vez, están tomadas del pasado pagano de Europa que el cristianismo temprano adoptó y que Blake, mediante un acto de imaginación adivinatoria, encontró también. En el catálogo de su exposición dijo que había sido transportado de regreso a las grandes ciudades de un inconcebible remoto pasado. Tal vez debamos tomarlo mucho más literalmente de lo que creemos. En este punto, por supuesto, él comenzó su jornada espiritual.

Blake fue en muchos aspectos un cockney, un londinense de un tipo reconocido. ¿Qué clase de radicalidad es la que nace, como dijo Blake, en el Londres infinito? En todo caso, ¿qué quiere decir ser radical? Consulté mi diccionario y descubrí que uno de los sentidos originales de la palabra es “pasión innata” o las propiedades intrínsecas de algún cuerpo en particular. ¿Cuál es, entonces, la “pasión innata” de los londinenses? Aquellos de ustedes que alguna vez hayan viajado en el subterráneo –yo rara vez lo hago pues a mi edad es demasiado excitante– podrían pensar que lo saben. Pero también tiene características algo menos palpables.

Leí hace poco a Tomás Moro y John Milton lo mismo que a Blake. Moro y Milton nacieron a unos metros de distancia el uno del otro (en Milk Street y Bread Street, respectivamente), pero hay una cualidad en particular que comparten con Blake: su capacidad de insultar de la forma más repugnante. Sabemos de un Moro que le dice a Lutero “Si usted abre lo suficiente su sucia boca alguien podría cagar en ella” ( no es, tal vez, el vocabulario de un santo pero sí el de la ciudad); y sabemos del Milton que se dirige a varios dignatarios eclesiásticos: “siéntense en su trono y hagan fuerza, nada sino inmundicias puede provenir de ustedes”. Y de Blake: Si Blake hizo esto cuando se levantó de la mierda, qué no podrá hacer si se sienta a escribir.” Hay, pues, un matiz escatológico en el vocabulario londinense.

Blake fue también artesano, y los artesanos son proclives al radicalismo y la disensión. Casi fueron obligados a serlo pues siempre fueron discriminados por las autoridades establecidas. En el Londres del siglo XV incluso los artesanos indígenas, fuera de la red de los gremios, eran oficialmente llamados “extranjeros”. Mencioné a los impresores, e invocar ese nombre es invocar la historia del radicalismo londinense. Pero ello nos conduce a otro aspecto de Londres y, ligado a él, a la naturaleza del radicalismo.

Hay una maravillosa historia del escritor Arthur Machen, en la cual describe una zona de Stoke Newington donde, a veces, un paisaje encantado puede vislumbrarse e incluso entrar en él. Pocas personas lo han visto o saben cómo verlo; pero aquellos que lo han visto no pueden hablar de otra cosa. Machen escribió este cuento, “N”, a principios de los años treinta, pero ahora, a finales del siglo veinte, comenzamos a comprender que hay otras zonas encantadas de Londres que son visibles y poderosas para quien se toma el trabajo de mirarlas. Pueden pensar que nos hemos alejado demasiado del espiritualismo de Blake, pero de hecho no hemos hecho sino un pequeño rodeo.

Hace poco se me pidió que escribiera un pequeño homenaje de aniversario para un periódico llamado Big Issue. No puedo recordar ahora de qué clase de aniversario se trataba, pero como saben el Big Issue está dedicado a las necesidades de los desempleados y los desposeídos. Le compré un ejemplar a un joven encantador en la calle, y helo ahí, descubrí que se hacía y publicaba en Clerkenwell Road, a sólo unos metros de Clerkenwell Green. ¿Dónde, podrían decirme, reside el encanto? Bueno, en el siglo XVIII los impresores de Clerkenwell fueron denunciados por las autoridades por distribuir “literatura sediciosa y blasfema”. En una casa de la misma Clerkenwell Green, Lenin publicó un periódico revolucionario (Cuyo nombre traducido es La Chispa). Existe, entonces, una continuidad.

