Fábulas y fabulaciones

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por Daniel Samoilovich y Eduardo Stupía

 

 

Enojado, el caballero le dijo a su novia, la basilisco:

—Me gustaría que entiendas de una buena vez que soy un caballero, no un pelotudo.

—Y a mí me gustaría que entiendas que yo no soy una dama— respondió ella.

—Aunque seas una basilisco— respondió él— yo te trataré hasta el fin como una dama.

—Caracoles, es más pelotudo de lo que pensé— reflexionó ella.

 

***

Pusiéronse los tres cerditos a hacer sus casas: el primero la hizo de paja, el segundo de madera y el tercero de ladrillo. El que hizo su casa de ladrillo se burló de los otros dos; al primero le dijo:

— Vendrá el lobo, soplará, y tu casa se dispersará en el aire. Yo, en cambio, estaré seguro y feliz en mi casita de ladrillo.

Y al segundo:

— Y después le prenderá fuego a tu cabaña y comerá cochinillo asado. Y yo estaré mientras tanto seguro y feliz en mi casita de ladrillo.

Pero lo que vino esa noche fue un terremoto de grado 7.2 en la escala Richter, y mientras el primer cerdito no sufrió daño alguno y el segundo algunos magullones, el tercero fue sepultado por su casa de ladrillo.

Esta fabulita enseña que cuanto mayor es la especialización para enfrentar peligros determinados, menor es la flexibilidad ante los peligros imprevistos. O, dicho de modo más ligero, que la vida te da sorpresas.

 

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 La expresión “sonrisas de cocodrilo” parece tener su origen en la siguiente copla popular registrada en un cancionero copto del siglo XV:

Cierta dama del delta del Nilo

se fue de paseo sobre un cocodrilo

Del paseo aquél

volvió ella dentro de él

y él sonriendo de lo más tranquilo.

 

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El ángel de la historia volaba mirando para atrás, como acostumbra desde que Klee lo pintó así y Walter Benjamin notó el hecho. A poco andar se pegó un tremendo golpe contra una montaña del Terciario, y así, como se nos ve, quedamos.

 

 

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Las opiniones de X acerca del asunto Y me parecen inteligentísimas; empero, sospecho de mi parecer, porque mis propias opiniones referentes al asunto Y coinciden con las de X.

 

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Los franceses son los únicos que organizan visitas guiadas a sus cloacas. Tratándose de nuestra mierda la cosa debe ser interesante, razonan.

 

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Los peces son más antiguos que los insectos.

Los insectos, que los árboles.

Los gingko bilova, que los pinos.

Los esqueletos, ¿por qué asustan, si están mejor pensados y son más limpios que la carne?

 

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Los hay que traicionan para obtener un beneficio; son gentes meramente acomodaticias, dispuestas a traicionar si les resulta útil o necesario, pero sin poner en juego una pasión especial. El otro tipo de traidor traiciona por traicionar, porque obtiene de ello un placer que no se funda en una necesidad previa o una conveniencia ulterior. Queda para un filósofo con tiempo y ganas determinar cuál de las dos clases de traidores, la utilitaria o la lírica, sea más nociva.

 

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Las farmacias, santerías de la enfermedad; los hospitales, iglesias de la enfermedad; las salitas de primeros auxilios, capillas de la enfermedad; los enfermos, fieles de la enfermedad; los médicos, enfermeras, etc.

 

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Locos y fanáticos tienen a menudo más razón que uno. Esto no demuestra que uno esté equivocado, sino que la razón es, en sí misma, una especie de locura; o de broma, a veces interesante, eventualmente siniestra.

 

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La araña llamó por teléfono a la mosca: “Venga para la cena, así conoce mi casita nueva.”

“¿Qué llevo?”, preguntó la mosca.

“Su grata presencia será suficiente”, contestó la araña.

 

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 ¿Qué fue? ¿Qué fue lo que dijiste?

Sólo soñar es más raro que hablar

y más raros que los sueños, los árboles.

 

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Albergue transitorio: como si los otros no lo fueran.

 

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Una ardilla, que ha escondido las nueces que juntara otrora, ahora las rompe y las come, apartada. ¡Qué avariciosas sus manitas! Y son empero —o son justamente— lo más humano que tiene.

 

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Cuando Adán tenía unos seiscientos años de su edad, corrió por la Tierra el rumor de que el Jefe estaba descontento con su Obra y pensaba borrar con un diluvio la vida humana y animal, salvando eventualmente un casal de cada especie para empezar de nuevo.