El embrujo es cuestión de lugar y tiempo; es como si una zona pudiera crear patrones de habitación, de modo que la misma clase de actividad (a menudo la misma clase de gente) parece surgir en el mismo pequeño territorio. Consideren el caso de Clerkenwell una vez más. El primero de los mártires de Tolpuddle en regresar a este país fue recibido en Clerkenwell Green por una muchedumbre. El grupo de políticos radicales conocido como London Corresponding Society se reunía en Clerkenwell. Los cartistas, protestando en parte contra el desempleo, comenzaron sus marchas en Clerkenwell Green. John Wilkes, el radical cuyo lema era “¡Wilkes y Libertad!”, nació en Clerkenwell; el gran visionario, Emmanuel Swedenborg, quien vivió entre los artesanos, murió en Clerkenwell. Wat Tyler, conduciendo su vasto ejército de desposeídos, asoló la prisión de Clerkenwell –a sólo unos metros de las oficinas del Big Issue– Es posible observar cómo en este patrón de tiempo y continuidad el Big Issue halló su auténtica casa radical. Y, por supuesto, las coincidencias comienzan a multiplicarse. Leemos en la crónica del siglo XVI de John Stow que los fabricantes de telas de Londres, nuestros viejos amigos radicales, pagaban £8 cada año al mayordomo de la iglesia de Clerkenwell.

Permítanme mencionar, de paso, a otro grupo de disidentes religiosos: los lolardos. Se sabe que en el siglo XV encontraron refugio y simpatizantes en la ciudad, en Coleman Street. Y luego, dos siglos más tarde, después de la Restauración, sabemos que los fieles puritanos se refugiaron en casas seguras. ¿Y dónde estaban si no en Coleman Street?

Vemos, pues, a Blake viviendo en lo que llamó “Londres Infinito”. Escribió eso mientras vivía en South Molton Street. Como todos los auténticos visionarios cockney, como Dickens, nunca se mudó muy lejos de la misma ciudad. “Observo a Londres, horrorosa maravilla humana de Dios.” Su radicalismo espiritual fue, en buena medida, parte de esta ciudad, y vale la pena recordar las condiciones en las cuales el radicalismo político y espiritual floreció en el Londres de finales del siglo XVIII. Fue una época de cambios y revueltas de lo más extraordinaria. Nunca ha habido un periodo de la historia de Londres en el que hubiera tantos clubes políticos, sociedades de debates, grupos disidentes, periódicos clandestinos. Fue una época de gran entusiasmo religioso, por supuesto, con las vidas de John Wesley, Joanna Southcott y Richard Brothers como los ejemplos individuales más notables. Tenemos que pensar en una ciudad, y en una cultura, repleta de indicios radicales e incluso revolucionarios. El orden establecido del siglo XVIII, asaltado una y otra vez por el nuevo industrialismo, el nuevo comercialismo, las agitaciones de la democracia popular o por lo menos de los propietarios, estaba de hecho llegando a su fin. Hubo la Guerra de Independencia Americana. Y luego, por supuesto, la Revolución Francesa. Debemos recordar también que durante la mayor parte de la vida de Blake Gran Bretaña estuvo en guerra. Pero para él algo más importante sucedía. Creía que el viejo orden, “la vieja corrupción”. Podía ser destruido y comenzar el proceso de regeneración espiritual.

Volteemos nuevamente a Londres. A finales del siglo XVIII esta ciudad era el conglomerado urbano más opresivo de la faz de la Tierra. También era la ciudad más rica de la Tierra. Tenía algunos de los barrios bajos más perniciosos. Había muchos disturbios –de carniceros, panaderos, tal vez no de candeleros pero ciertamente de carboneros y tejedores de seda–. Hubo ocasiones, como en tiempos de los disturbios de Wilkes y de Gordon, que la ciudad estuvo más o menos en poder del populacho. Blake mismo fue atrapado en un gran disturbio y fue testigo del incendio de Newgate y de la liberación de sus prisioneros. También conocía de cerca las condiciones de Londres. A la vuelta de su casa había un asilo de pobres. Se suponía que debía albergar a trescientos pobres, pero estaba severamente sobrepoblado. Un informe contemporáneo habla de que “el hedor es difícilmente soportable, pobres criaturas, casi desnudas, y los vivos tenían que dormir junto a los muertos”. De hecho, el padre de Blake surtía de lino al asilo y no es fantasioso imaginar al joven Blake entregándolo a la puerta. El poeta de Londres sabía realmente de lo que hablaba. Fue un radical londinense porque sabía cómo era Londres realmente. ¿Pero, y sus colegas y contemporáneos?

Se asume a manudo que Blake cayó en un grupo de radicales que trabajaban con Tom Paine, el autor de Los derechos del hombre, y estaba asociado con la Society for Constitutional Information. Blake pudo entonces ser considerado como un radical londinense de un tipo reconocible. Pero en realidad no hay ninguna evidencia que sugiera que Blake estuviese involucrado con estas gentes o grupos. Pudo haber encontrado a Paine una o dos veces en la casa del librero Joseph Jonson, pero no hay registros del hecho. Él nunca fue miembro de alguna de las asociaciones radicales de la época. Es un hecho que permaneció apartado de ellas. “Debo crear un sistema o ser esclavizado por el de otro hombre.” Es la declaración de uno de sus personajes proféticos, y ello representa más o menos su propia postura ante el mundo. Le da forma a sus experimentos artísticos, a la naturaleza de sus libros proféticos, y ello representa más o menos su propia postura ante el mundo. Le da forma a sus experimentos artísticos, a la naturaleza de sus Libros Proféticos, a su ser en el mundo.

Los radicales convencionales del periodo, como Paine y Joseph Priestley y Mary Wollstonecraft, eran unitarios o deístas, creyentes en lo que Wollstonecraft llamaba “religión racional”, fueron también materialistas y progresistas e implícita o explícitamente negaban la importancia de la tradición histórica. Blake aborrecía todo eso: el creía en la inspiración divina, en la presencia de los ángeles, en la suma importancia de la herencia histórica y cultural. Ellos, a su vez, lo deben haber considerado un artesano con opiniones excéntricas –si acaso se molestaban en considerarlo del todo–, un oficial grabador con quien era difícil estar en compañía: algunas veces perentorio, otras callado y meditabundo. No hallaremos entre esa gente su particular forma de espiritualidad. Debemos mirar hacia otra parte.

Comencemos con Blake y su esposa sentados desnudos en el jardín de su casa en Lambeth. Es una historia contada por uno de sus pocos mecenas y en realidad uno de sus pocos amigos. “Al final de los edificios Hércules había una casa de verano. Mr Butts, al visitarla una vez, encontró al señor y la señora Blake sentados al lado de esa casa de verano. Liberados de ‘aquellos molestos disfraces que han predominado desde la Caída´.” Es una forma victoriana de decir que no vestían nada de ropa. “¡Entre –gritó Blake–, es sólo Adan y Eva, usted sabe! Esto ha sido minimizado como simple anécdota, pero hace a un lado uno de los aspectos centrales del radicalismo de Blake. Se sabe que declaró al final de su vida, que “los gimnosofistas de la India, los antiguos bretones, y de otros de quienes dice la historia que andaban desnudos, eran más sabios que el resto de la humanidad, puros y sabios. Y así sería el mundo si pudiera ser como ellos”. Blake y su esposa pueden ser vistos en el contexto de la historia del radicalismo inglés. Se creía que los ranters “predicaban desnudos muchas blasfemias”. Y los adamitas iban desnudos para practicar relaciones sexuales promiscuas. Los cuáqueros iban “desnudos como un signo” de conformidad con el capítulo veinte de Isaías, y los antinomistas en general consideraban la desnudez como una representación de la inocencia primitiva anterior a la Caída, lo mismo que un símbolo de las “verdades desnudas” de los evangelios. Durante un tiempo Blake se sintió profundamente impresionado por los escritos de Emmanuel Swedenborg, y el interés de Swedenborg en la magia sexual está relacionada con su creencia de que la “desnudez equivale a la inocencia”. A finales del siglo XVIII existía también la doctrina del narcisismo en círculos más intelectuales, la cual asociaba la práctica del nudismo con la liberación de la sexualidad femenina. Todo suena muy moderno pero, como es bien sabido, no hay nada nuevo bajo el sol, sobre todo cuando no lleva uno nada puesto. Antes de comenzar a especular sobre lo que hay de siglo XX en Blake y sus contemporáneos podríamos preguntarnos qué sobrevive del siglo XVIII en nosotros.