— Enough is enough —dijo Eva—; ya nos echó del Paraíso, ahora quiere ahogarnos en el mar. Te diré lo que haremos: nos volvemos al Edén.

—Pero no sabemos ir, y los ángeles de la puerta, y la espada relampagueante…

— Mira, ya veremos. Aún estoy fuerte, y tú también, así que vamos.

Adán y Eva emprendieron el camino; en realidad no había tal camino, pero, en la luz cegadora o en la oscuridad, a menudo medio muertos de hambre y de sed, sabían que tenían que subir, nunca bajar. Así, unos doscientos años después llegaron al borde del Jardín. Los ángeles del Señor y la espada flamígera que gira sola estaban aún en la puerta; pero Adán y Eva dieron un pequeño rodeo y entraron al Edén por un costado; el recinto no estaba cercado: sólo la brillante puerta de entrada estaba bajo vigilancia.

En el Edén comieron del Árbol de la Vida, y vivieron felices para siempre y viven aún; y tuvieron más hijos, de los que desciende una otra humanidad de inmortales que vive en el Paraíso. En cuanto a Dios, con tal que siga el show de la espada que echa chispas en la puerta principal, lo demás le da lo mismo.

Esta historia recuerda dos cosas que siempre se han sabido: una, que nos ha tocado la parte mala de esta historia; dos, que el Jefe, además de iracundo, es bastante chapucero.

 

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Enterado de que en los países desarrollados el índice de millas voladas por habitante era superior que en los países pobres, el rey de los xhosa compró una flotilla de aviones y puso a todos sus súbditos a viajar de un lado para otro. Rieron a coro de la ingenuidad del rey todos los pueblos vecinos, pero la vista de la tierra desde el aire generó tal entusiasmo y ensoñación en la sociedad xhosa que la misma progresó en los años siguientes de modo notable.

Esta historia sugiere que los insensatos pueden ser mejores que sus vecinos, siempre que sean lo bastante insensatos y no le hagan daño a nadie. ¿Que la historia no es cierta, objetan los críticos? Oh, queridos, si quieren que todo transcurra a la inglesa, como si estuviéramos ante un tribunal, les adelanto el veredicto: objeción rechazada.

 

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               Acostumbran los Trantes de Etiopía

maldecir al Sol cuando atormenta

sus personas, sembrados y tropillas.

Apunta Estrabón en su Geografía:

“Se ve la estupidez de esta querella,

en el hecho de no haber hoy en día

región del mundo más caliente que

—sí, ya lo han adivinado— aquella

en que viven los Trantes de Etiopía”.

 

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Disputaban Dios y el Diablo acerca de los que al responder el teléfono dicen “aguarde un momento” por “espere un poco”, “se retiró” por “se fue” y “no se encuentra” por “no está”. Dios decía que se los llevara al Diablo y el Diablo que no quería gente así en su reino: finalmente, tocó jugarlos a los dados uno por uno: tiraban el Señor y el Malo dos dados cada vez, y el que sacaba el tiro más bajo tenía que llevarse un eutelefonista.

De esta historia, probablemente apócrifa, contenida en un códice que se custodia en la Basílica de Nuestra Señora de Luján, proviene la famosa frase: “Dios no juega a los dados con el Universo, pero sí con los preciosistas”.

 

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—No puedo contarte ahora— dijo la Duquesa— por qué es el Ser y no más bien la Nada, pero en un momento lo recordaré.

—Tal vez no haya un motivo— dijo Alicia.

— Calla, niña, todo tiene un motivo si sabes buscarlo. Ah, ya lo recuerdo: lo que pasa es que si fuera la Nada, no habría nadie para hacer la pregunta.

 

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Finalizada la guerra civil que siguió a la revolución de 1917, proliferaron en Rusia las escuelas obreras donde los propios trabajadores elegían qué materias querían estudiar. Las preferidas fueron francés, vals y bridge, en ese orden. Lo cuenta Orlando Figes en su monumental Historia de la Revolución Rusa.

 

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Cuenta Plutarco que un egipcio andaba por ahí con una cesta cubierta por un paño cuando otro egipcio lo vio y le preguntó qué llevaba.

— No es posible saberlo todo— respondió el de la cesta.

— No quiero saberlo todo —dijo el curioso—, sólo quiero saber qué llevas ahí.

— Has de notar —dijo el de la cesta— que si llevo la cesta cubierta por un paño es porque no tengo interés en que se sepa lo que llevo en ella. ¿De acuerdo?

El curioso no estaba para nada de acuerdo, pero intuyó que lo estaban metiendo dentro de una parábola o algo así, y no insistió más.