El radicalismo sexual de Blake, pues, tiene sus antecedentes, pero no hay nada que entre en su amplia y maravillosa imaginación que no sea extrañamente modificado. Cuando hablamos acerca de siu radicalismo, tenemos que recordar que era una amalgama de varias fuentes e ideas tomadas de baladas, panfletos, libros, conversaciones y, por supuesto, de los recursos de su propio genio. Así encontramos, en los márgenes de uno de los más extraordinarios y bellos de los poemas, “The Four Zoas”, varios dibujos que sería inadecuado llamar eróticos. No entraré en detalles, bástenos con decir que pinta homosexualidad, transexualidad, sexualidad infantil, sexualidad oral, sexualidad anal, penes artificiales y gran cantidad de lo que los victorianos llamaban Phalloi.

Un ingenuo lo describiría como pornografía, pero no es nada de eso. Forma parte del despertar religioso de Blake, un aspecto de su radicalismo muy alejado de las bien pensant beaterías de Mary Wollstonecraft o Joseph Priestley. La imagen del hermafrodita, por ejemplo, que él pinta con los órganos sexuales masculinos y femeninos, es para él un emblema literal de los tiempos anteriores a la división de los sexos y, por lo tanto, de la degradación y distorsión de las facultades humanas. Recordemos también sus frases maravillosas: “Aquel que desea pero no actúa cría pestilencia”, “La exuberancia es bella”, “La energía es deleite eterno.”

Él fue, en efecto, también fascinado por el phallos, el miembro masculino, y por supuesto conocía suficientemente bien las especulaciones contemporáneas de los viejos eruditos lascivos como Richard Payne Knight de que ese objeto en particular era la fuente y centro de muchos cultos religiosos primitivos. Aquí nuevamente Blake da su propio salto y, si nosotros saltamos con él, nos encontraremos en el mundo mágico de finales del siglo XVIII. Hay una frase famosa garabateada por alguien en el margen de una de sus cartas –de paso, no mucha gente se ha preocupado guardarlas–: “Blake, ensombrecido por la superstición.” En otra carta un amigo se refiere, de un modo hasta cierto punto condescendiente, a la inmersión de Blake en la “turbia incredulidad, la macilenta sospecha y la hinchada filosofía”. El escritor de esa carta, Thomas Butts, fue un swedenborgiano y por lo tanto, a los ojos de los contemporáneos, estaba situado en el extremo más disparatado del espectro religioso. Para él hablar de “turbia incredulidad” y “macilenta especulación” sugiere algo verdaderamente chalado. ¿Qué era entonces?

Bueno, para comenzar, Blake creía en la magia, tanto blanca como negra. Creía, por ejemplo, que un artista rival había sido capaz de destruir o desfigurar uno de sus dibujos mediante un “conjuro maligno”. En un pequeño poema describe uno de los rituales de encantamiento de ese tipo: “y giró sobre sí mismo tres veces tres”. Haría una demostración para ustedes pero eso me haría parecer más frívolo de lo que ya soy. Pero podemos ir un poco más allá, cuando menos por sugestión. Uno de sus amigos fue el pintor Richard Cosway –durante un tiempo vivieron a la vuelta de la esquina uno del otro– (Esto es algo más para recordar, de paso, a los radicales londinenses. Era una ciudad mucho más pequeña y los radicales podía conocerse de vista, incluso si no habían sido presentados.) Cosway describió a Blake como un hombre “de extraordinario genio e imaginación”. Sugiero que lo dijo porque conocía o pensaba que conocía uno de los secretos del arte de Blake. La cuestión es que Cosway, aparte de ser un pintor de moda, era también mago y mesmerizador. Hay informes de varias ceremonias eróticas, de la ingestión de drogas y elíxires, de la creencia en la manipulación del mundo espiritual. La magia sexual era popular entre los ocultistas del periodo.

Hay otro punto. Muchos de ellos tenían también visiones. Tenemos a los viejos deístas de Hoxton que hablaban de espíritus y profecías. Un acerbo contemporáneo notó que “cualquier visitante sin el hábito de oír voces sobrenaturales o sin información de los acontecimientos comunes del día proporcionada por los ángeles era tratado como novicio”. Debemos dejar en claro que dicha gente tendía a ser artesano o pequeño tendero, de la misma clase que Blake y su familia. Y, por supuesto, la cuestión es que Blake oía voces, veía espíritus y conversaba con los ángeles. Él había visto visiones desde los 4 años, y continuamente lo rodeaban. Pero no estaba necesariamente solo: había grupos de londinenses con una concepción de la vida semejante viviendo cerca de él.

¿Qué otra cosa discutían estos viejos visionarios de Hoxton? Bueno, para comenzar, injuriaban a Newton y el newtonismo. Esto es algo que tal vez a finales del siglo XX nosotros estamos comenzando a entender, pero ciertamente a lo largo del siglo XVIII hubo grupos que se opusieron a la ciencia oficial del periodo. Despreciaban el materialismo y el racionalismo y creían que la física newtoniana era sencillamente errónea o falsa. Recordemos las líneas de Blake: “Dios puede alejarnos de la Sola Visión y el sueño de Newton.” También existían personas que tendían a desconfiar de la industrialización y el comercialismo: los verdaderos triunfos de la ciencia.

Si leemos algunos de los panfletos que atacan estas actividades, podremos tener alguna idea del ocultismo que se extiende por ciertos círculos radicales londinenses en este periodo. El título de uno de estos panfletos era Pruebas de la conspiración contra todas las religiones y gobiernos de Europa tramadas en las reuniones secretas de francmasones, de los iluminados y de las sociedades de lectura. Estas reuniones secretas estaban asociadas, en palabras del anónimo autor, con “los caprichos místicos de J. Boehmen y Swedenborg –ambos muy influyentes en Blake–, las doctrinas deshonestas de los modernos Rosacruces, magos, magnetizadores, profetas y promotores de toda clase.” Y ése, de hecho, es exactamente el medio en el cual podemos situar a William Blake. La gente leía a Boehme igual que lo hacía él. La gente leía a Paracelso. Era una forma de asirse a alguna clase de realidad más allá de la manufactura y el asilo.

Uno o dos puntos surgen ahora. Alguien me señaló alguna vez que los trabajos de Blake incluyen a menudo símbolos de la francmasonería. Parecía una idea extraña, pero busqué en la pintura que me describieron y, en efecto, ahí estaban todos los símbolos de los francmasones. No estoy insinuando que fuese miembro de ese grupo –lejos de eso–, pero sí que estaba abierto a las afirmaciones y símbolos de la gente que creía poseer la sabiduría antigua. Otro ejemplo puede bastar. Los visionarios, como ya he dicho, estaban relacionados con los mesmerizadores y alquimistas de Londres, ¿pero que más tienen estos practicantes en común? Ellos comparten la creencia en la restauración y unidad fundamental del espíritu. Para los mesmerizadores era cuestión de manipular el mundo espiritual dentro del cuerpo humano. Para los alquimistas, la trasmutación de los metales en oro era un símbolo de la restauración de la imaginación y la divinidad en el alquimista mismo.

Éste es el mensaje de Paracelso, a quien Blake leía. ¿Y qué encontramos en la curva y cadencia de los libros proféticos de Blake si no la necesidad de restauración y regeneración del Hombre Divino, Albion, el ser humano primitivo? Él es el primer gran épico interesado en lo que ahora llamamos la batalla entre las facultades psicológicas: como el mago, el mesmerizador y el alquimista él deseaba que fueran restaurados en su antigua e innata armonía.

Era, tal vez, sabiduría antigua. Pero también era sabiduría moderna. Fue Blake quien por primera vez hizo la conexión entre la sexualidad frustrada y la violencia, una revelación no concedida a nosotros sino hasta principios de este siglo. Fue Blake también quien primero hizo la conexión entre la sexualidad falocéntrica y la iglesia establecida. Pero hay otras cosas. Conocemos la introducción a Songs of innocence, cuando al flautista (piper) se le solicita que “Toque en la flauta (de tres orificios, pipe) una canción sobre una oveja… Flautista toque en la flauta esa canción otra vez” (Pipe a song about a Lamb… piper pipe that song again”). Bueno, en el año 680 el primer poeta inglés, Caedmon, fue visitado durante un sueño por un mensajero espiritual quien le pide: “cántame una canción… cántamela a mí”. Leí en Erasmo apenas el otro día sobre aquellos profetas que eran tan inspirados (y el da esto como primer ejemplo) que tomaban el aceite por vino. ¿Qué sabemos por la biografía de Blake si no que tomó aceite de nogal creyendo que era algo más alcohólico? Pequeños acontecimientos, pero como digo, Dios, tanto como el demonio, está en los detalles.

Pero Blake no sólo fue visionario y poeta. También fue un gran artista y si buscamos podremos encontrar una tradición de radicalismo artístico al cual él estuvo ligado en parte. Esto no lo explica a él. Él es un genio demasiado grande para ser comprendido solamente a partir de sus orígenes o sus relaciones. Pero puede ayudar a situarlo una vez más como londinense. Pensemos en un amigo de Blake que compartía su profesión. William Sharp se convirtió en teosofista y después de swedenborgiano. Más tarde se hizo discípulo de Richard Brothers, el autonombrado Oveja sacrificada de la Revelación y fundador del movimiento de los Israelitas Británicos. Pero Sharp fue no sólo swedenborgiano y radical espiritual, fue también miembro de la Society for Constitutional Information que grabó una pancarta con el título “Declaración de Derechos”. Él fue, lo mismo que Blake, un radical en todos sentidos. He notado que los grabadores, como los impresores y los calceteros, tendían a convertirse en radicales mediante un proceso de ósmosis. Tal vez los grabadores se radicalizan también en virtud precisamente de sus habilidades profesionales: saben que la realidad de las imágenes y símbolos es una hechura, no algo dado. Y lo que es hecho puede también ser deshecho. Otro ejemplo de lo que podríamos llamar el artista como proveedor del pueblo y no del establishment es Philippe de Loutherbourg, el gran escenógrafo e inventor del popular eidophusikon, una especie de luz y sonido interior. Él también fue swedenborgiano y francmason. Fue mesmerizador y sanador magnético, como lo fue el pintor Cosway. ¿Pueden ver el extraordinario nexo de creencias, prácticas y políticas desarrollándose en esta ciudad dos siglos atrás? Ahora casi ha desaparecido de la vista. No fue considerado serio por los historiadores whig del siglo XIX, pero estaba ahí. Tal vez podríamos decir que está aquí.

¿Qué significaba, entonces, ser pintor o grabador radical? Recordemos que esta gente no era exponente del salón de arte o del retratismo; estaba comprometida con el grabado de pinturas que pudieran tener gran circulación y de imágenes que pudieran atraer un público amplio. Y lo que vemos surgir en sus obras es algo cercano al patriotismo radical o nacionalismo radical. Recordemos que fue el demagogo radical, John Wilkes, quien propuso por primera vez el establecimiento de una galería nacional de arte en Londres. ¿Y qué son las imágenes que vemos en las pinturas y grabados de William Blake, el bardo, el druida, el ancient of days, la figura liberada de un hombre joven conocida en una versión como Albion Rose? ¿Qué o quién es Albion? Albion es el antiguo nombre de Inglaterra y Blake lo usa continuamente. ¿Y cuál era el reclamo de los grupos radicales si no el retorno de las antiguas libertades inglesas? Por ello, curiosamente, los grandes anticuarios de Londres como Thomas Ellis fueron también radicales. Blake, en su juventud, en la Abadía de Westminster, en ese lugar sagrado, vio rebelada la legendaria historia de Inglaterra. Esa fue su primera revelación espiritual. La figura del bardo es muy importante para Blake, no sólo porque representa al profeta y al visionario, sino porque esa figura está relacionada con la leyenda celta y la alternativa mitológica a la política del siglo XVIII. La figura del Hombre único, el Humano Divino, la figura que salta de Albion Rose está ligada a la idea de nación como un antiguo organismo vivo y no como jerarquía de funciones y necesidades. Es por ello que Blake está muy interesado en el arte gótico y en los constructores de catedrales: está convencido de que hay un arte espiritual inglés que ha sido sistemáticamente desmontado por los racionalistas y científicos que organizan la sensibilidad del estado. Las libertades “góticas” innatas fueron consideradas también una alternativa a la artificial política de las facciones del siglo XVIII. Todas estas ideas fueron parte integral del radicalismo artístico y nacionalista del día. Y mi opinión es que había todo un fondo o repertorio de imágenes que él podía dibujar. Observando a los cartistas y fabianos posteriores, pienso que sería justo decir que estos contemporáneos y conocidos de Blake representaron la última gran ola de radicalismo nacionalista de nuestra cultura.

¿Qué es lo que Blake escribe en 1808? Habla de “todas sus contemplaciones visionarias que tienen que ver con su país y su glorioso pasado, cuando era, y volverá a serlo, fuente de conocimiento e inspiración”. Este no es el disidente espiritual con el que Tom Paine o Joseph Priestley estuvieron asociados. Él no era internacionalista. No era progresista. No era racionalista. Él estaba en contacto con el ocultismo, con el liberalismo sexual y con la reverencia del pasado. Era, de hecho, una emanación de la ciudad en la que vive. Algo que tenemos que recordar es que Londres ha sido siempre una ciudad oscura. Durante mil años –literalmente mil años– ha sido construida con base en los imperativos del poder, las finanzas y el comercio. Esta es la ciudad donde los extremos de la condición humana se topan. Esto es lo que vio Blake cuando caminó por sus calles, observando las marcas de la debilidad y las marcas del infortunio. ¿Y qué fue este radicalismo de sus contemporáneos, con su interés en el ocultismo y en las fuentes de un gran pasado espiritual? Fue una forma de hallar fuentes alternativas de poder. Fue una forma de confrontar la oscuridad en sus propios términos. Fue una forma, ay, sin éxito, de establecer una mitología tan poderosa como la que Newton había establecido.

Por supuesto, no tuvo éxito, pero pienso que ahora su tiempo pudo haber llegado. Por fin comienza a ser comprendido y reconocido como un gran visionario de la condición humana y un gran profeta de nuestra era tecnológica. Creo también que Blake se convertirá en el gran profeta del próximo milenio.